Emilia
No hay que dudar ni un segundo que entre él y yo pasan cosas, ya lo sabemos. Pero que su actitud sugiera que me gusta a mi que a él me ha cabreado.
Sus ojos estaban gritándome al verme que podría confundirme si follábamos y que él puede volverme más loca que yo a él.
No podía permitírselo.
Pero cuando me he enterrado en él reconozco que se me ha ido el santo al cielo. No me percaté de que estábamos sin protección pero sé que de los dos quien más en riesgo está en este caso sí soy yo. Él al final tiene que haber follado con todo Dios, pero no pude evitarlo.
—Tengo un anticonceptivo puesto en mi brazo —suelto moviéndome en círculos sobre él —. Maldita sea, que grande eres.
—¿Cómo sabes eso si no tienes memoria?
—Solo tienes que mirar la marca en mi brazo, Niklas —ruedo los oj
