Mientras tanto, el señor Kravchenko...
En el preciso instante en que Saleema se disponía a hablar del pelinegro, con su hermano, Omar, este se encontraba en aquella cabaña especialmente acondicionada para sus dos imponentes bestias asesinas. Cada Rottweiler, verdaderas máquinas de matar de 50 kilos de puro músculo y sesenta y cinco centímetros de altura, permanecía dócilmente a sus pies, una imagen engañosamente tranquila que ocultaba su verdadera naturaleza letal. La cabaña, un espacio engañosamente confortable, estaba equipada con todas las comodidades para sus preciados canes: dos mini camas por animal, comederos siempre llenos, agua fresca y aire acondicionado que combatía el sofocante calor de Miami.
Este refugio contrastaba dramáticamente con el verdadero centro de entrenamiento, u
