Al llegar a la cafetería, busco con la mirada a la chica que me invitó. Veo a varios de mis compañeros de trabajo, pero ella no está por ninguna parte. Me resulta extraño, pero antes de que pueda indagar más, una voz familiar me saca de mis pensamientos.
—Es mejor que te sientes —dice Lucrecia, interrumpiendo mi búsqueda. Su presencia constante se está volviendo agotadora.
—¡Usted de nuevo! ¿Qué quiere ahora? —pregunto, mientras me obliga a sentarme en una mesa apartada del resto de mis compañeros.
—Te vi… —comienza, su voz cargada de acusación.
—¿Qué? ¿Eso qué significa? —pregunto, confundida por su actitud.
—Te vi besándote con mi novio —revela, y de repente todo tiene sentido.
—Y ¿cuál es el problema? —pregunto, tratando de mantener la calma.
—Eres una cínica, nunca pensé que te
