bc

30 días con el Millonario

book_age18+
22.3K
FOLLOW
134.2K
READ
billionaire
goodgirl
sensitive
sweet
bxg
kicking
city
colleagues to lovers
lawyer
like
intro-logo
Blurb

Mariano Solís, cometió el terrible error de enamorarse de Camila Salvatierra, la esposa de su mejor amigo. Incapaz de confesar su amor trata de olvidarla aferrándose al caso de una mujer que fue encerrada injustamente.

Alondra Franco ha pagado doce años de cárcel por un crimen que no cometió, abandonada y rechazada por sus familiares, amigos e incluso su novio; cuando ha perdido todas las esperanzas y se ha resignado a terminar con su condena, aparece en su vida Mariano Solís, el abogado que no solo demuestra su inocencia, sino que también le tiende la mano y la invita a vivir con él, ese mismo día cuando sale de prisión. ¿Podrá Mariano darse otra oportunidad en el amor? ¿Podrá olvidarse de Camila? ¿Será Alondra la mujer quien lo haga feliz? Descúbrelo en 30 días con el millonario.

chap-preview
Free preview
¿30 DÍAS?
Mis ojos se abrieron con sorpresa, al escuchar el veredicto final del tribunal. El señor Juez me sentenció a treinta años de prisión. Me condenaban por un crimen que no cometí.   —¡No soy una asesina! No he sido yo quien la ha matado, por favor —grité sintiendo la desesperación en cada poro de mi cuerpo.   Sin embargo, al parecer mis palabras cayeron en oídos sordos. Porque no había nadie interesado en escucharme. Mis padres me miraron con desprecio, taladrándome con su mirada, entretanto yo sentía una especie de abismo abriéndose debajo de mis pies, se alejaron de mí, sin creerme, sin confiar en mí, evitándome como a la peste.   —¡Soy inocente! ¡Soy inocente! —exclamaba con desespero. Mientras los guardias arrastraban mi cuerpo al interior del compartimento reservado para los criminales.   Nunca entendí cómo llegué junto al cuerpo de Paula, mi compañera de clases. Era mi primer año en la universidad, ella y yo ni siquiera éramos amigas. Razón por la cual estoy segura de haber caído en la malévola trampa de un asesino.    ¿Quién mató a Paula y me condenó a vivir la vida entera en prisión…? no lo sabía, tampoco tenía la forma de averiguarlo, porque todos me dieron la espalda y no creyeron en mi inocencia, allí comprendí el verdadero significado de la soledad, no tenía a nadie, solo era yo contra el mundo.    Doce años después.   —¡Alondra, Alondra! Tal parece que finalmente te despedirás de este lugar.   La voz de mi compañera de celda, me hizo girar sobre mis pies. A pesar de llevar doce años en prisión, seguía cuidándome las espaldas, en este lugar, nunca sabes quién de todas puede ser capaz de darte una puñalada por la espalda, en el momento menos pensado.   —Si. El abogado Solís, ha demostrado mi inocencia, voy a marcharme de estas cuatro paredes que han sido mi hogar durante los últimos años de mi vida —dije sin mentiras, me había costado años aceptar mi destino, más al no tener a nadie que se preocupara por mí, era de esperar que permanecería en prisión hasta cumplir mi condena.   —Cuídate que las reclusas no se enteren —señaló mi compañera.   Asentí ante su recomendación, era sabido que al dejar la prisión las despedían con calentaditas, para no olvidar el lugar de donde salían.   La última noche en prisión, no fui capaz de pegar el ojo, tenía miedo, miedo de ser atacada, miedo de lo que me esperaba fuera. Después de doce años, imaginaba que todo había cambiado allí, yo misma había cambiado ya no era la jovencita de dieciocho años, ahora tenía treinta y el mismo miedo de ser devorada en la jungla de la ciudad de nuevo. En el fondo, sabía que estaba siendo irracional, porque el miedo estaba logrando hacerme sentir insegura, cuando las puertas se estaban abriendo para mí. Debería sentirme como una paloma decidida a emprender el vuelo, ahora que había oportunidad.   No sé en qué momento durante la noche, finalmente sucumbí al cansancio, cerré los ojos rogando por despertar viva.   A la mañana siguiente…   —Alondra Franco —la agente encargada de la oficina de registro de las personas y objetos pronunció mi nombre, caminé hacia ella, recibí una muda de ropa, me mordí el labio, mientras mis dedos acariciaban la suavidad de la prenda.   —Date prisa no tengo todo el día —espetó molesta la mujer.   No le presté atención, me dirigí al servicio, donde hace años estuve, para vestir el uniforme de la prisión. Me detuve para apreciar y palpar la prenda suave como la seda. La blusa vino tinto y los jeans eran perfectos, no tenía duda alguna de quien se había tomado la molestia de comprarme la ropa.   Minutos más tarde estaba parada fuera del reclusorio. Mis ojos se irritan al recibir los primeros rayos de sol, era la primera vez en mucho tiempo y después de una noche de poco sueño, no podía hacer otra cosa que, tratar de acostumbrarme, poder sentir el calor sobre mi piel pálida fue la gloria, cerrando los ojos aspiré el aire de la libertad y entonces me di cuenta de que no tenía un lugar a donde ir.   Perdí en el proceso a mi familia, quienes avergonzados por “mi crimen” abandonaron el país, dejándome sola. Mis amigos no fueron la excepción, nunca nadie vino a verme y mi novio, el hombre a quien le podría haber confiado mi vida, simplemente desapareció y nunca más supe de él.   