El gerente se pasó la mano por la frente, intentando mantener la compostura mientras el sudor frío le recorría la espalda. La pérdida reciente de su billetera lo tenía alterado, y ahora este extraño aparecido de la nada en su oficina solo conseguía aumentar su inquietud. Frente a él, como una aparición, que lo observaba con una intensidad perturbadora. Con voz temblorosa, el gerente logró articular: ―La sala está... ocupada en este momento ―las palabras salieron entrecortadas mientras sentía el peso de aquella mirada escrutadora sobre él. La incomodidad se le hacía casi insoportable.―¿Por qué? ―Oh, solo preguntaba ―respondió el hombre, intentando suavizar su presencia con una risa nerviosa que no llegó a sus ojos―. Es que... vi... las pantallas de los anuncios de las salas del cine y

