Prefacio

466 Words
                                                                                     E p í g r a f e                                                "El amor nació de la muerte, condenándola a la perdición."                                                                                                La sangre manchaba mi ropa, pero era lo que menos me importaba en ese momento, la persona que más amaba en el mundo se estaba desvanecía de mi lado, la estaba perdiendo y no podía hacer nada más que ver como moría frente a mí. La vida poco a poco se perdía de sus ojos y un charco de sangre se dibujó a su alrededor cuando cayó de rodillas sin poder aguantar más su cuerpo, su dolor, nuestro dolor. Grité, grité tanto que mis cuerdas vocales dolían, me había acercado tan rápido como me fue posible apenas escuché el disparo, su rostro lentamente iba perdiendo color mientras el tiempo se iba. Mientras la vida nos abandonaba. Porque yo también me estaba quedando sin vida. El asesino seguía ahí, mirando como lentamente moría una parte de mi corazón. Sonrió con satisfacción, sonrió porque nos había vencido, sonrió porque ahora iba hacer lo mismo conmigo, habíamos sido tan estúpidos al creer que lograríamos salir de esto con vida, que después de tanto miedo y dolor seríamos felices. Habíamos sido tan tontos de imaginar que podíamos pasar de una pesadilla a un sueño. — ¡No! —grité, acercando su cuerpo inerte a mí—. ¡No puedes irte! —sollocé aferrándome con fuerza, no podía morir, no podía irse sin mí. No podía. Mi mente, mi cuerpo y mi alma se estaban partiendo en dos conforme los segundos pasaban y sus ojos se cerraban para no abrirse nunca. Mis manos temblaban, el miedo, la desesperación y la rabia me estaban invadiendo por completo, pero no quería luchar, ya no sabía si quería seguir viviendo. Miré al causante de mi dolor, lo miré con asco, con repugnancia, ya no me daba miedo su presencia, ya no me sentía cobarde. Ya no iba a callar más mi desprecio. Ya nada valía lo suficiente para seguir con vida. Nada. — ¡Maldito! —escupí, mis ojos se llenaron de lágrimas—. ¡No te saldrás con la tuya! ¡Pagarás por esto, pedazo de escoria! —lo amenacé, aunque sabía que sería en vano. Él negó con la cabeza, se estaba divirtiendo ante mis palabras, lo cual causó que mi estómago se revolviera, se quedó en silencio, un silencio en el que solo se escuchaban mis gimoteos y llanto, trataba de controlarme, pero simplemente no podía, el dolor era más fuerte que yo, que nosotros. Entonces se acercó a mí, levantó su arma con firmeza y la apoyó sobre mi frente y, con su voz tenebrosa, contestó: —Un disparo —susurró, apuntándome—. Un disparo y estarán juntos para siempre. Y el segundo disparo retumbó en mis oídos.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD