CAPITULO 4

1705 Words
“Tienes un año para ganar su corazón”. Las palabras de Delia resonaron en su mente, mientras estaba de pie frente al altar, con su hermoso vestido blanco tipo princesa, el velo cubría su rostro, sus manos sostenían el tradicional ramo de flores que lanzaría después de la boda para que una nueva novia naciera ese día. ¿Qué había fallado en los planes perfectos de Gabriel? Sus padres se habían encargado de organizar la boda y en ningún momento habían mencionado que sería una boda civil y religiosa. Hasta el día de ayer por la noche, cuando ninguno de los dos podía dar marcha atrás, con cientos de invitaciones entregadas, amigos, conocidos, socios y trabajadores, reunidos con un solo fin: festejar la boda del único hijo del patrón. —Sonríe cariño —Agustín le susurró al oído. Adriana se sentía temerosa de dar el siguiente paso. Amaba a Gabriel y la verdad ya no era un secreto para Delia y Agustín, de alguna manera ellos habían descubierto su secreto “Si lo amas, date una oportunidad cariño” cerró los ojos con fuerza, respiró profundo, mientras la marcha nupcial se hizo escuchar en la iglesia del pueblo. Adriana caminó lentamente hacia el altar del brazo de Agustín. Era el día de su boda, el momento que debía ser el más feliz de su vida porque se casaba con el hombre que amaba ¿A quién quería engañar? Puede que para los presentes todo esto era real, pero ella sabía la verdad y era consciente  que solo sería una esposa falsa para Gabriel. Que no era ella la mujer que él amaba; que no era ella, la mujer que ocupaba sus pensamientos. Adriana observó detenidamente a Gabriel, al final de pasillo, vestido con un traje n***o muy elegante y una pulcra camisa blanca, un pequeño lirio prendido en el saco en el lado izquierdo justo encima de su corazón. Su cabello n***o azabache, su barba con corte de candando que le hacía ver divinamente hermoso. Adriana sonrió, estaba segura que ahora mismo era la envidia de muchas chicas del pueblo que soñaron con ocupar el lugar que ahora ella tendría en la vida de Gabriel, sería legalmente su esposa, pero nada más. Gabriel había querido debatir la decisión de sus padres de llevar a cabo una ceremonia  religiosa, pero no pudo decir nada y no quería levantar sospechas al negarse, en todo caso Adriana era muy consciente, que solo estarían unidos por papeles y nada más. Sonrió al mirar a Adriana caminar hacia él del brazo de Agustín, su padre parecía feliz y complacido, podía verlo en la luz de su mirada y Adriana tan hermosa con su vestido blanco, parecía una princesa sacada de un cuento de hadas. Adriana extendió la mano para tomar la de Gabriel entre las suyas, el anillo de compromiso de la familia Esquivel brillo en su dedo. —Te ves hermosa —Gabriel susurró besando la mano de Adriana. Adriana sonrió, sabía que Gabriel solo estaba cumpliendo su papel de novio enamorado y de alguna manera le entristeció la verdad. —Tú no te quedas atrás. Soy la envidia del pueblo esta tarde —Adriana respondió de manera suave casi un murmullo, que no escapó de los finos oídos de Gabriel. —Gracias Adriana —Gabriel susurró demasiado, cerca del oído de Adriana, provocando que un escalofrío recorriera su espalda. —La mitad de la Finca lo valen —Adriana, sabía muy bien que su comentario estaba fuera de lugar ¿Pero qué otra opción tenía? Había aceptado la farsa y lo mínimo que podía hacer era proteger su corazón. La boda transcurrió tal cual fue planeada por los padres de Gabriel, después de salir de la Iglesia subieron al carruaje, dos hermoso caballos fueron su transporte de regreso a la Finca, donde se llevaba a cabo la fiesta. Había marimba, cohetes, bombas y juegos pirotécnicos en el momento que descendieron del carruaje, los invitados estaban esperando por ellos. Recibieron felicitaciones por parte de todos y cada uno de los invitados, los obsequios se apilaron por montones… —Felicidades Gabriel, te llevas a la mujer más hermosa del pueblo — Rosendo del Rincón el alcalde del pueblo felicitó a Gabriel, lamentando que la novia no fuera su hija. Mientras a Gabriel no le hizo mucha gracia el comentario del alcalde. —Gracias señor Alcalde —Gabriel sonrió, no sabía si de alegría de no haberse emparentado con Rosendo o porque realmente se sentía feliz. —No tienes nada que agradecer, por favor recibe mi humilde regalo —Rosendo sonrió, como quien se sabe con el poder. —Un regalo para tu hermosa esposa —El hermoso pura sangre relincho cerca, los invitados se apartaron para dejarlo pasar. —Es hermoso —Adriana sentía una pasión desmedida por los caballos y ese ejemplar era simplemente perfecto. —Lo es Adriana, su nombre es Relámpago y te aseguro que no encontrarás ninguno como él, en toda la región —Rosendo estaba orgulloso de su regalo. —Es un gran regalo —Gabriel dijo había borrado