Primer Capítulo.

1530 Words
01. El aroma a alcohol, tabaco, nicotina y otras sustancias psicoactivas, inundaba las fosas nasales de la adolescente que trataba de que no le dirán arcadas por la combinación de aquella combinación poco placentera. Ella había intuido que sería una pésima idea haber venido a la fiesta donde la lujuria y otras sustancian inundaban el recinto. Si sus padres se llegasen a enterar de que había venido a aquel lugar, probablemente la castigarían de por vida. —¡Olivia! —escuchaba como Barbara, su mejor amiga la llamaba desde el lugar donde estaba atestado de adolescentes hormonales. Olivia detuvo sus pasos, tratando de encontrar a su amiga entre la multitud, encontrándola al lado de un par de parejas que ya debían buscarse un lugar más privado. —¿Por qué te iras ahora? —le preguntó en una exclamación, esperando ser escuchada a través del ruido estremecedor de la música electrónica. —Babi, sabes que no me gusta esta clase de... reuniones —respondió, encogiéndose de hombros—. Además, el ambiente no es lo mejor, ¿acaso esto también es una clase de motel? —le preguntó retóricamente señalando a una de las parejas que se tocaba de forma bastante privada. Barbara le había prometido a Olivia una tarde en donde estarían tranquilas, jugando juegos de mesa, quizás ver la película de El Diario de Briget Jones, algo completamente diferente a lo que veía Olivia en aquel momento. Su amiga no solía mentirle, por eso le había creído. Hubiese preferido quedarse en casa, haciendo todas aquellas actividades prometidas, sola en la comodidad de su cama. —Perdóname, pensé que no era una fiesta, sabes que yo no te mentiría —respondió Barbara, parpadeando rápidamente y regalándole una pequeña sonrisa a su mejor amiga. —Quiero irme —volvió a decir Olivia, cruzándose de brazos y observando todo a su alrededor—. No me siento cómoda, lo sabes. —Está bien —respondió suspirando Barbara—. Aunque deberías considerarlo, ese bombón de la esquina no te ha quitado los ojos de encima —señaló con su cabeza en dirección a un joven moreno, que al ver que Olivia lo observaba, levantó la botella de cerveza en forma de saludo. Finalmente, aquel joven se levantó del taburete en el que estaba sentado y caminó ahora con dos bebidas en sus manos en dirección a las dos adolescentes que le observaban, una con nerviosismo y la otra bastante emocionada. Olivia al instante comenzó a temblar un poco por el nerviosismo, solía sucederle cuando un chico apuesto quería entablar una conversación con ella, no precisamente de las asignaturas o tareas que tenían que entregar para las clases del siguiente día. —Hola, ¿cómo estás? —el joven le saludó con una gran sonrisa, logrando ahora sonrojar a Olivia, y a Barbara simplemente la emocionó. —Hola... —respondió Olivia en un saludo vago, no era que ella quisiera ser cortante precisamente, sin embargo, prefería irse de allí en ese momento antes de que los nervios llegasen a traicionarla y pudiese hacer el ridículo. —¿Quieres tomar un trago? —le preguntó y Olivia de inmediato se negó—. Uh, ¿entonces prefieres bailar? —volvió a ofrecerle un acercamiento y la joven volvió a negarse. —No puedo dejar a mi amiga sola —respondió ella, volteando a ver al lugar en donde se encontraba Barbara. Sin embargo, ella ya no se encontraba allí, ahora su mejor amiga estaba bailando con un gran grupo de personas su canción favorita del momento—. Oh, ella... —balbuceó Olivia al darse cuenta de que su amiga la había dejado completamente sola. El joven se acercó a ella y sin ningún escrúpulo posó la palma de su mano derecha sobre su cintura, logrando que Olivia saltará sorprendida sobre el lugar. Levantó su mirada, observando aquellos ojos obscuros que le miraban con picardía, antes de que finalmente perdiera su espacio personal. De inmediato, Olivia al percatarse de los pensamientos de aquel joven, tomó una de las botellas que reposaban en mano ajena y vació su contenido sobre el cuerpo del hombre, logrando que se apartara y dejase de tocarla. —¡No se atreva a tocarme, maldito imbécil! —le reprochó con el colera marcando sus genuinos rasgos. Las personas que estaban allí bailando se percataron de la situación y comenzaron a observar la escena intrigados. El hombre al que había abofeteado Olivia, ahora la observaba con enojo, la joven pasó saliva fuertemente, no sabría cómo reaccionaría aquel hombre. Aun así, no pensaba haberse dejado tocado más por algún desconocido, y si algo le llegase a pasar, había muchas personas a su alrededor observando. —Perra... —fue lo único que pudo murmurar el joven, tratando de limpiarse como fuera la camisa con sus manos y tratando de arreglarse el peinado arruinado por la cerveza en su cabello—. Eres una maldita perra. —No vuelva