Emily
—Sabes que vas a tener que ir a verlo.
—Podrías simplemente preguntarle en el trabajo mañana. —Gemí.
—No voy a hablar con Alistair —dijo Lucia, horrorizada—. Podría despedirme. Entonces, ¿dónde estaremos? Seremos indigentes.
—Realmente no deberíamos estar viviendo aquí de todos modos —admití, pinchando mi lápiz en la pared esponjosa.
—Necesitas tu teléfono.
—Para ser justos, es el teléfono de Alistair.
—Pero es tu tarjeta SIM, y todavía estás pagando la factura —me recordó Lucia.
—Mierda. ¡Mis facturas! ¡Mis pagos de préstamos estudiantiles! Ni siquiera puedes trabajar para la oficina temporal sin un teléfono. —Me senté pesadamente en el sofá destartalado que estaba frente a las literas. Crujió, y la esquina se hundió.
—Tal vez deberíamos esforzarnos más para encontrar otra
