Con agilidad, Saleema se deslizó de la cama y caminó hacia la puerta con pasos determinados, como una gacela consciente del depredador que la observaba. Absalón, consumido por la frustración, se incorporó con movimientos lentos y deliberados, sintiendo como su gran virilidad dura y palpitante, quería salirse de esos pantalones mientras avanzaba hacia ella. El corazón de Saleema martilleaba contra su pecho, con una mezcla de excitación y nerviosismo acelerando su pulso mientras observaba su aproximación. Era como ver acercarse a una pantera: elegante, peligrosa, irresistible. ―No vamos a hacer nada, ya te lo dije ―intentó que su voz sonara firme, pero las palabras salieron temblorosas, traicionando su aparente determinación. Lo observaba acercarse más y más, acortando la distancia entre e