la sonrisa de su rostro, preguntándose el motivo de semejante regalo. —Lo es, digno de la nueva señora Esquivel —sonrió, Adriana correspondió por educación dicha sonrisa, sintiéndose incómoda con el intercambio de palabras de ambos hombres. Después del incómodo momento que los invitados parecían no recordar, la fiesta continuó entre comidas típicas y licor para quien lo deseo. Gabriel extendió su mano hacia Adriana, caminaron hacia la pista tomados de las manos, rompieron el baile, con el vals del Emperador, minutos después la pista fue abarrotada por las parejas invitadas. Adriana no tenía idea de la hora que era, estaba cansada, mientras los invitados continúan bailando y bebiendo, quería arrancare el vestido y lanzarse a la cama, dormir, dormir hasta que su cansancio desapareciera. —¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! —Adriana abrió los ojos ¿Qué se había perdido? ¿Cómo los invitados habían terminado pidiendo un…? Gabriel sonrió, estaba tenso, en la iglesia le había dado un corto beso, un roce de labios y nada más, nada que no hubieran hecho antes, mucho tiempo atrás cuando aún eran casi niños. —¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! ¡Beso! —Gabriel observó a su madre al frente de todos gritando, suspiró, tomó a Adriana de la cintura y pegó su cuerpo contra el de Adriana, en un rápido movimiento. —No se te ocurra Gabriel Esquivel —Adriana susurro. —Solo un beso, Adriana —Gabriel no espero una respuesta por parte de su esposa. Besó los labios de Adriana. Lo que debió ser un beso corto, un roce de labios, se convirtió en un beso  apasionado y caliente, cuando Adriana abrió los labios correspondiendo el beso. Adriana se separó de Gabriel cuando los aplausos rompieron el momento mágico entre ellos, dándose cuenta del error cometido. —¿Pretendes reclamar tus derechos de esposo? —Adriana intentó bromear, su rostro ardía de vergüenza, mientras el deseo recorría cada parte de su cuerpo. —Si prometes besarme de esta manera, no dudes que lo haré —bromeó. Gabriel sintió el deseo arder en su interior, nunca, jamás en la vida pudo imaginar lo que un beso de Adriana podía ocasionar en él, su cuerpo quemaba debido a la pasión que había despertado. —Sueña Gabriel, que no cuesta nada —Adriana se alejó con una sonrisa que contradecía todas las emociones que estaban naciendo en su interior, las piernas le temblaban ante aquel beso arrollador, su corazón latía deprisa como un caballo desbocado. Gabriel, solo pudo contemplarla en silencio, mientras se alejaba de él ¿Qué había sido eso? Llevó los dedos hacia sus labios, aun podía sentir el calor de Adriana sobre ellos. ⧓⧓⧓⧓⧓ Adriana arrojó el velo de novia sobre la cama, sus manos temblaban, el beso de Gabriel la había desarmado completamente. Con manos temblorosas luchó para bajar el cierre del vestido. El vestido que se supone el novio debe quitar en la noche de bodas. —Déjame ayudarte —Gabriel, caminó detrás de ella. No había podido permanecer quieto después de lo ocurrido y fue a su encuentro. —Gracias Gabriel, prefiero que no me ayudes, y te marches —Adriana no se giró, porque no era capaz de mirarlo a la cara sin desear probar sus labios de nuevo. —Por favor —Gabriel se acercó a pesar de la negativa de Adriana. Sus dedos temblaron cuando el cierre fue cediendo poco a poco, y la piel de la espalda de su esposa quedaba a la vista. Se mordió el labio, cerró los ojos para no ver. Adriana tenía la piel más suave que había acariciado. —¿Qué haces Gabriel? —Adriana se apartó apenas sintió los dedos de Gabriel tocar su piel, su columna vertebral sufrió un escalofrío de placer, al que se negaba a ceder. Estaba enamorada y puede que incluso estuviese dispuesta a dar lo mejor de sí para ayudar a Gabriel, pero no era idiota, una cosa era ser su esposa falsa y otra muy distinta entregarse a él, sabiendo que estaba enamorado de otra mujer. —Adriana yo…— ¿Qué iba a decir? No tenía justificación para lo que acababa de hacer, pero la piel de Adriana le llamaba a gritos, moría por sentir la suavidad de su cuerpo ¿Moría? Se alejó dos pasos asustado del pensamiento que cruzaba su mente. —¿Qué? —Adriana no quería tener ilusiones, ni sentir deseos por Gabriel. Entre su corazón y su mente se desató una lucha de titanes, temiendo que su corazón enamorado venciera a la razón… —Perdóname, pero necesito esto, tanto como respirar —ella, no tuvo tiempo de preguntar a lo que se refería. Gabriel giró su cuerpo tan rápido que sus labios se juntaron en beso, lleno de pasión y deseo, un beso capaz de calentar su cuerpo y de enfriar su alma… —No soy Ágata, no soy la mujer que amas Gabriel —Adriana sintió el frío de la ausencia en sus labios, dos segundos después Gabriel salió de la habitación dejándola sola…
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