Capítulo 29. El desafío de la virgen

3836 Words

En el silencioso comedor de la mansión, Absalón contemplaba el teléfono con esa misma intensidad que solía reservar para interrogatorios y ajustes de cuentas. Sus dedos, marcados por cicatrices y tatuajes que contaban historias de violencia, ahora se movían con una vacilación impropia de él sobre la pantalla brillante. El borsch humeante, testigo silencioso de su inquietud, comenzaba a enfriarse en el delicado plato de porcelana china, formando una nata rojiza en su superficie. ―Maldita sea ―el gruñido escapó entre sus dientes apretados, mientras una batalla interna se libraba en su interior. El deseo de ver a Saleema, una necesidad que ni él mismo quería reconocer, se mezclaba con su rabia habitual―. Vamos a ver qué quiere la pequeña zorra. Con un movimiento brusco, más propio de su nat

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