Capítulo 8: Realidad dolorosa.

1859 Words
Aurora no podía creer que Noah la estuviera invitando a salir, de hecho, le parecía imposible que su jefe lo hiciera. No había nada impresionante en ella como para querer compartir un minuto de su ocupado tiempo con alguien tan sencilla. Sí, era por agradecimiento, pero normalmente, las personas le huían por ser tan aburrida. Nunca comprendió que fue lo que Alexis vio en ella. Aurora nunca se consideró una mujer fea. Era una rubia bastante guapa, pero tampoco entendía por qué las personas se alejaban. Ella era feliz estando con alguien o sola. Su única amiga en la ciudad era Jessica y fue la típica relación de una extrovertida, convirtiéndose en amiga de una persona introvertida. No recuerda cómo sucedió, pero un día amanecieron siendo amigas y jamás volvieron a separarse. Durante toda la noche pensó que su jefe debía estar muy agradecido por salvar a Damian, y por esa razón, también le sonrió. Era bastante difícil descifrar a una persona que tenía una máscara de hielo. El día de ella fue tranquilo, a diferencia del de Noah, que tuvo una reunión tras otra. Un nuevo proyecto tocaba su puerta y una gran cantidad de dinero estaba por ser embolsada en su cuenta. No tuvo tiempo de decirle a Aurora a donde irían a cenar, pero le pidió a Gabriella, que hiciera que la castaña decidiera el lugar. No era un hombre exigente, pero prefería que ella lo eligiera, ya que había sido la víctima de las personas que lo buscaban a él. —¿Todavía no has logrado conseguir nada? —Sebastian negaba con la cabeza, otra vez. La frustración de Noah era evidente, pero quién lo quería lastimar, simplemente era un fantasma. —He conseguido el guardaespaldas para la señorita Miller y uno para Damian. Ambos deben terminar unas pruebas y estarían aquí el sábado en la noche, más tardar el domingo. El caso del primer accidente sigue en blanco y Gabriella me explicó lo de ayer, pero tampoco se ha conseguido nada. Las cámaras solo muestran conductores con pasamontañas o autos con vidrios polarizados. Se lo vuelvo a repetir, señor. Es muy pronto para tener más pruebas —aunque Sebastian tenía razón, la paranoia de Noah volvería en cualquier momento. Con la muerte de su esposa, estuvo encerrado casi por un año y agradeció tanto que su hijo para ese entonces fuera solo un bebé, que no se arrepentía de haberlo secuestrado en casa. Solo que ahora no se puede dar el lujo de volver a hacerlo. Aurora y Damian existían y sabía que en cualquier momento alguno de ellos dos se escaparía de sus manos. —No importa lo que tengas que hacer, Sebastian. Soborna a las personas que estaban cerca ese día para que te den información. Compra al país si es necesario, pero necesito que des con esas personas. Las cámaras de vigilancia fueron puestas el día de hoy en casa. Eres el encargado de la seguridad de la mansión, así que encárgate de los nuevos y hazle saber qué es lo que deben hacer allá. Vigila a los empleados en tus tiempos libres y si es mucho trabajo, sabes que puedes tener un ayudante —Noah da un suspiro cansado. Estaba agotado y como de costumbre, solo quería volver a casa. —Le pediré a Gabriella que me ayude. La mayor parte del tiempo estoy con usted y me puedo encargar de los guardaespaldas, pero sobre las cosas de la mansión prefiero que ella sea sus ojos, señor —asiente ante esa petición. También confiaba en Gabriella, pero no quería cargarla de más estrés. —Bien, entonces será así. Iré a cenar con Aurora. No quiero conducir en estos momentos, así que me vas a llevar y luego puedes volver a casa —miró el reloj y faltaban minutos para las 6 de la tarde. Se levantó de su asiento y revisó su celular. La dirección que le envió Aurora lo hizo sonreír. —Está sonriendo... —murmuró, Sebastian. —¿Qué? ¿Cuándo lo hice? —su rostro volvió a la normalidad. Inexpresivo. —Nada, recordé a Gabriella. Es todo... —Sebastian estaba realmente sorprendido al ver a su jefe con una sonrisa, le parecía el acto más increíble en tanto tiempo. Porque para empezar, Noah, era la última persona a la que quisieras tener de enemigo. [...] Aurora estaba esperando a Noah en KFC. Le llevó mucho tiempo elegir en dónde comer, pero moría por ir a ese lugar, mientras estuviera viviendo en Kensington. Ella quería ver cómo era la estructura de ese establecimiento. «¿Sería igual que en el resto de Londres?», su corazón latía con fuerza, ante ese pensamiento. Salió de casa mucho antes porque debía caminar hasta encontrar un taxi que la pudiera llevar. Con lo que cobraban de un lado a otro, fácilmente podía comprar la comida de un mes. Aurora bajó del auto al mismo tiempo en el que llegó Noah, ella le sonrió y él, bueno, él solo la veía como si eso fuera un chiste. —Tenía desde la universidad que no venía a KFC. Yo soy el que te invita a cenar, pero por lo visto solo quieres comer pollo —se quejaba al llegar a su lado, Sebastian se va, después de darle las llaves a su jefe. —No quería perder la oportunidad de ver un KFC por estos lados. No vengo solo por el pollo. Las hamburguesas son deliciosas. Tienen ese toque picante que te va encantando poco a poco —estaba feliz y se le notaba. Ambos entraron al establecimiento y se veía muy divertida la situación. El hombre más importante de Londres, el que más dinero tenía, estaba parado leyendo los menús del día, con su empleada coja. Noah quería reírse, pero su orgullo no se lo permitía. —Confía en mí. No te mataré con la comida. Puedes ir a buscar las mesas. Preferible que usemos las del segundo piso cerca de las ventanas. Siempre tienen las mejores vistas en todos lados —le recomendó con una sonrisa, aunque Noah la veía con desagrado, estaba disfrutando el momento. —Estás coja y no sé si esto tenga ventanas... —Todos los KFC tienen ventanas. Eso es como su enganche cliché —bromeó, haciéndole señas para que se fuera. Noah odiaba ser interrumpido por las personas, pero con Aurora no encontraba el momento para corregirla. Parecía el mejor chiste de su vida, pero tenía razón, había mesas pegadas a las ventanas que tenían unas vistas increíbles. La tarde estaba cayendo y el cielo había cambiado su color. Tenía años de no vivir algo así de simple. Siempre trabajaba y volvía a casa. Noah era un ermitaño y le gustaba, pero la rubia que venía con la comida mientras cojeaba, le estaba mostrando cosas que creyó que ya no eran para él. —Tenías que haberme dejado estar contigo… —tomó la bandeja y la ayudó a caminar hacia la mesa. —Usé el elevador. No sabía que podían tener uno, pero lo terminé utilizando —decía con emoción. De verdad, ella era una persona que amaba la arquitectura. Quiso estudiar eso en la universidad, pero era más costosa la matrícula. —Puedo mostrarte la ciudad en otra ocasión. Hay sitios que son muy bonitos y tienen una estructura bastante agradable a la vista. Antes de que llegaras a la mansión, fui invitado al museo de un amigo. Harán presentaciones de esculturas y algunas otras cosas que ignoré porque no me gustan, pero puedo llevarte si quieres —él hablaba con facilidad, mientras abría su hamburguesa. No se dio cuenta de que Aurora lo miraba asombrada por lo que le estaba diciendo. No podía creer que el hombre que Jessica le describió, fuera el mismo Noah que estaba sentado frente a ella, mordiendo su hamburguesa. Sí, era frío, sí, era cerrado, pero en ese momento era otra persona. —Me encantaría, pero creo que estaré abusando de ti. La invitación no fue para mí y siento que acompañarte sería una pérdida... —No voy a eventos de ningún tipo, Aurie. Tengo miles de invitaciones que no respondo o se pierden en una gaveta en mi despacho. Si me invitan a la apertura de algún restaurante u hotel, le digo a Sebastian que lleve a Gabriella. Si es por un resort, envío a mis empleados a vacacionar, pero eventos en público, no. Esas cosas no me gustan —admitió. Ella asintió y empezó a comer. También recordó que no había fotos de Noah en los eventos de la alta sociedad. Nadie sabía de su vida y solo se comentaba que era el monstruo de las inversiones o proyectos exitosos. —¿Estás diciendo que puedo ir contigo al museo de tu amigo? Perdona, creía que no tenías amigos —ella tomó de la gaseosa de naranja, arrepintiéndose de lo que dijo. —Tengo 6 amigos. Uno en Gales, tres aquí en Londres y dos en Italia. Cada uno lleva su vida y nos comunicamos por el grupo que tenemos. No nos vemos seguido por nuestras agendas, pero se hace lo que se puede. Había olvidado el sabor de KFC. Está muy buena la hamburguesa. Entonces, ¿Solo eres Jessica y tú? La pregunta de Noah la hizo sonreír. Era muy sutil para intentar averiguar su vida y aunque quisiera poder ser muy sincera, tendría que omitir lo que le hizo Alexis. —La comida de aquí nunca falla, Noah —suspiró y volvió a hablar—. No tengo muchos conocidos en la ciudad. Vengo del campo, por así decirlo. Mis padres son agricultores y la mayoría de mis amigos se quedaron allá. Yo quería irme, no quería hacer lo mismo que todos. Sentía que no era mi lugar y quería volar. Y qué bonita manera de volar. Por culpa de un malentendido ahora debía vivir oculta, porque si no sería señalada como ladrona. Lo que más rabia le daba a Aurora, era que no podía limpiar su nombre y hacer justicia por lo que vivió. —Bueno, puedo ayudarte a volar estando aquí —la mira fijamente—. Te puedo dar todo lo que necesites, pero la condición que tengo es sencilla de cumplir. El corazón de Aurora da un pálpito, que temió que él lo escuchara. —¿Y qué podría ser eso? —le preguntó intrigada. —No me mientas ni me traiciones, Aurie. No soy una mala persona o jefe, pero te puedo asegurar que no me quieres tener de enemigo. Soy leal a quien es leal conmigo. Pero también destruyo a quien se aprovecha de mí —la miró unos segundos más y levantó la comisura de su labio, en un intento de no reírse, para apartar la mirada. Aurora se ahogó y tomó de su gaseosa. Había un grave problema, ella ya le estaba mintiendo y probablemente, eso, él lo tome como traición. —¿Y bien, Aurora? —Claro... Yo seré leal a ti —fue lo único que pudo responder, para seguir comiendo. Lamentablemente, ella llevaba las de perder, otra vez y sin poder hacer nada al respecto.
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