a tocarme —le bramó Olivia, frunciendo su entrecejo, sin cambiar su posición de refutación. En ese momento, Barbara se acercó a su mejor amiga, viendo con desaprobación a aquel joven que se limitó a bufar y retirarse de la escena. De inmediato Oliva giró para enfrentar a su amiga con una ceja levantada, en demostración de enfado. Su amiga le sonrió y trató de animarla, entregándole una botella de gaseosa. —Perdón. Tienes razón, este lugar no es bueno para ti, apenas vi lo que sucedió vine a golpearlo, pero te encargaste con mucho estilo, te felicito Oliv —le dijo Barbara, entregándole la bebida, que, aunque, Olivia estuviese muy enojada con ella por haberla dejado sola con aquel chico, aceptó. —Me debes más de una gaseosa para que te disculpe Babs —respondió Olivia, comenzando a beber la gaseosa—. Espero que hayas disfrutado mucho la fiesta, pero lamento decirte que en serio después de todo, quiero irme a descansar. —Uh, lo hice. Además, si me voy a ahora no me perderé mucho, no hay ningún chico lo bastante guapo para que siquiera pueda darle la hora —le contestó ella—. Vamos por nuestros abrigos y te gasto un Kebab. Al momento en que se dirigieron al lugar en donde quedaba el perchero donde colgaban cientos de abrigos y chaquetas, el cual quedaba bajo las escaleras que llevaba a la segunda planta del hogar de uno de los chicos populares del instituto, fue cuando escucharon un fuerte grito proveniente de arriba. Olivia de inmediato volteó a ver a su amiga mientras se ajustaba la chaqueta. —¿Qué fue eso? —le preguntó Olivia intrigada, y al parecer su mejor amiga le restó importancia. —¿Sabes cómo se hacen los bebés, Oliv? —le preguntó con tono jocoso, haciendo que Olivia girara los ojos fastidiada por aquella respuesta—. He ahí la respuesta a tu pregunta, por eso nunca hago fiestas en mi casa. Literalmente cualquier rincón de la casa se vuelve un motel. Olivia carcajeó por aquel comentario, y esperó a que Barbara se pusiera sus guantes y el gorro de lana para estar lo suficientemente protegidas de la ventisca. No obstante, de nuevo se escuchó un grito bastante prominente, tanto, que sobresalía de la música. —Oh, Dios, ese hombre la debe estar matando —comentó Barbara antes de soltar un bufido y finalmente terminó de alistarse—. ¿Estás lista? —le preguntó a Olivia, y ella asintió vehemente—. Bien, vamos a esa tienda árabe que estoy que muero del hambre. Cuando pasaron por el lado del final de las escaleras, fue cuando vieron a una chica bajando estas con rapidez. Su ropa lucía un poco rasgada, su rostro mostraba el pánico que sentía y su cuerpo temblaba. Por inercia, Olivia y Barbara se quedaron a la espera, ambas preocupadas por su condición. —Eh, chica, ¿estás bien? —le preguntó Barbara cuando ella bajó finalmente a la primera planta— ¿te han hecho algo? ¿llamo a la policía? —la joven miraba a su alrededor, y con impaciencia a las escaleras, como si tuviera miedo de que alguien llegase a bajar de allí. —Él... él está aquí —balbuceó en respuesta, observando a las mejores amigas, quienes estaban bastante confundidas. —¿Quién? ¿Te ha hecho daño? —esta vez le preguntó Olivia, analizando unas cuantas lagrimas que caían sobre las mejillas ajenas. monstruo —respondió—. Váyanse de aquí ahora, váyanse a su casa, no es bueno que estén aquí... y tengan mucho cuidado —dicho esto, se retiró y se adentró entre la multitud de personas que seguían lo bastante ocupadas en sus propios asuntos como para darse cuenta de lo que había sucedido. Olivia de inmediato entrelazó su mano con la de Barbara, ella siempre había sido bastante nerviosa y al no poder comprender a su cabalidad qué era lo que estaba ocurriendo, la carcomía aún más. Barbara por su parte, jaló a Olivia decidiendo retirarse del lugar de inmediato. —Vámonos de aquí antes de que pierda la cabeza —dijo Barbara cuando subieron a su camioneta y encendió esta para prender la calefacción—. Creo que todos están lo suficientemente drogados para comenzar la paranoia, tenías razón, Oliv, es mejor quedarse en casa y ver una buena película de comedia romántica antigua. Dalo por hecho. Entonces, ¿comida árabe? —Mierda, Babs... lo que ha dicho esa chica me ha dejado helada —respondió Olivia, frotando las palmas de sus manos para entrar en calor mientras Barbara se encargaba de conducir el coche—. ¿Crees qué es verdad? —le preguntó, aun conmocionada por la actitud y palabras de la desconocida. —Respóndeme esto, querida Olivia, ¿en qué pueblo estamos? —le preguntó y, ella misma se respondió—. Estamos en Shaftesbury, un pueblo que ni siquiera aparece en el mapa o que algo interesante llegue a pasar. Tranquila, más bien, apostemos quién se indigesta primero esta noche.
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