¡Toma eso!
Presley Brookmore no era de las que dejaban pasar una oportunidad. Durante toda su vida, su hermano mayor Odin y sus dos mejores amigos, Cruz Hawley y Anderson Oak, hicieron todo lo posible por aterrorizarla. Desde saltar sobre sus castillos de arena cuando era niña hasta burlarse de ella cuando le pusieron aparatos a los diez años e interrumpir su primer beso a los trece.
Era el primer beso lo que tenía en mente ahora. Mientras que Odin y Anderson siempre estaban justo al límite de pasarse, Cruz no solo lo cruzaba, lo hacía con venganza. Cruz siempre llevaba sus juegos demasiado lejos y si ella no lloraba, él no reía, y cómo le encantaba reír a ese chico.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado mientras ella y sus dos amigas, Sloane, la hermana menor de Anderson, y Halima, estaban sentadas en un restaurante. Alguien podría argumentar que fue pura casualidad que estuvieran en el mismo restaurante que Cruz Hawley, pero Presley estaba segura de que era el destino.
—No lo he visto en unos cinco o seis años desde que se mudó. Anderson dijo que ahora estaba de vuelta en Vancouver. Regresó a casa hace unos dos meses, pero no lo he visto ni una vez. —Sloane asintió con la cabeza—. Te juro que ahora es incluso más grande de lo que era entonces.
—Es como un gorila de espalda plateada —gruñó Halima.
—También arrastra los nudillos como uno —asintió Presley. Miró a Sloane—. ¿Te metiste en el chat de tu hermano o no? Quiero saber si esta cita es importante.
—¿Importa? —Halima lanzó una mirada molesta a la pareja que claramente estaba en una cita al otro lado de la sala—. Se nota por su lenguaje corporal que van a acostarse esta noche.
—¿Recuerdas cuando interrumpieron mi primer beso?
Presley recordó a Jason Whitman en octavo grado en el baile de la escuela y cómo cuando juntaron sus labios, Cruz, que estaba ayudando a su hermano a ser DJ del evento, puso el foco de atención justo sobre la pareja que se balanceaba en la pista de baile, agarró un micrófono y le dio a la escuela su apodo que se mantuvo hasta la universidad.
Sloane usó su tenedor para fingir que hablaba en él e imitó la voz de Cruz.
—Oh, miren, la pequeña Ladybird pelirroja está besándose con el nerd. ¿No deberían estar los profesores asegurándose de que sus aparatos no se enganchen? —Luego soltó el silbido penetrante para llamar la atención del profesor.
—Imbécil —murmuró Halima.
—Aún no tan malo como tu ceremonia de graduación cuando los tres llevaban pelucas rojas brillantes gritando desde las gradas que no creían que lo lograrías.
—Pensé que tu madre los iba a matar. —Halima repitió el gruñido de Sloane—. Eran hombres de veinticinco años todavía actuando como chicos de fraternidad.
—La broma es sobre ellos. Ahora tienen treinta y dos y no podrían tener una relación significativa si su vida dependiera de ello.
Presley estaba mirando al hombre consciente de que todas las demás personas en el restaurante también lo estaban mirando porque era un espectáculo ver al multimillonario en una cita. Bien podría ser una estrella de cine por la forma en que la gente lo miraba. Más de una persona enfocó las cámaras de sus teléfonos en él.
—Oh —Sloane se rio—. Ya estoy dentro. Descifré la contraseña del perdedor. Es veinte centímetros todo junto. He visto a mi hermano desnudo más de una vez por todas las chicas que solía colar para nadar desnudos en la piscina de mis padres. En sus sueños son veinte centímetros.
—Probablemente está recibiendo veinte centímetros de Cruz. —Presley se rio—. El hombre tiene energía de gran tamaño, y sabemos que está bien dotado. Lástima que esté desperdiciado en él.
—Aparentemente esta es su tercera cita con esta chica. Dijo que su padre es uno de sus clientes y realmente espera cerrar el trato esta noche, en más de un sentido —reveló Sloane.
—c*****o total. —Presley lamió la parte posterior de su cuchara, disfrutando del último sabor del mousse de chocolate que habían compartido de postre—. Sé lo que voy a hacer, pero ¿puedes pagar la cuenta, llamar al Uber y estar lista para irte conmigo?
—Ay, Dios. Sí. ¿Qué vas a hacer?
—Voy a arruinar esta cita tan mal que va a lamentar haber jugado conmigo cuando éramos niños.
—¿Cuál era su problema en realidad? —preguntó Halima enojada.
—Es el compinche de Odin. En el momento en que Odin se enfadó porque su padre dejó embarazada a mi madre antes de siquiera divorciarse de su esposa, me odió y quiso hacer de mi vida un infierno. Me han torturado y atormentado toda mi vida solo porque la madre de Odin lloró o algo así. ¿Fue inteligente mi madre al enredarse con un hombre casado? No. ¿Siguen juntos, fuertes y son la imagen del verdadero amor? Absolutamente. Incluso la madre de Odin es amiga de ellos de nuevo. Ella y mamá van juntas a yoga y al club de lectura y almorcé con ellas hace unos fines de semana en el centro comercial. Ella lo superó, pero Odin nunca lo hizo. Cruz apoya a su amigo.
—Sabemos todo esto, pero no es como si le hubieras hecho algo personal a él.
—Bueno, aparte del polvo de picazón en sus suspensorios antes del partido de rugby cuando tenía seis años.
—Lo cual fue porque rompieron todas las pinturas que tu mamá puso en el refrigerador.
