SANTIAGO
Por fin la llamada entró, pero Sahara no me contesta. Estoy muy desesperado y preocupado, tanto que siento que voy a explotar. No puedo evitar de mandar un texto tras otro:
Santiago _13:25
¿Todavía no piensas responder? No soy invisible.
Sahara_13:29.
Ya hice la reservación: Hotel Midnight, 5:30 p.m.
Santiago _13:32.
¿Es todo lo que me vas a decir?
Santiago _13:32.
¿Por qué no respondes mis llamadas?
Santiago_13:33.
¿Estás tan ocupada que ni siquiera me respondes los mensajes?
¡Carajo! Parezco un maldito novio celoso. Está aprendiendo bien, me está haciendo sufrir bastante. Me voy a volver loco.
SAHARA
A pesar de la vergüenza de ayer, me siento muy feliz y tranquila. Adrián me envía textos súper cursis que me hacen sentir bien. Me hacen sentir bonita.
Llego media hora antes al hotel para preparar el juego de esta tarde. Compré varios metros de una cuerda suave para amarrar a Santiago de pies y manos. Se me ocurrió hacer algo divertido esta ocasión.
Santiago llega puntual. Entra a la habitación que dejé entreabierta. Me mira fijamente y corre hacia mí. Me abraza con fuerza.
—¡Qué falta de respeto la tuya! Te he soltado mucho la rienda y ahora piensas que puedes hacer lo que te venga en gana. Quítame tus asquerosas manos de encima y ponte de rodillas, maldito
Me mira primero con sorpresa y después con algo de sentimiento.
—¡De rodillas, dije!
—Estaba preocupado por ti, por la ceremonia.
—No seas lambiscón, eso no te salvará del castigo.
—Hablo en serio.
Lo sujeto con fuerza de la corbata y lo arrastro hasta la silla que previamente preparé.
Tomo la cuerda que dejé junto a la silla.
—Sentado.
Toma asiento no muy convencido.
Le quito la camisa y procedo a atar sus tobillos y luego sus manos sobre su espalda. Saco un bastoncillo que tiene un trozo de cuero en la punta. Golpeo sus brazos con él. Se estremece por la fuerza de los impactos.
—¿Duele?
Baja la cabeza y cierra los ojos.
Lo golpeo de nuevo varias veces. Se sacude un poco.
—¿Duele? —vuelvo a preguntar antes de ejercer más fuerza.
—¿Qué hacías con Adrián ayer por la noche?
Me detengo. Bajo lentamente el bastón.
—¿Estás saliendo con él?
Levanto de nuevo el bastón y lo golpeo varias veces con mucha fuerza.
—¿Quién eres tú para cuestionar a tu ama? Estoy aquí, cumpliendo mi deber, no te incumbe mi vida personal.
—¿Dormiste con él?
Suelto el bastón, me pongo frente a él y levanto su cabeza tirando de su cabello.
—Mírame bien, yo no tengo que darte explicaciones —lo suelto con brusquedad. Me quito la ropa hasta quedar en bragas y me monto encima de él—. Tú eres mío, pero yo no soy tuya —saco la navaja de bolsillo que escondí dentro de mi sostén. Recorro su rostro con la punta de la navaja—. ¿Eso te excita?
Me quito de encima y procedo a bajar su pantalón. Me cuesta un poco, amarrado no es tan fácil. Me pongo de rodillas para rozar su masculinidad con mi lengua.
Se pone tenso mientras lanza un par de gemidos.
—Tienes prohibido terminar, el día de hoy no te daré esa satisfacción.
Succiono con fuerza, incluso hasta lo muerdo suavemente en varias ocasiones.
Le corto las cuerdas con la navaja y lo ayudo a ponerse de pie y lo invito a la cama. Busco dentro de mi bolso la pluma de pavo real que le robé a mi madre de su florero.
Recorro su cuerpo con la pluma, me gusta ver como se retuerce de placer.
Le cubro los ojos con un antifaz. Paso mi lengua por su rostro, evitando tener contacto con sus labios.
Me trepo encima de él para Introducir su m*****o dentro de mí. Me muevo como quiero y deseo, buscando mi propio placer. Siento como se me eleva la temperatura, siento que el climax está muy cerca.
