―Sí, hazlo mientras le haces un masaje. Clávale un cuchillo sobre su nuca―la frialdad con que describió el asesinato contrastaba brutalmente con la calidez del ambiente después del coito. ―Jefe... pero eso es arriesgado... tiene hombres vigilantes por todos lados― protestó ella, con el miedo filtrándose en su voz por primera vez. ―No, tú les rociarás un somnífero que te daré. Lo hice especialmente para esta ocasión―explicó con la paciencia de quien ha planeado cada detalle meticulosamente―Les dirás que... es una nueva fragancia para los masajes de Absalón. Ya todos confían en ti, sobre todo el viejo Yaroslav que siempre te pide y los gemelos. Se sentó en el borde de la cama y mirándola con una pequeña sonrisa de triunfo continuó: ―Todos se quedarán dormidos mientras matas... a ese mal

