Caleb apretó su mandíbula hasta que sintió crujir sus dientes, recordando el sonido de los disparos de hace veinte años, pero respondió con calculada falsedad: ―Sí, estaba por hablar con usted. Pero... me fue difícil contactarlo señor. David Choi, ajeno a la tensión letal que flotaba en el aire, intervino con su característico tono jovial: ―Acá debes pedirle permiso a Kravchenko, Caleb. Su padre y yo... solíamos tener contacto con los casinos. Pero ahora tengo contacto es con él, el nuevo líder de la organización. Absalón dio otra calada al cigarrillo, estudiando a Caleb como un depredador evalúa a su presa. Mientras tanto, Caleb, sosteniendo su sonrisa como una máscara de porcelana, respondió: ―Que bueno, entonces... debo comunicarme con usted más seguido señor. Tengo varios casinos

