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EmeraldLand: El Protector de Sarah

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¿Te has preguntado cómo sería tu vida si tuvieras el poder de cambiarla?

Sarah Brandon, tiene una vida aparentemente normal. O eso cree ella.

Su familia la trata como basura y eso a ella no le importa, solo trata de buscar su lugar en el mundo, como toda chica de 18 años. Estudia, va a fiestas, tiene responsabilidades pequeñas, pero…

¿Y sí eso no es lo que realmente es?

¿Y sí es una bomba de tiempo que sí no se detiene podría causar grandes problemas?

Sarah no tiene idea, pero existe una parte de ella que no conoce y solo una persona deberá protegerla y hacerla recordar para que asuma su destino y regrese al lugar al que pertenece.

Antes de que la atrapen y sea demasiado tarde…

Arriésgate a lo desconocido y vive esta aventura con ella…

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Capítulo 1 — Nick…
Se supone que una vida, un ser humano, es un regalo del universo. Un pedacito de felicidad, una nueva razón para esforzarse aún más…, en fin, todas esas palabras bonitas que te dicen cuando un pequeño ser viene al mundo. Estoy empezando a creer que todas esas palabras aparentemente bonitas que te dicen son puras hipocresías, que solo lo dicen para quedar bien con los nuevos padres. ¡Qué hipócrita es el mundo! Lo pienso todos los días. Las personas te quieren en ese pequeño y corto momento de tu vida, pero a medida que vas creciendo, te van dejando a un lado y también dejan a un lado todas esas pequeñas cosas que te hacían feliz; un saludo, un beso en la mejilla cada mañana o simplemente una sonrisa. Todas esas pequeñas cosas van quedando en el olvido a medida que creces. Luego llega ese momento que nadie quiere esperar: La rebeldía. Las ganas de estar solo, porque es lo único que conoces, lo único que sientes. Entonces, cuando la pequeña bomba explota, solo existe un culpable. El joven, pero… ¿Quién es el verdadero culpable? ¿El joven que creció sin el suficiente amor, cariño y menos de una pizca de atención? O ¿La familia que olvidó como amar a un pequeño ser que nunca necesitó lujos, ni dinero; solamente necesitaba un poco de amor y atención?   *   La adolescencia, ese momento donde tienes que descubrir quién eres, cuál es tu lugar y cual será tu lugar en el mundo. Personalmente esta es la peor época de la vida. Todos te juzgan, es como si las personas estuviesen esperando que realices el mínimo error para apuntarte con el dedo. Si ya es malo en el colegio con las constantes críticas de tus “amigos”, imagínense si tuviesen una familia como la mía. Donde todos los días se escuchan gritos, citicas e insultos, pero no, no entre mis padres, prima o tíos. Todo eso va dirigido a una sola persona… a mí. ¿Y saben que es más estúpido? Que aun así, a pesar de todo, siempre intento ser la mejor solamente para conseguir un mínimo reconocimiento de mi familia, pero no… nunca lo consigo. Duele… duele ser a la que siempre ignoran, pero que siempre critican. Soy como su piñata personal. Todos la quieren, pero solamente para poder ser el primero en romperla. Así me siento yo, como una piñata, todo el tiempo golpeada para el disfrute de los demás. Constantemente escucho muchas palabras como: ¡eres una estúpida!, te quedaras sola, nadie va a jugársela por ti. Palabras hirientes que vienen hacia mí con un solo objetivo… lastimarme. ¿Cómo puedo si quiera pensar en un buen futuro para mí? Sin embargo muchas veces que me encerraba en mi habitación a llorar, me juraba a mí misma que no les iba a dar el gusto de verme derrotada, nunca les iba a dar el gusto de decirme: ¡Te lo dije!. Yo quería ser alguien importante en la vida. Una gran doctora o una gran escritora y quería que todo mi esfuerzo en el colegio valiera la pena y de ninguna manera iba a dejar que nadie me estropeara de esa manera. De todos modos ya no había ninguna cosa que romper.   *   Me tengo presentar con ustedes. Mi nombre es Sarah Brandon, tengo 18 años y mi misión en el mundo es sufrir hasta morir… bueno tal vez estoy exagerando un poco, pero hasta los momentos eso es lo único de lo que estoy segura. Acabo de salir de la secundaria y aún estoy esperando mi admisión a la universidad. Aunque estoy un poco desanimada, todos mis amigos ya recibieron sus cartas de admisión y yo soy la única que no la ha recibido. He estado visitando varios lugares donde tengo que entregar mis papeles para ver si pueden darme una carta en alguna universidad, pero hasta los momentos no he tenido suerte. Solo ten paciencia Sarah… Escucho a mi mente decirme eso todas las veces que algo me sale mal. Sin embargo nunca borro mi sonrisa de la cara y me comporto con los trabajadores de mi proceso de admisión con mucha educación, aunque por dentro quiera romperle a cada uno sus cuellos. La llegada a mi casa no hace que mi día mejore. — ¿Cómo te fue esta vez? — Pregunta mi madre toscamente. Ignoro su tono y miro a otro lado. — Igual, tengo que esperar que me llamen. — ¿Por qué será que tú eres la única que no ha recibido su carta? — Pregunta sarcásticamente. Me encojo de hombros.  — No lo sé… voy a cambiarme. Me giro para irme a mi habitación y de nuevo mi madre habla: — Hasta Amary consiguió su carta… ¿Es que ni siquiera sirves para entrar a la universidad? Intento ignorar su comentario y sigo mi camino hacia la habitación. Ni me molesto en saludar a nadie. Cierro la puerta de mi habitación apenas entro. Me había prometido no llorar por las cosas hirientes que me decía mi mamá, pero cuando alguien te dice que no sirves para nada es un poco difícil sonreír y caminar como si nada. Me siento en el suelo y dejo que las lágrimas corran por mis mejillas, quería sacar toda mi rabia y esta es la manera más inocente de hacerlo. No recuerdo cuanto tiempo estuve ahí llorando, solo sé que me detuve cuando mi celular vibró. Un mensaje. Hago una mueca al ver de quien se trataba… Grace. Grace era mi mejor amiga en la secundaria y digo era porque nuestro último año se distanció mucho de mí para estar con su nuevo grupo de amigas y después de la graduación, se comportaba como si fuese la persona más importante del mundo, eso me molestó bastante y decidí apartarme de ella. Aún seguimos siendo amigas, pero no de la misma manera que antes.   Fiesta en casa de Lily. ¿Vienes cierto? Visto.   Tecleo rápidamente, tal vez una distracción sea buena para mí.   Si, será divertido supongo. ¿Hora? Visto.   Un minuto después llega su respuesta.   08:00 pm. ¿Nos vemos? Visto.   Sí, nos vemos. Visto.   Me levanto, me cambio y salgo a comer, donde tuve que aguantar otra dosis de críticas esta vez cortesía de mi familia completa. Pero si quiero ir a esa fiesta debo tragarme mis pensamientos. Después de limpiar los platos sucios me acerco con miedo a mi mamá: ¡Esto es ridículo! ¿Quién rayos le tiene miedo a su madre? — Ehh… hay una pequeña fiesta en casa de Lily por su cumpleaños, ¿puedo ir? Ella me mira de reojo. — ¿Por qué yo haría eso? — Quiero ir, por favor. Solo será un momento, te prometo regresar temprano. Ella lo piensa un momento y después de suspirar pesadamente, dice: — Está bien Sarah, pero sí de casualidad se te ocurre echarla a perder y quedarte embarazada, ya sabes que aquí no te quedas. Ni me molesto en contestar. Solo asiento y me voy a mi cuarto a prepararme. Esa clase de comentarios los escuchaba cada vez que salía. Mi abuela, mi tía y creo que hasta la familia lejana apostaban el tiempo que tendría antes de quedarme embarazada