Saleema lo envolvió en un abrazo por detrás, con su corazón latiendo contra la espalda de él. A pesar de su renuencia a admitirlo abiertamente, aquella jovencita inexperta, estaba perdidamente enamorada. Absalón había sido su primer todo: su primera convivencia real, su primera experiencia de vida en pareja, su primera intimidad verdadera. Cada caricia, cada momento compartido, hacía que las advertencias de Omar se desvanecieran como niebla bajo el sol matutino. Aprovechando su aparente buen humor, susurró: ―¿Qué dices? Por su parte, Absalón libraba una batalla diaria consigo mismo, una guerra entre el mafioso despiadado que necesitaba mantener el control absoluto de todo y el hombre que se derretía por dentro cada vez que Saleema lo tocaba. Esa jovencita se había convertido en su talón

