ARGUMENTO:

1390 Words
Isla de Nafsika , Grecia Clara, ya no sentía miedo. Al contrario quería que llegara el final. Siempre supo que todo aquello terminaría mal, cuando vio en la mirada desquiciada de Rebeca Jones, el odio sin razón aparente hacia ella. En ese momento, era una mujer casi muerta, mutilada que ya no valía nada. Un cuerpo sin alma, porque había sido arrancada desde la raíz. Estaba siendo arrastrada por uno de los gorilas de su ahora dueño. Iba sucia, descalza y bañada en sangre solo en una tanga azul y un jersey cuello alto verde, que se notaba que había tenido mejores épocas. Sin embargo ella no dejaba de luchar contra el gran hombre que la sostenía.  Hasta que el hombre se fastidió y le dio un golpe en la cabeza que casi la desmayó. ―Disculpa Ágora ―dijo el hombre―. Pero realmente esta basura no nos sirve, creo que nunca llegó a ver tiempos mejores. La mujer suspiró negando con la cabeza. ―Tal vez tengas razón pero, quizá se reponga. Vamos a darle un tiempo más, en realidad es muy hermosa, y de verdad deseo sacarle un buen provecho. . El hombre ladeó la cabeza. ―Sin embargo, es una pérdida. No creo que dure mucho tiempo más, prácticamente se está desangrando. Ágora se giró hacia el hombre que la acompañaba. ―Perdone señor Davis ―bajó la cabeza a modo de disculpa―. Ya usted sabe cosas del oficio. Por  eso lamento, y estoy muy apenada de que haya venido hasta aquí en vano. Ya que se suspendió la subasta por motivos de seguridad. ―¡Oh! No se preocupe ―el hombre de manera caballerosa tomó la mano de la mujer que aparentaba ser joven, pero sabía que estaba muy cerca de los cincuenta años  de edad, para darle un beso sonoro―. Puede llamarme Jack, no es necesario hacerlo por mi apellido. Porque espero convertirme en uno de sus clientes regulares, ya que he comprobado cada una de las recomendaciones que me dieron de ustedes,y me parecen la mejor opción para adquirir mis gustos más excéntricos. En ese momento Clara que estaba en el suelo vomitó un líquido verdoso transparente. ―¡Que asco! ―exclamó Ágora indignada―. Sácala de aquí, creo que tienes razón no durará mucho tiempo. El hombre solo asintió con la cabeza y salió rápidamente de la estancia, llevando a Clara con él.  ―¿Hace tiempo que adquiriste a esta chica? ―preguntó Jack con curiosidad. Ágora hizo un gesto con la mano. ―No, para nada ha llegado esta mañana ―se colocó la mano en la boca, para espantar un poco el olor a vómito―. Fue un regalo que nos han hecho, pero creo que es una pérdida de tiempo, lo mejor será deshacernos de ella ―le tomó del brazo con mucha confianza―. Pero usted no se preocupe, debe disfrutar su estancia aquí. Es lo más que podemos hacer por nuestros clientes para disculparnos. ―Le seré muy sincero, tenga usted subasta o no. Quiero comprar alguna cosa de su suculenta mercancía. ―Pero no puedo hacer eso; como le he dicho. La subasta ha sido cancelada hasta nuevo aviso ―Ágora estaba un poco abrumada por la insistencia del caballero. ―Pero eso no implica que ustedes dejen de percibir una muy buena cantidad de dinero. Específicamente unos cincuenta millones de euros. La mujer mayor parpadeó al escuchar aquella cifra, y sonrió como el gato cheshire. ―Al parecer está usted muy decidido a hacer negocios con nosotros. Por esa suma de dinero; veré que puedo hacer por usted. ―Por ahora, solo quiero que me muestre la hermosa mercancía.  