Doce años después, seguía sin saber quién asesinó a mi compañera, dudaba mucho que un día siquiera lo supiera y a estas alturas de mi vida ya no me importaba, he pagado y no tiene sentido pensar en el pasado, debo centrarme en el momento, en el ahora, no sé qué me depara los días venideros, sin embargo, aquí estoy.   Soy libre y no tengo nada más que la muda de ropa que llevaba puesta, ni siquiera tengo dinero para pagar un plato de comida, en prisión por lo menos tenía la seguridad de comer los tres tiempos.   Caminé lejos del reclusorio, con una mezcla de pesar y expectativa, deseaba correr, en su lugar, fui caminando a paso lento, apreciando los cambios en la ciudad, sintiendo los rayos de sol quemar mi piel, el viento sobre mi rostro. Disfrutaría momentáneamente de la sensación de libertad.     Me detuve una cuadra después. La realidad me asaltó, fue como si me hubiese golpeado sin piedad ¿para qué había sido liberada? Nada me esperaba fuera, no había familia, amigos o amor. Estaba sola contra el mundo. Dudaba poder reconstruir mi vida, cuando no tenía un techo sobre mi cabeza ¿Quién le daría trabajo a una ex convicta? Nadie en su sano juicio. Limpiar mis papeles, llevaría tiempo y dinero. Un dinero que no tenía y dudaba mucho tener.   No tuve tiempo de pensar mucho más. Pues un auto lujoso se estaciono frente a mí, por un momento tuve miedo, pero ¿de qué tendría miedo? No tenía nada de valor conmigo, a excepción de lo que llevaba puesto y que el abogado Solís, había dejado para mí el día anterior. Mis pensamientos fueron interrumpidos justo cuando la puerta se abrió ¿Quién podría ser? Me pregunté.   —Ven sube al auto, Alondra —creí por un momento estar soñando, nunca jamás pude llegar a imaginar que volvería a verlo, siquiera podía soñar con eso. El hombre a quien le debía mi libertad, fui condenada a treinta años de prisión, pero él hizo lo que nadie había logrado o quiso hacer por mí. Demostrando mi inocencia.   —¿Puedo? –pregunte, con un nudo formándose en mi garganta. Esto debía ser un sueño, no había otra explicación.   —Ven vamos ¿Prefieres caminar? —preguntó. Negué rápidamente, subí a la parte trasera del auto, junto a él. Sintiéndome embotada por el aroma que inundaba el auto, el olor varonil me hizo aspirar con mayor fuerza, no había sentido nada más delicioso en mi vida, que la colonia de Mariano Solís, mi abogado.   Le sonreí un tanto nerviosa, hasta hoy en día puedo asegurar que él es la mejor persona a quien he tenido la fortuna de conocer, desde que se hizo cargo de mi caso, hasta el día de hoy. No tengo experiencia en nada referente a la vida o al amor, pero tengo la seguridad de que mi corazón late con prisa cada vez que estoy en su presencia.   —¿A dónde piensas ir? —el sonido de su voz me sacó de mis cavilaciones.   Me quedé callada ante su pregunta, pues no tenía una respuesta para él. Era todo lo contrario. Sentía que de un momento a otro despertará en el catre de la prisión.   —Yo, no lo sé, no tengo a nadie esperando por mí, no tengo familia, ni amigos, no tengo nada, en realidad… —murmuré, luchando para no dejar caer las lágrimas que amenazaban con dejar mis ojos. Las mismas que fueron reprimidas por más de doce años.   El silencio se hizo entre nosotros, no sabía qué decir o que argumentar, para solicitar me dejara en alguna avenida concurrida, para no sentirme sola, mientras pensaba en lo que haría para comer el día de hoy. Solo tenía el desayuno y con seguridad sería todo lo que tendría por hoy.   —Puedes venir conmigo, solo si tú quieres hacerlo Alondra, vivo solo y será mientras te acostumbras al exterior y pueda lograr que tus antecedentes queden limpios. Será un proceso largo, debido a nuestro sistema, pero no será imposible —levanté la mirada, ante sus palabras, no podía creer lo que él me ofrecía.   Las lágrimas corrieron libremente, no me preocupé más por esconderlas, él me estaba dando un voto de confianza, la confianza que todos me negaron en el pasado. Había tanta felicidad y regocijo en mi corazón, estuve tentada en darle un abrazo; pero no era lo correcto y no debía traspasar la línea invisible que nos separaba. Él era un prestigioso abogado y yo simplemente una ex convicta, aunque fuera inocente, nada borraría los años que estuve recluida en prisión y mucho menos lo que viví en ella.   —¿De verdad puedo ir contigo? — pregunte con duda, no quería que cambiara de opinión, él podía llegar a creer que era estúpida; no me importaba solo quería asegurarme de que no bromeaba.   —Por supuesto, puedes quedarte treinta días, mientras encuentra un lugar donde vivir y un empleo estable — asentí mientras pensaba ¿30 días? ¿Estaría 30 días con el millonario?   —Si no te molesta mi presencia en tu casa —deseaba darle la oportunidad de retractarse, más él sonrió con amabilidad, ordenando a su chófer llevarnos a casa.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Prisionera Entre tus brazos

read
87.0K
bc

Navidad con mi ex

read
9.0K
bc

Bajo acuerdo

read
10.3K
bc

Mi Sexy Vecino [+18]

read
52.3K
bc

La esposa rechazada del ceo

read
169.5K
bc

Tras Mi Divorcio

read
511.9K
bc

Yo, no soy él

read
88.7K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook