JUEGOS PERVERSOS

1076 Words
SAHARA No puedo dejar de pensar en la posición que adopté en la oficina, no pude haberme sentido ¿celosa? No es parte del acuerdo sentir ese tipo de emociones ¿o sí? Acordamos que lo nuestro jamás se iba a mezclar con lo emocional. Santiago jamás va a tener algo en serio conmigo, no puedo estar pensando tonterías y tampoco debo actuar como si realmente él fuera solo mío. Entro al baño para darme una ducha, traje conmigo un par de velas aromáticas para practicar. Me siento en el inodoro y enciendo una vela. Espero a que el fuego derrita la parte de arriba. Vierto un poco de cera sobre mi brazo. Duele al momento del contacto, pero intento no gritar para que mamá no sospeche nada. ¿Qué tan loco debes estar para que esto te produzca placer? Me ha dolido, sin embargo, también me ha gustado. Es aquí donde me pregunto si un Dom puede solicitar dolor a su sumiso. Lo tengo que investigar, por ahora no estoy segura si quiero probar la otra cara de la moneda, quizás después, cuando descubra con exactitud qué es todo este mundo extraño. Después de la ducha me preparo para salir, no es día de cita, pero he solicitado una de emergencia. Cómo su Dom, es necesario que lleve a cabo mi palabra con rigidez. Se ha portado mal y lo tengo que corregir, si no lo hago, hará lo que quiera después, igual que un cachorro desobediente. Llego a su departamento sin avisar nada. Tocó el timbre. Espero a que me abra. La puerta se abre. Entro despacio. Santiago está de rodillas junto a la puerta. —Veo que vas aprendiendo la lección. Gime como perro. —Te daré un premio por tu agradable recibimiento —saco la bolsita de cereal que traje. La abro y vacío un poco sobre mi mano izquierda. Le ofrezco el cereal. Se lo come todo y lame los residuos de mi mano. Ladra y me salta encima, consiguiendo tumbarme al suelo. Se posa encima de mí. —¿Qué haces, mal educado? Lame mi rostro con desesperación. —¡Ash, maldita sea! ¡Quítate de encima! No obedece, así que tiro con fuerza del collar. Mi táctica funcionó, se ha quitado de encima. Me pongo de pie y escudriño en mi bolso para buscar su correa. —¡Pedazo de idiota! Te doy un premio y haces de las tuyas —saco la correa de mi bolso y golpeo su espalda con fuerza. Llora igual que un perro maltratado. Le pongo la correa y lo arrastro hasta su habitación. Ya no le pido que se quite la ropa, yo misma lo hago. Voy hacia su vestidor para buscar un cobertor. Encuentro una manta pequeña. La extiendo en el suelo junto a su cama. —Te acuestas boca abajo. Enciendo la vela y espero a que se derrita un poco. Comienzo a derramar la cera caliente sobre su espalda. Se queja un poco, pero sonríe. Su espalda es tan sensual, tan masculina. Tiro de su correa para que se levante. Se pone de rodillas frente a mí. Lo abofeteo varías veces seguidas. —¿Sientes dolor? Puedo hacerlo con más fuerza. Levanta la cabeza, me mira fijamente, como si me estuviera retando. Le hundo la palma de mis manos en sus mejillas con más fuerza. Ya me habían dicho que poseo la fuerza de un hombre, cuando estoy verdaderamente molesta no mido las consecuencias. Su mirada retadora me enfurece, así que lo golpeo sin detenerme. El último golpe que le doy lo hace caer. Su nariz sangra y eso me asusta un poco. Me pasé de la raya y, aunque no haya dicho la palabra de seguridad, me siento un poco mal. —¿Estás bien? —me acerco a él para ayudarlo. —¿Tienes miedo de haberme lastimado? ¿Dónde está aquella furia que sostenías hace un momento? —ríe de manera burlona. No sé si detenerme o seguir con el juego. Siento que la situación se salió de control. No parece tener miedo y tampoco parece estar muy metido en su papel de sumiso. —¡Stop! —grito molesta. Suelto la correa y me siento sobre la cama para analizar la situación. Santiago también se levanta y se sienta a mi lado. —Lo siento, ¿te asusté? —Estoy un poco confundida y algo asustada. —Todo está bien —se levanta para buscar un pañuelo. —¿Te hice mucho daño? —No más de lo que puedo soportar. —¿Por qué no me pediste que me detuviera? —Porque no habías rebasado mi límite. —¿Te habían hecho esto antes? M refiero a que, ¿hasta que punto has llegado con alguien? —Anna practicaba artes marciales, a pesar de tener una complexión delgada, su fuerza era igual a la de dos hombres fornidos. —No estoy acostumbrada a este tipo de cosas, me asustan un poco. —Lo sé, me disculpo si te forcé bastante. —Solo dame un poco de tiempo en lo que me acostumbro. —¿Por qué estabas tan enojada? —Solo estaba haciendo mi papel de ama. —¿Aurora te molestó mucho? Me pongo seria, no le puedo decir que sentía celos de ella. —¿Por qué me iba a molestar tu amiga? No hay motivos para ellos, estoy conciente de que nuestra relación no va por ese rumbo. —¿Segura que no van por ahí las cosas? Me gusta que seas mi ama, lo haces muy bien para ser nueva en esto. No quiero que nuestro contrato se rompa por motivos sentimentales. —Sé que el contrato se termina si se mezclan sentimientos, no te preocupes, no me interesas como hombre. Tengo los pies bien puestos sobre la tierra. —Gracias. —Me voy a casa. —Te acompaño a la puerta. Ni siquiera me despido de él, simplemente me voy sin mirar atrás. Por lo visto no estaba equivocada, Santiago Miramontes jamás se fijaría de verdad en alguien como yo. Me siento usada. Nada más me está utilizando para llevar a cabo sus juegos perversos. No sé ni por qué me quejo o por qué me siento mal si yo acepté esto desde un principio. Tampoco puedo decir que me arrepiento, ya que jamás en la vida habría tenido la oportunidad de subyugar a un hombre tan atractivo como Santiago.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD