Yaroslav, mientras llevaba meticulosamente los platos con la precisión quirúrgica que lo caracterizaba, hacía el comedor notó que los gritos habían cesado de la parte de arriba. Por lo tanto, arqueó una de sus cejas con estudiada elegancia, mientras su mente analítica procesaba el repentino silencio. Sus años de servicio le habían enseñado a interpretar cada sonido y cada silencio en aquella mansión, y este en particular despertaba su curiosidad profesional.
—¿Mmmm que pasará?
Mientras que en la habitación, Absalón encima de Saleema retiró su gran mano de su seno y le dijo:
—Pues hoy no te voy a follar —tomó la cruz de oro y diamantes que pendía de su cuello, con el pesado símbolo oscilando hipnóticamente sobre el rostro de Saleema—. Será mañana en nuestra noche de bodas, bajo la bendi
