CAPITULO 4

2609 Words
"Adoro el peligro y la aventura, mucho más si es a tu lado"   Verónica. La carrera estaba por empezar, monte a Lucifer; un imponente pura sangre negra que Alaric tuvo la amabilidad de prestarme, al montarlo noto al animal un poco inquieto. Tengo que tener cuidado o podría terminar cayendo de él y no me apetece romperme el cuello. —Buena suerte, la necesitarás. Esta vez voy por la victoria Verónica —replicó Alaric a mi lado sobre su caballo, un mestizo muy impresionante que se ágil, rápido y fuerte. Pero no planeo demostrarle mi nerviosismo. —Sigue soñando anciano —lo reto y sus ojos verdes parecen osciladores. Mi atención pasa ha centrarse en el señor McDonall, el cual está un poco lejos de nosotros sobre una yegua blanca, pero sus ojos están puestos fijamente en mí, desvío la mirada un poco inquieta, "mejor no volver a mirarlo". —Ya veremos quién gana —me reta Alaric. —¡Jinetes! Preparados — sujeto las riendas de Lucifer cuando el hombre hace el anuncio. Y cuando el silbato sonó, todos los jinetes salimos disparados en una intrépida cabalgata del punto de partida, Alaric comenzó a tomar la delantera. "No me ganarás anciano" -pensé decidida, aprieto las riendas de lucifer logrando alcanzarlo, los dos estamos a la par y arrepentimos, el Señor McDonall salió de la nada en su yegua y se nos empieza adelantar. —¡Son muy lentos! —Se burla McDonall, eso solo me hace enfurecer. Nunca he perdido contra un hombre en equitación y esta no será la primera vez. —¡Lucifer, sé que puedes dar más! —Dejé a Alaric atrás para lograr alcanzar al Lord McDonall estando los dos por par. —Me sorprende señorita Blaze —dice él. Veo la meta, "¡No voy a perder!". Mi atención está en llegar a esa meta y al pasarla dejo de contener mi respiración. —¡Es un empate! —Anunció el Lord Hansel, juez de la carrera. -¡¿What?! ¡No puedes ser empate, yo gane! —Reclamé furiosa. —Por lo que veo, no le gusta perder señorita Blaze detectado el imbécil de McDonall. Lo mire colerica, como me encantaría hacerlo caer de su yegua y ver si así se quita lo impertinente. —Mis felicitaciones Lord McDonall, pero para la próxima no habrá empate alguno, yo ganaré —él solo me miró con burla. —Con gusto acepto su desafío, señorita Blaze —responde con su estúpida sonrisa. Gruño enojada, detesto perder mucho más si es contra un hombre tan presumido como este. Alaric es el tercero en cruzar la meta, y solo se ríe de mí. ¿¡¿¡¿Tú de que te ríes ?! —Pregunte de forma brusca, pero Alaric no dejó de reírse. —Por fin apareció alguien que puede vencerte en una carrera, ese me hace muy feliz —le pego un fuerte golpe en el brazo— Ni siquiera golpeareome harás que pare de reír. La carrera termina y la madre de Alaric, Romina Grayson, viuda del viejo Duque Wistol, anuncia que es hora de cenar. Pasamos a la casa y la gran mesa del comedor está adornada con flores, junto con la más fina vajilla de porcelana. Nos sentamos a la mesa y Alaric como buen compañero, se sienta a mi lado, ambos nos miramos con una gran sonrisa. La señorita Barbara, la cual se ha mantenido callada desde que llegamos, se sienta al lado de Alaric. —Tu madre con cada cena que organiza, no para su sorpresa por su hermosa decoración Alaric —le susurro impresionada. —Ella es muy perfeccionista en el ámbito de mantener las apariencias —susurra a mi oído, mientras él me habla, me incomodo por la fuerte mirada que me traspasando como una espada. Esa mirada le pertenece al Señor Heronimo McDonall, ¿Qué le pasa a ese hombre? ¡No me gusta que me miren fijamente! Me hace sentir muy incomoda. —Duque Wistol. — miramos a la duquesa Isabella Navarro, una mujer treintañera muy hermosa, de finos cabellos rojos —Dígame Milord, siento mucha curiosidad ¿Está planeando casarse al fin esta