La pregunta quedó suspendida en el aire ligado con colonia y olor a cigarrillo del auto como un fantasma burlón, mientras el vehículo se aproximaba a la catedral ortodoxa que se alzaba majestuosa bajo el sol de la mañana. El encuentro carnal había satisfecho sus instintos primarios, pero había dejado un vacío desconcertante en su interior, una sed inexplicable que atormentaba a este hombre que jamás había permitido que nadie más que aquella mujer del pasado penetrara su coraza. «A esa perra no la dejaré que se salga con la suya, me importa una mierda»― pensaba, queriendo engañarse a sí mismo mientras la rabia y el deseo le carcomían las entrañas. Como un hombre que todo lo sobre pensaba, su mente no le daba tregua. La ausencia de Saleema solo intensificaba su obsesión, transformando cad