—O la vez que puse azúcar en el tanque de gasolina de la moto de cross de Cruz cuando tenía ocho años y su glorificado ciclomotor literalmente se bloqueó en el camino de entrada de mi papá.
—Sí, pero lo hiciste porque los tres quemaron tu casa de muñecas en la fogata.
—Papá me compró una más grande y mejor, así que jódete, Odin —susurró entre dientes.
—Oh, ¿qué tal la vez que volvieron de la universidad en segundo año porque tu papá les estaba prestando la cabaña y se iban desde tu casa, y les pusiste salsa de chile fantasma en todos sus frascos de champú y les entró en los ojos?
—Tenía quince años y fue un golpe de genialidad. Arruinó todo su fin de semana en la cabaña. Sus pobres novias probablemente no tuvieron sexo ni una vez porque estaban en tanto dolor. —Se deleitó en el recuerdo.
Halima estaba usando su teléfono para escanear el código QR en la mesa para pagar virtualmente su cuenta.
—¡Pagado!
—Genial. Hagámoslo.
Se levantó, levantó la barbilla y luego, sintiendo la oleada de poder que sus amigas le enviaban a través de sus risas y vítores mientras corrían al frente del restaurante para observar desde una distancia segura, se acomodó el escote de su pequeño vestido n***o y marchó hacia Cruz Hawley.
Él estaba tan absorto en la conversación con la mujer que ni siquiera la notó. Sus dedos trazaban ligeramente el dorso de la mano de la mujer rubia sobre la mesa, sus labios en una leve sonrisa mientras la escuchaba. Al acercarse, escuchó la voz de la mujer, y era infantil y quejumbrosa. Casi retrocedió por la forma en que perforó sus tímpanos, pero continuó.
Tomando su copa de vino tinto de la mesa, se la arrojó a la cara.
—Cruz Henry Hawley, eres un saco de mierda mentiroso. ¿Esta… —levantó la voz mientras él se echaba hacia atrás en su silla horrorizado mientras el vino tinto goteaba de su cara sobre su camisa azul claro—… rubia es la razón por la que me dejaste esta mañana?
—¿Qué demonios? ¿Ladybird? —El reconocimiento se reflejó en su rostro—. ¿Qué diablos estás haciendo?
—¿Esta mujer es la razón por la que me dejaste sola en la clínica de abortos sin apoyo? Gracias por pagar la cuenta, por cierto, pero ¿hacerme tomar un taxi a casa, sola? —ella sollozó dramáticamente mientras su boca se abría en un asombro incrédulo ante su acusación—. ¿Cómo te atreves? Dijiste que no querías tener un bebé, pero pensé que en general. No pensé que te referías al mío específicamente. Hice el procedimiento justo esta mañana y mis amigas me sacaron porque me dejaste sola en una clínica de abortos después de seis años juntos y me topo con esta pequeña escena?
—Lo juro por Dios —gruñó entre dientes mientras la miraba furioso—, voy a torcerte el cuello.
—Que te jodan. ¿Torcerme el cuello? —lo dijo en voz alta—. Nunca más podrás abusar físicamente de mí. Todos los esteroides que tomaste para jugar rugby te hacen un hijo de puta, pero ya no eres mi problema. ¡Espero que te atragantes con una polla y te mueras!
—¿Qué está pasando? ¿La obligaste a tener un aborto? —La rubia abrió los ojos de par en par mientras miraba entre Presley y Cruz.
—Ten cuidado con los fornidos multimillonarios que mienten y engañan para conseguir lo que quieren. Déjame adivinar, ¿tu papá es uno de sus clientes? He aguantado esta mierda tantas veces cuando me dices, es solo por trabajo —dijo burlándose de su voz—. ¡Mentiras! —Agarró la otra copa de vino en la mesa y también la lanzó. Estaba luchando por no reírse de su cara—. Te odio Cruz Hawley, que todo el abuso que me infligiste se te regrese diez veces más. Oh. —Miró de nuevo a la chica—. Si estás emocionada por el sexo, no lo estés. Sé que me escuchaste mencionar los esteroides, no afectaron su tamaño, pero necesita masticar pequeñas píldoras azules como caramelos para poder levantarse. —Dio un paso atrás y levantó la barbilla, feliz de haber dado el equivalente a un golpe bajo con su discurso improvisado—. Si alguna vez te acercas a mí de nuevo, llamaré a la policía. ¡Sabes lo que dijeron la última vez cuando me rompiste el brazo!
—Lo de tu brazo fue un accidente, —Sabía que él recordaba la vez que tenía dieciséis años, ella nueve y él retrocedió su nuevo coche y la golpeó mientras ella andaba en bicicleta en el camino de entrada. Había pasado todo un verano con un yeso.
—Dile lo que quieras a ti mismo. —Resopló—. No quiero verte nunca más.
Giró sobre sus talones y se encaminó rápidamente hacia las chicas que la saludaban frenéticamente.
—El coche compartido está aquí, pero joder, eso fue impresionante. —Halima se reía mientras arrastraba a Presley al otro lado de la calle hacia el coche que las esperaba con Sloane pisándoles los talones.
—Recuérdame nunca ponerme en tu contra —se rio Sloane.
Miraron por la ventana trasera del coche mientras se alejaba de la acera y el hombre salía corriendo del restaurante manchado de vino tinto y con una expresión furiosa en su rostro.
—Ahí lo tienes, Cruz Hawley. Ahí lo tienes. —Se sacudió las manos y sonrió brillantemente.
Podría haber esperado toda una vida por esto, pero la venganza nunca fue tan dulce.