en alguna de mis salidas con mis amigos. Aunque de alguna manera, escuchar esas cosas todos los días te vuelve un poco inmune. Después de ducharme, me coloco unos vaqueros ceñidos a la cintura, una sencilla blusa roja de tirantes, encima una chaqueta de jean corta para complementarlo y unos zapatos sin tacón rojo fuerte. Mi cabello lo dejo suelto, dejando que unas ondas caigan por mis hombros. Está muy largo, casi llega a la cintura, pero no tengo intención de cortarlo. Lo amo así. Me maquillo al mínimo. Solo un poco de mascara para pestañas y pintura de labios rojo. Me siento bien estando lo más natural posible y no una Barbie, convirtiéndome en lo que toda mi familia piensa de mí. Antes de salir de casa y después de unas cuantas advertencias más. Camino rumbo a la calle con la intención de caminar un poco antes de tomar un taxi. Por suerte donde yo vivo tengo buena reputación y todos me conocen, por lo que me puedo mover con tranquilidad. Unos 10 minutos después paro un taxi y le indico la dirección de la casa de Lily. No era amante de las fiestas, pero Dios sabía que si no iba, primero, tendría que seguir escuchando los comentarios ácidos de mi familia y segundo mis amigos me matarían por no asistir al cumpleaños de una de mis amigas. Le digo al conductor que me deje dos cuadras antes de la casa de Lily, porque justo ahí, hay una pastelería y quiero regalarle uno de sus dulces favoritos. Le pago al conductor, le agradezco y bajo del taxi. La calle está un poco sola, pero como conozco la zona no me preocupo. Me adentro en la pastelería y hago mi pedido. Me dicen que espere unos minutos, por lo que voy a sentarme en una de las mesas cerca de la ventana. Estoy tan absorta en mis pensamiento que no me doy cuenta que alguien está agitando una cajita en mi cara. Me ruborizo por completo. — Creo que esto es tuyo. Frunzo el ceño. — ¿Disculpa? — Comento confundida. — Tu pedido, la chica estuvo llamándote un buen rato, pero yo le dije que te lo entregaba. Parecías muy concentrada con tus pensamientos. Sonrío y me ruborizo avergonzada de nuevo. Me imagino a la dependiente llamándome y yo como una estúpida viendo hacia la ventana. — Oh, muchas gracias y… ehh… disculpa la molestia. — De nada, no te preocupes. — Sonríe — Soy Nick. Le sonrío y me presento igualmente. Es un chico muy lindo, tal vez un par de años mayor que yo, pero sin duda muy lindo. Cabello n***o como la noche, corto, puedo notar que sus ojos son de un hermoso y profundo azul brillante, alto, muy alto, quizás unos 1.85 o 1.90 y una sonrisa encantadora. — Mucho gusto Sarah. ¿Ya te vas? Asiento levemente. — Si, voy a una fiesta y esto, — Agito la cajita en su cara — es el regalo. Él se ríe en voz alta, provocando mi risa igualmente. — Ojala fuese mi cumpleaños, si alguien me regalara dulces sería el hombre más feliz de mundo. Sonrío de acuerdo con él. — Y yo. — Nick me devuelve la sonrisa — Quiero decir, yo sería la mujer más feliz del mundo si tuvieses dulces en mi cumpleaños, sobretodo chocolate. ¿Por qué estoy tan nerviosa? — Entiendo, no te preocupes. No sé por qué estoy tan nerviosa, pero tengo que admitir que Nick es muy lindo y agradable, así que no dudo en preguntarle: — ¿Vives por aquí? Él niega lentamente y siento una punzada de decepción dentro de mí. — No, estoy visitando a… alguien. — Mmm… bueno, yo tengo que irme. Es tarde. — Me levanto de la mesa y extiendo mi mano hacia él — Un placer conocerte, Nick. Él la estrecha con gusto. — Igualmente, Sarah. Pásala bien y ten mucho cuidado… Sonrío de vuelta y camino hacia la salida. —…Sobre todo con Taylor — Escucho un murmuro. Me giro para ver por qué lo había dicho, pero Nick ya no estaba. Se había ido. ¿Qué raro? Pienso.  

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