Jack acompañó a Ágora hasta el salón donde habían más de veinte chicas entre diecisiete y veintidós años. La observó a todas con detenimiento. Viendo que estaban limpias y bien cuidadas. ―Muy buena mercancía Ágora ―manifestó Jack al girarse a ella―. Quiero cinco de estas chicas. Los ojos de Ágora brillaron, porque para ella fue una negociación inesperada, vio cuando él se colocó el dedo índice sobre la boca, y dio golpecitos. Era como si estuviera tomando una decisión; al final habló:  ―Deseo, estas cuatro y la moribunda. La mujer en ese momento se quedó sin palabras. ―Pero ella está agonizando, Jack. No puedo permitir que hagas una mala inversión. Nuestro prestigio está en juego. ―Por eso mismo; quiero tener el privilegio de verla morir ―inquirió con una pizca de maldad en sus ojos―. Quiero ver su última respiración, que está próxima a llegar. En ese momento, ella entendió perfectamente. ―No puedo hacer eso. Ella es mercancía dañada. ―Realmente, no me importa ―él le sonrió―. No quiero que pienses, que pediré algún tipo de descuento Pienso de manera muy diferente, y si ella ha sido un regalo. Pues, que te impide obtener una buena ganancia, que sencillamente no está en tu presupuesto. A ella no le pareció tan mala la idea, le caía bien Jack. En el fondo tenía mucha razón. Ella y Rodolf podían decir que no había resistido y que había muerto y el dinero repartirlo entre los dos. ―De acuerdo ―lo miró seria―. Pero el pago por esa perra infeliz, será en efectivo y nadie puede saber que hicimos este negocio. ―Tenemos un trato mi querida Ágora ―Asintió Jack, quien nuevamente la tomó de la mano y la beso.                                                                     Cerca de las cuatro de la tarde; el señor Jack Davis tenía sus chicas. Rudolf el gorila traía en su hombro envuelta en tela sintética a Clara. ―Le traje de esta manera ha sangrado mucho ―le informó Rudolf a Jack― ¿Está usted seguro de que aún la quiere? Porque yo no creo que ella aguante mucho. Tal vez no pase esta noche. ―Tranquilo, hombre ―le palmeó el hombre―. De eso justamente se trata, de verla morir. Rudolf se echó a reír reconociendo la perversión, y Jack le entregó un maletín con ochocientos mil euros que pagaba por la moribunda. Las puertas del avión privado se cerraron. Corriendo Jack se acercó a Clara, le destapó un poco la cabeza. ―Ken... ―las lágrimas corrían por su rostro de alivio―. Me encontraron… ―No hables, Clara resiste, solo tienes que hacer eso  ―en su voz reflejaba angustia. ―¡Harry! ¡Maldita sea! ―gritó, era el médico de su equipo, quien se acercó enseguida―. Haz algo, por favor, está muy mal. ―Ella no aguanta las horas de vuelo hasta Estados Unidos, Ken ―le revisaba el pulso―. Si quieres salvarla tenemos que desviarnos. ―Dile a Bash que nos desviamos a España, que es lo más cerca que tenemos —ordenó. ―Como ordenes, llegaremos a España en dos horas y cuarenta y dos minutos ―inquirió Harry―. Lo único que puedo por el momento es vitamina K, cada veinticinco minutos. Para detener un poco la hemorragia hasta que lleguemos. ―¿Estas escuchando Clara?  Descansa, pronto estarás en casa —acarició el cabello de la joven.  Ella lo tomó del brazo para detenerlo. ―Júrame que no le dirás nada a Ethan ―le pidió ella—. Tampoco le digas en qué condiciones me encontraste, júralo, Ken ―insistió. ―Clara, no puedo hacer eso... ―negando con la cabeza―. Él es mi amigo.   ―Y yo estoy muriendo ―gimió del dolor― ¡Jura qué le dirás que morí!    ―Te vas a recuperar, ¡joder! ―exclamó Kendrew. . ―No, ya no tengo tiempo… y te estas tardando mucho para darme  tu respuesta. Ken Masculló una maldición. ―Ethan me arrancará los cojones si te pasa algo ―la regañó―. Ahora, por lo que más quieras  mejorate; y te juro que no le diré nada. Ella como pudo sonrió y cerró los ojos. Descansaría, para recobrar las fuerzas que iba a necesitar más adelante. Aún  no tenía un plan elaborado, pero se iba a vengar.  «Aún respiro, aún siento. Porque estoy viva», fue su último pensamiento hasta que la oscuridad la reclamara.   
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD