El resoplido de mi mamá fue lo que me dio a entender lo que venía, ya decía yo que se había quedado callada.
— No quiero que le estés quitando la vida pellizco por pellizco a Jesse. Él es un buen hombre y no merece tanta presión por tu parte.
— Mamá, te he dicho muchas veces que no te metas en mi relación con Jesse, eso es algo que no te compete a ti. Más bien necesito que me digas si vas a aceptar que pueda estudiar en la universidad donde me están ofreciendo la beca, sin ti no puedo hacerlo.
— Necesito que trabajes y ya dejes esos sueños guajiros de estudiar. No pienso firmar nada y tendrás que soportarlo, ya que no puedes ingresar sin mi permiso.
— Mamá, no me hagas esto. ¡A mala hora la universidad tiene políticas para los que tenemos menos de 21 años! — miré a mi papá — por favor dile algo, puedo estudiar y trabajar al mismo tiempo. Saben bien que soy capaz de hacerlo.
— Mujer — mi papá miró a mi mamá — Cassandra tiene todo el derecho de estudiar, ella hasta el momento ha sido una buena hija y lo sabes. No podemos darle la espalda, incluso ha sido capaz de mantener un promedio de excelencia y eso le ha valido innumerables reconocimientos.
— Está bien, pero tiene que trabajar si o sí. No podemos darnos el lujo de perder ese ingreso, más ahora que a ti te está yendo tan mal en el taller.
— ¡Sí, prometo trabajar! — fui a abrazar a mis padres — gracias, mamá. Ya traigo el documento que necesito que firmes.
Una vez que mi mamá firmó el documento, lo guardé muy bien. Cumplí con mis obligaciones y esperé pacientemente que la noche pasará para mañana a primera hora ir a dejar los papeles a la universidad.
Al día siguiente solo bebí una taza de café y fui corriendo a la parada de buses, tenía que tomar dos rutas para poder llegar a la universidad o al menos lo más cerca de ella. Por suerte no me fui con Jesse, ya que él manejaba, por otro lado.
Llegué a la parada y tuve que caminar un buen trecho, varios coches pasaban a mi lado. Trataba de caminar lo mejor que podía, pero a mala hora se me ocurrió venir en tacones.
— Buenos días — le di a la mujer unos documentos — he venido a inscribirme a la universidad, soy una becada. Ahí se encuentran los papeles firmados por mis padres.
Todo estuvo en orden y finalmente quedé ingresada en la universidad. Estaba por irme cuando tropecé con un hombre que tenía los ojos más celestes que nunca había visto.
— Lo siento — dije tímidamente — espero que no lo golpeara.
— No se preocupe — él me miró detenidamente — ¿Se encuentra usted bien?
Yo asentí y me fui, a lo lejos pude escuchar que la mujer que me había recibido los documentos le llamó arquitecto Víctor Sandemetrio. ¿Acaso él es el dueño de la constructora Sandemetrio? Vaya, era un hombre muy joven, por un momento pensé que sería una persona algo mayor e incluso lo imaginaba con una barriga que no existía en absoluto. Más bien tenía un abdomen bien definido.
— ¡Deja de pensar en esas cosas, Cassandra! Tienes un novio y aunque es idiota, pues lo quieres.
Sentí mis mejillas enrojecer y seguí caminando. Llegué a la salida, mis pies estaban punzando muy fuertes, pensé en detenerme, pero sabía bien que no podía hacerlo, ya que después me daría más pereza caminar.
— Maldición — me vine al suelo — genial, lo que me faltaba.
Intenté levantarme, pero mis piernas estaban demasiado débiles para seguir andando. De todos los carros que pasaban, solo uno se detuvo.
— ¿Se encuentra usted bien, señorita? — la voz me fue familiar y al verlo él sonrió — así que es usted, ¿Qué está haciendo aquí?
— Estoy yendo a la parada de buses. Pero para mi mala suerte los tacones me han lastimado los pies, solo voy a esperar un poco para seguir mi camino.
— Pensé que tenía coche — yo negué y él se sorprendió más — pero la universidad está muy alejada de la parada de buses que dice. Bueno, vamos que la voy a llevar en mi coche.
— No es necesario, puedo caminar hasta la parada. Apenas me conoce y no sabe si soy buena persona.
— Puedo sentir que sí lo es. Además, dudo mucho que pueda caminar, pero para darle el beneficio de la duda, por favor póngase en pie y camine.
Intenté hacerlo y me levanté, pero no pude dar un solo paso. Iba a caerme cuando los brazos fuertes del arquitecto Sandemetrio me sostuvieron. Él se fue a su coche y me colocó en el asiento del copiloto.
— Llegaremos enseguida. No te preocupes demasiado, te iré a dejar hasta tu casa.
