Salió cambiado y seco. Sus ojos estaban inyectados en sangre, mostraban un innegable y vivo color rojo, producto de las lágrimas. Su hermana fue a buscarlo, porque Alex se encerró en su habitación y ya no fue a buscar a Elisa. —Ábreme Alex, necesito hablar contigo —dijo Elisa con voz de mando mientras tocaba la puerta de la habitación de Alex. Alex abrió. Su cabeza estaba agachada, parecía ya un estado habitual en él estar desanimado y con tal semblante decaído. —No quiero que vuelvas a hacer lo que hiciste. ¿Me entiendes? —Alex solamente movió su cabeza de arriba hacia abajo para hacer entender a su hermana que su respuesta era afirmativa—. Voltea a verme cuando te hablo —ordenó la hermana. Alex levantó la cabeza. Elisa lo vio a los ojos que estaban demacrados. Elisa suspiró y se abla