temporada? Alaric y yo nos atragantamos al mismo tiempo con el vino llamando a la atención de todos en la mesa. Barbara me da pequeños golpes en la espalda para pasar el vino. —Es ... muy ¡hum! ... pronto para eso duquesa Isabella —responde mi pelirrojo amigo, intentando calmar su tos. —Pero usted ya tiene veintiséis años Milord, es un hombre guapo con un título de gran peso ¿Por qué no casarse ya? ¿Qué opina usted lady Blaze? —Todas las miradas en el comedor pasan a centrarse en mi persona. —Duquesa ... Yo .... —¡Señorita Blaze! No es necesario que hable —me interrumpe Alaric —Miladi, no pienso en el matrimonio en estos momentos, tal vez dentro de unos años lo considera. —Pero hijo, la duquesa tiene razón, eres guapo, joven, pienso que ya es hora de que te comprometas —Alaric miró furioso a su madre, lo conozco suficiente para saber que odia que decidan por él, otra razón por la que somos muy buenos amigos, pensamos de la misma forma. —Madre cuando mi caso sea cuando yo lo decida y no porque ya sea la hora —responde brusco dando por terminada la conversación. La cena continúa sin más conversaciones del tipo casamentera, lo único que se habla es tonterías y banalidades que ya me tienen la cabeza aturdida pero del aburrimiento. ¡Ya no puedo seguir soportando este martirio! -¡Oh! ¡Miren la hora! —Exclama tratando de sonar lo más convincente posible, todos me miraron —Lo siento Lord Berfor, Lady Romina tengo que retirarme, ya es muy tarde. "Son las seis y media, no es ni la mitad de la hora que estoy acostumbrada a estar fuera". —Mis padres me esperan en casa temprano, tengo que retirar lo siento —todo es una gran mentira. No se preocupe Lady Blaze, vaya con cuidado y de mis saludos a su querida madre —le sonrió feliz por irme. —Se lo diré Milady, Buenas noches señores —me despido de Lady Romina. —¡Espere Lady Verónica! Ordenare que le preparen un carruaje identificado Alaric levantándose de su silla. No hace falta —interrumpe McDonall, ganándose la atención de los presentes —Yo la puedo acompañar, de todas las formas y pensaba retirarme. Alaric está por decir algo pero lo interrumpo. —Muchas gracias por su ofrecimiento Lord McDonall, pero debo declinar —son las seis de la tarde aún es muy temprano para que algo malo me pase, además estoy en compañía de Bárbara. —Pero Milady déjeme acompañarla —insiste McDonall. —Ella ya declinó su ofrecimiento Milord —interviene mi amigo quedando con la última palabra. Nos alejamos del comedor, Alaric mandó a buscar un carruaje de servicio que llega rápidamente y nos espera en frente de la entrada. —Nos veremos mañana Ali —le digo con una sonrisa. —Eso espero, no vayas a ser tus padres se les ocurra darte una "hora límite" —ambos reímos. —Hablaré con ello para que hagan una excepción por ti —digo siguiendo el juego. Subo al carruaje y este va alejándose de la mansión Wistol. Alaric Después de despedirme de Verónica, entré a la casa. Odio este tipo de fiestas o reuniones, tengo que charlar con mi madre para que deje de hacerlas en mi nombre. Al entrar al comedor, el Lord McDonall se está despidiendo de todos. ¿Se marcha McDonall? —Lo miré con el ceño fruncido. —Sí, ya estoy muy cansado, Duque Wistol, pero fue una velada maravillosa. Tuvo una sonrisa falsa. —Muchas gracias —le respondió con la misma sonrisa, ¿¡Mi madre por qué invitó a este hombre aquí !? Realmente no lo soportaba y realmente no me gustaba el interés que comenzaba a mostrar por verónica. Él se marcha, lo cual agradezco, no me termina de convencer Heronimo McDonall. Dice estar interesado en Verónica o eso es lo que quiere demostrar, no dejaré que ese patán la última vez. Dan las siete y de los más cortes o para decirlo con todas sus letras, eche con "clase" a todas las víboras hipócritas que invitó a mi madre a mi casa. Todos se van sin hacer ningún escándalo, unos por respeto y otros se asustan de mi respuesta. —¡Alaric aún era temprano para terminar la velada! —Dice mi madre con su ceño fruncido. —Me importa lo mismo que los calzones de mi santa abuela si es temprano o no, ya no quería que esa gente siguiera infectada mi casa con su pestilencia. —¡No hables así Alaric! —Me regaña ella. —Madre, se fueron y eso es lo que me importa —estoy por subir a mi dormitorio. —¡Oh, no muchacho! Tú y yo tenemos una conversación pendiente. —Madre ... —Ni una palabra más, hemos alargado esta conversación mucho tiempo ¿a qué hora planeas casarte Alaric? —Maldición, sabía que por culpa de la entrometida duquesa Isabella, mi madre sacaría un tema del matrimonio. —Entiendo que tengas miedo del matrimonio, pero ... ¿No hay ninguna mujer que quieras más que una amiga? ¿Verónica tal vez? —Pregunta ella. Miro a mi madre y rio a carcajadas. —Madre, por dios ... ¿Verónica y yo? Es lo más gracioso él oído —me fulmina con la mirada, cuando se enojaba de verdad daba miedo —Bien ya no me rio, ya ... No me atrae Verónica como mujer es mi hermana pequeña. Por dios, sentiría que estoy cometiendo incesto. —Pero no es incesto ... Porque dime, si no es Verónica ¿Entonces quién? —Depent unos ojos marrones claros viene a mi mente, su cabello corto que le cae en los rulos por los hombros, su cara de niña, perfecta para mí. —¡Alaric respóndeme! —Me saca de mis pensamientos la voz de mi progenitora —Por tu mirada de hace un momento, ve que tienes una candidata en mente ¿Quién es? ¿La conozco? —Tal vez si o ... tal vez no ¿Quién sabe? —Juego con ella —¡Pues tú lo debes saber! ¡¿Quién es la muchacha ?! —Exige enojada. —Yo no sé nada, Buenas noches querida madre —Sin decir nada más, subo a mi dormitorio. —¡Alaric Berfor no me dejes hablando sola! ¡Muchacho del demonio! —Ignoré los gritos de mi madre porque solo una persona está en mi mente en este momento. Y es ella, aquella pequeña muchacha que es una de las mejores amigas de Verónica, aquella que me gustó desde el primer momento que la vi, frente a mis ojos es el ser más bello y perfecto, "Ella" .... Lady Alezandra Hilbert Verónica. El carruaje se mueve por un buen rato, el silencio de Bárbara me ayuda a pensar en todas las veces que miré a Lord McDonall, sus ojos grises son mi tesoro, tan bellos, pero su único defecto es su arrogancia, casi me fui hacia adelante cuando la diligencia se detiene bruscamente. ¿Qué sucede? ¿Por qué paramos? —Le pregunté al cochero con el ceño fruncido. La puerta del carruaje, se abre. —Sucede señorita que ... Esto es un asalto. —Grita sacando una pistola para apuntarnos, Barbara pega un grito. —¡Barbara, mujer me acabas de dejar sorda! —Replicó sobándome las orejas y el asaltante ríe. —Bien, basta de juegos entréguenme todo su dinero ¡ahora! —Nos ordenó intentado sonar aterrador, pero esto este hombre no me provocaba ningún temor. No —dije de forma altanera y Barbara me pellizca. ¿¡Cómo cómo dijo señorita !? ¡El dinero o disparo! - El hombre parecía medio loco. —¡Bien ya voy, ya voy! —Me reviso los bolsillos. No tengo ni un centavo en el bolsillo. —¡¿Cómo qué no ?! —Grita enojado: No mienta deme el dinero y nadie saldrá herido. —¡No tengo nada! ¡¿Qué quieres que haga entonces ?! —Grité exasperada —¡Lanzo un hechizo al cielo para que llueva dinero! Ni soy una hechicera para lograrlo, ni tengo ni un penique para dárselo. -¡Verónica! —Gruñe Barbara entre dientes, no es lo más prudente gritarle a un ladrón que está armado, pero no tengo dinero y él no lo entiende. —Entonces .... quítense la ropa —ordeno logrando que lo mirara horrorizada. —¡Encontrado señor mío es el que se irá a quitar la ropa! Dispare si así lo desea, pero no me localice pienso quitar mis ropas. —Respondí indignada. —¡Cierra esa boca Verónica y no digas disparates! —Suplicó Barbara, temblando del nerviosismo. —Es usted una señorita muy exasperante por dios santo. No han pasado ni cinco minutos y no la soporto —gruñe el asaltante —¡Salgan del carruaje! Nosotras obedecemos, al salir del carruaje veo que estamos en una calle desolada y oscura. El asaltante no nos despega la mira de encima. —Perdí mi tiempo por ustedes dos ¡viejas alcahuetas! —Me muerdo la lengua para no decirle sus cuatro verdades. Él se sube al carruaje. —Espero no volverlas a ver en mi vida, ¡par de estúpidas! —Dice para alejarse en la diligencia dejándonos a Barbara ya la deriva en esas calles a plena noche. ¿¡¡¡¿¡¿¡¡¡¡¡¡¡¿¡¿¡¿QUÉ NOS HABLAMOS? —Pregunta desesperada Bárbara, apunto de llorar. —Cálmate y no entres en pánico mujer, mejor comienza a caminar ya que si nos quedamos aquí, sabrá dios lo que nos puede pasar —le digo viendo alrededor. Caminamos por las calles por un buen rato. —Por favor señora Verónica, necesito un descanso —se quejó Bárbara, la cual está toda roja y sudada. —Barbara por favor muévete, no estamos en posición de tomar un descanso —miré a mi alrededor, estamos demasiado lejos de la casa de mis padres y cada vez siento que alguien saltara de las sombras para atacarnos. —Solo un minuto por favor —suplica ella. Ay mi dios ¿¡Cómo terminar en este enredo en una calle oscura sin un centavo en el bolsillo !? Maldigo mi terrible suerte. —¡Verónica mira se acerca un carruaje! —Exclama Barbara y es cierto un carruaje se comienza acercar —¡Ayuda por favorrrr! ... —¡Barbara! No sabemos quién es la persona que va en ese carruaje. ¿¡Y si es peligroso ?! A veces parece que no piensas —el carruaje se detiene y la persona que estaba adentro se baja, mi noche no podría ser peor, el pasajero era Heronimo McDonall. —¡Lady Blaze! ¡¿Cómo terminaron solas a esta hora en las calles ?! —Preguntó enojado. —Es una larga, extraña y muy divertida historia que se la contaría mucho mejor si me hiciera el favor de llevarnos a mi residencia — le digo con una sonrisa. —Súbanse —Nos ordena y obedecemos sin replicar. —Gracias Milord, muchas gracias —dice Bárbara, pero el señor McDonall no despega su mirada de mí. —¿Cómo terminaron solas en ese lugar? ¡Les pudo haber pasado algo! No fue nuestra culpa que nuestro cochero fuera de un asaltante que nos dejó solas sin un centavo en el bolsillo —digo muy tranquilo. —¡Un asaltante! ¿No les hizo daño verdad? —Pregunta preocupado. ¿Acaso ve o nota que estoy lastimada? No nos hizo nada, solo nos dijo viejas alcahuetas y pobres, nada serio —digo con una sonrisa al ver su expresión de enojo. —¡Podría ser seria por un momento y no tomar esto como un juego! —Este hombre comienza a irritarme. No me hable de esa manera, usted y yo no somos nada. No es mi padre, ni mi marido para que esté recuperando y si quiero tomar las cosas para jugar es MI problema ¡escucho bien! —Grité enojada, dejándolo sin palabras. Durante todo el camino nadie hablo y solo se tuvo un incómodo silencio, quiero llegar a mi hogar y quitarme la ropa para acostarme en mi cama. El carruaje se detiene. —¡Por fin llegamos! —Suspiro feliz de que el momento incómodo con Heronimo McDonall, llega a su fin. Barbara es la primera en bajarse y cuando estoy por bajarme, Heronimo me lo impide. No tomo mal lo que le dije, estaba muy preocupado por lo del asaltante y yo molesto mucho el verlas solas a esas horas en la calle —Lo miro fijamente a los ojos. —Solo le diré algo Lord McDonall, si quiere formar parte de mi vida, no intente domesticarme, ni mucho menos controlarme, nací para ser libre y ni usted, ni nadie me quitará esa libertad —Salgo del carruaje dando por terminada esta noche.
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