Mientras tanto, Saleema… ―Eres un hombre despreciable. Maldigo la hora en que te conocí ―espetó Saleema, con su voz de terciopelo temblando con una mezcla explosiva de rabia y arrogancia, mientras sus ojos marrones brillaban con indignación contenida. Los ojos azul claro de Absalón destellaron con malicia depredadora en la pantalla. Dando otra calada profunda a su cigarrillo, con el humo serpenteando entre sus labios, comenzó a imitar la voz de Saleema con una burla cruel, exagerando cada sílaba de su tono refinado y privilegiado: ―Eres un hombre despreciable, maldigo la hora en que te conocí ―canturreó con burla, desde el otro lado mientras una parte de él que intentaba negar se deleitaba secretamente con el tono de voz tierno y refinado de Saleema. Había algo en aquella manera de ha