Él insistió tanto que no tuve más opción que darle la dirección, tenía miedo que le hicieran algo, ya que el sitio donde vivía era un barrio bajo. Estuvimos en poco tiempo frente a la vecindad, el arquitecto me volvió a cargar entre sus brazos y todos nos quedaban mirando.
— No es necesario que haga esto, puedo caminar a partir de este punto — lo miré y él seguía avanzando — por favor, arquitecto.
Él me puso en el suelo con total cuidado y para mi mala suerte, mi mamá salió en ese momento.
— ¿Qué significa esto? — ella nos miró a los dos — ¿Quién es usted?
— Es un gusto, señora, son Víctor Sandemetrio — él le extendió la mano y esta quedó en el aire — al parecer no he sido de su agrado, lamento eso. Traje a su hija, ya que sus tacones la lastimaron y no podía dar el paso, no doy más molestias.
— Muchas gracias, arquitecto — sonreí un poco incómoda — lamento mucho el comportamiento de mi madre, es solo que ella está en una especie de shock.
Él se fue y yo sentí una enorme vergüenza debido al comportamiento de mi mamá. Fui a la casa y ella entró después de mí.
— ¿Cómo se te ocurre permitir que un hombre que no sea Jesse, venga a cargarte de esa manera? ¿Qué van a decir los vecinos? Que no te educamos bien y te gusta andar de brazos en brazos. No puedo creerlo, Cassandra. Yo sabía bien que no era una buena idea que fueras a estudiar en esa universidad, pero entre tu padre y tú me pusieron al borde de la locura, a mala hora ya firmé el documento. Incluso te fuiste a primera hora para que no pudiera romper ese maldito papel, porque te digo que después me arrepentí de haberlo hecho.
— Mamá, por favor no comiences. Tengo los pies heridos y debo curarlos para tenerlos listos en la noche, recuerda que tenemos ese evento y tú no te vas a dar abasto entre tantas personas. Por favor trae medicina y todo lo que pueda necesitar.
— Solo te advierto una cosa, Cassandra. Si miro que te estás comportando de una manera inapropiada o faltas a tu palabra de que vas a trabajar y a estudiar, voy a obligarte a que te salgas de esa universidad.
— Está bien, mamá. Ahora por favor ve a traer las cosas que necesito, ya que tengo que estar bien para la noche. A no ser que decidas que no voy a ir.
— Deja de decir absurdos, sabes bien que tienes que ir porque eres la encargada de atender a los invitados. Eso te pasa por andar renegando de tus orígenes, si tan solo me hubieras hecho caso con lo que te dije de quedar conforme con haber sacado la preparatoria, no tendrías los pies destrozados.
Mi mamá me pasó todo lo necesario para curar mis heridas, las ampollas se habían reventado y tenía la piel en carne viva. Me puse desinfectante y esto ardió como un demonio, luego vinieron el resto de cosas y me senté a descansar, probablemente al caer la noche ya iba a estar bien, después de todo me había puesto un buen cicatrizante.
— Ve a vestirte — mi mamá salió con su uniforme — ya suficiente tiempo has pasado de floja.
Me coloqué gasas y vendas que me ayudaron a caminar, también puse anestesia en gotas. Esperaba que el evento no durará demasiado, estaba preocupada por este hecho.
— Ya estoy lista, mamá — salí del cuarto y alise mi uniforme — ¿Podemos irnos en taxi? No me siento muy animada para ir en bus.
— ¿Estás loca? El taxi nos va a cobrar una millonada hasta donde tenemos que ir, deja de estar de llorona y simplemente camina de una vez. Hemos salido temprano para que puedas hacerlo lento por si te duelen mucho los pies.
No tuve más opción que irme con mi mamá en el bus. Cuando llegamos a la propiedad en la que sería el evento, fui directo a sentarme.
— Levántate, no puedes estar de floja — mi mamá me levantó a empujones — tienes que ir con las copas de champaña por si se le ofrece a alguien algo para beber.
Me moví entre los invitados mientras ponía mi mejor sonrisa. Todos ellos conversaban y el personal que los atendía, lo miraban por el rabillo del ojo.
— Por favor presten atención — la señora de la casa tocó su copa de champaña — quiero proponer un brindis, por nuestra nueva mansión y por el arquitecto que estuvo a cargo de su construcción. Por favor, un fuerte aplauso para el arquitecto Víctor Sandemetrio, él hizo posible la casa de mis sueños.
Él subió y yo lo miraba desde abajo, comenzó a saludar a todos sin detenerse en sus rostros. Pero eso cambió en el momento en que nuestros ojos se encontraron.
— Ven aquí — mi mamá me sostuvo del brazo — deja de ver a ese hombre. Entiende que no perteneces a su mundo, nosotras solo estamos para atender a las personas como él.
Mi mamá me llevó casi a rastras, por suerte no tenía muchas copas y traté de mantener el equilibrio…