—¡Stop! —grita Santiago.
—¡Carajo! Estaba a punto de...
—¿Terminar? Yo soy quien va a terminar pronto si no se quita de encima, ama.
—Te lo prohibí.
—No me puedo contener más.
Me quito de encima con mucho coraje.
—Pedazo de basura precoz, no sirves para nada.
Pongo los ojos en blanco, me siento frustrada.
Aprieta con fuerza sus labios mientras parece que
intenta contener su climax pasional.
Me siento en la orilla de la cama muy molesta.
Santiago se acerca y besa mi espalda.
—¡Basta! De todo modos ya se enfrió la situación.
—¿Puedo complacer a mi señora? —me toma de la cintura y me arrastra hasta el centro de la cama.
Se pone de pie frente a mí y abre mis piernas de golpe. Una vez más, su lengua me hace vibrar como loca.
Siento que voy a morir de un ataque al corazón, una fuerte punzada me lleva al paraíso.
Se sube encima de mí, buscando entrar de nuevo en mi interior. No puedo decir que no, estoy demasiado excitada. Siento como su m*****o entra dentro de mí con fuerza. El instinto se apodera de mí, envuelvo su cintura con las piernas y lo jalo para sentirme más llena de él, moviendo mi pelvis al compás del suyo.
Le muerdo una oreja y después el cuello mientras le clavo las uñas en la espalda.
Lo ha conseguido, de nuevo viene otra oleada de orgasmos y punzadas fuertes.
El sudor que escurre por mi piel se mezcla con una explosión tibia sobre mi vientre.
Santiago sonríe satisfecho mientras seca el sudor de su frente con las manos. Se recuesta a un lado de mí, mirando hacia el techo sonriendo igual que un loco.
—¿He complacido a mi ama?
—¡Por supuesto que no! Eres un imbécil, ahora necesito una ducha —me levanto y voy directo al baño para remover aquella explicación que escurre de mi vientre.
Santiago entra a la ducha mientras yo sigo investigando cuál es la llave del agua caliente.
—Yo lo hago —me aparta para que pueda templar el agua.
Consigue templar el agua.
Como todo buen sub, me da un delicioso masaje bajo el chorro del agua tibia. Disfruto de sus manos como si estuviera en un spa.
SANTIAGO
El agua tibia me sentó de maravilla, me siento muy relajado, con ganas de dormir, pegado al cálido cuerpo de Sahara.
—Ya es tarde, ya me voy.
—¿Cuál es la prisa? Apenas son las nueve y media.
—¿Ya es tan tarde? ¡Diablos!
—Necesitamos hablar.
—¿Acerca de qué?
—Del artículo y otras cosas.
—No estamos en horas laborales, mejor mañana en la editorial hablamos.
—Ya eres toda una ama.
—¿No es lo que querías? Además, considero que me falta mucho carácter. No puedo dejar que hagas lo que te plaza conmigo, debería ser al revés.
—Soy tu esclavo, tu mascota, deberías ponerme un nombre.
—¿Un nombre?
—Sí, algo que me identifique como tuyo.
—No se me ocurre nada, después lo pienso.
—Te puedo ayudar, no sé, podrías llamarme... amor.
—¿Amor?
—Sí. Apódame, amor.
—Es algo tonto y cursi, lo pienso y luego te digo. Ya me voy, tengo una cita.
Una furia repentina se apodera de mí al momento de escuchar cita.
—¿Vas a salir con Adrián?
—¿Te importa?
—Es tu vida personal, pero conozco bien a ese tipo y solo hará que sufras mucho.
—Ese es mi problema, no el tuyo.
—No me siento bien, ¿podrías cuidar de mí está noche?
—El juego terminó, es hora de volver a la realidad. Ve a casa con cuidado y toma un analgésico.
Le importa poco lo que le he dicho, toma su bolso y sale de la habitación.
Tengo ganas de seguirla para averiguar qué tan seria es su supuesta relación. Adrián es un salvaje y no quiero ir a prisión por culpa suya, ya que si se atreve a ponerle una mano encima, juro que lo mato.