Capitulo 3

2715 Words
Termino de revisar algunos documentos de política exterior que me ha pedido la embajada francesa, porque son mis jefes. Somos un grupo de cuatro embajadores, dos nativos franceses y dos americanos, un grupo pequeño pero eficiente que comprueba las relaciones entre nuestras países, ya sea con papeles, documentos y conferencias en inglés o en francés. Cuando empecé a trabajar para el gobierno quise ser del grupo de embajadores alemanes, había estudiado por más años el idioma pero no fue lo que pensé y solo hacía una sustitución, pero me sirvió para que mi anterior jefe me recomendará para ser del grupo de embajadores franceses y ahora tengo mi plaza fija, no tengo problemas financieros ya que este es un trabajo muy bien pagado y para rematar me encanta. La única pega es que debo viajar una vez al mes, mínimo, es algo que debes hacer,lo hacemos los cuatro para diversos eventos o reuniones convocadas por el gobierno francés. El año pasado en el mes de junio tuve que viajar tres veces a Francia por lo que opté por quedarme allí hasta agosto y claro que me lleve a Andrómeda aunque a penas tenía un año de edad, debo decir que mi hija se robo el corazón de mis compañeros esos meses que pasos allí, todos la adoraban pero cómo no adorar a mi niña. - Ana.- me llama una de las chicas francesas Paullete.- Mandame el informe sobre esas noticias que has leído hoy.- es mi jefa. - ¿En francés o en inglés? - ¿En ambos idiomas?- me sonríe. - Claro, así tu practicas el mío y yo el vuestro.- ella ensancha su sonrisa. - Exactamente.- termina de recoger las cosas.- Nos vemos el lunes, trae a Andrómeda.- me pide con una mueca tierna en su boca. - Tiene escuela.- le digo mientras río.- Intentaré traerla algún día de la semana, te lo prometo. Yo también termino de recoger mis cosas, siempre tengo la sensación de que llevo más de lo que necesito. Le mando un mensaje a la madre de Cloe para que recuerde que hoy Andrómeda se va con ella para jugar con su hija, me alegra que tener una amiga mamá de una amiga de mi hija, mis “amigas”, si es que así se les pueden llamar, me dejaron tirada cuando supieron de mi inesperado embarazo con un hombre desconocido, y se de una fuente fiable que fueron ellas las que expandieron el rumor de que mi pequeña princesa era hija de un pobretón, que de haberlo sido así tampoco era algo de lo que avergonzarse pero en los círculos por los que me muevo es alto pecado. Subo al coche suspirando, mi padre y mi madre querían hablar hoy con urgencia conmigo, según ellos es una reunión que cambiara mi vida, como no vayan a decirme que han conseguido que mi abuelo me eche de casa, no sé que es lo que pueda hacerles tanta ilusión. Mentiría al decir que no estoy nerviosa porque nunca sé que puedo esperar de que mis padres estén especialmente felices y de que no hayan discutido ni una sola vez conmigo esta semana, incluso mi hermano Brandon parece fascinado por la actitud calmada de nuestros padres, no es que tengamos la mejor relación pero tampoco la peor y le gusta estar con Andrómeda, además, no pregunta por la identidad de su padre lo que me tranquiliza. Después de veinte minutos dentro del coche dándole vueltas a que es eso que puede tener tan emocionados a mis padres, me resigno, enciendo el coche y voy despacio a mi casa, tan despacio que un par de personas me pitan para que acelere, y lo hago porque odio cuando me ralentizan a mi. Paro en un semáforo cercano a mi casa y vuelvo a tomar mucho aire hasta llenar por completo la capacidad de mis pulmones, luego lo expulso y me pongo en marcha al ver la luz verde que me permite el paso sin atropellar a ningún peatón. Al llegar a casa todavía faltan diez minutos para la hora que mis padres establecieron para decirme eso que tanto los emociona así que subo las escaleras para saludar a mi abuelo pero al entrar a su cuarto no está. - El señor Francis está con sus padres, su hermano y unas personas reunidas en el despacho de su padre.- me informa Caleb.- La están esperando.- termina. - Gracias Caleb. - De nada señorita. Bajo porque la habitación de mi abuelo está en la tercera planta mientras que el despacho de papá está en la segunda. Me duelen los pies de los tacones y agradezco que hoy me he dejado el pelo suelto y no lo llevo en un moño apretado como suelo llevar. Toco la puerta porque aunque estén esperándome es de mala educación no llamar antes, pueden estar hablando de algo que no quieren que yo sepa y no me gusta absoluto oír como me critican o ver malas caras por haber entrado en el momento equivocado. La voz de mi padre me da el pase y como si fuera a cámara lenta voy abriendo la puerta, a los primeros que veo son a mis padres, luego veo a mi abuelo y a mi hermano que evitan mis ojos, veo a un señor de la edad de mi padre o algo mayor y reparo en la presencia de una chica menuda y castaña con los ojos del mismo color miel de mi hija y entonces me topo con él, lo hago enserio, sus ojos no brillan como ese día, no parece que se haya tirado llorando dos horas, ni tampoco está borracho y yo menos todavía. Intento que no se note mi consternación por verlo, él puede quitármela, él puede saber la verdad de lo que pasó esa noche, jamás iba a volver a verlo, no puedo creer que esté delante de mi. Vuelvo a mirar a mis padres mientras que siento como me va faltando el aire poco a poco, no puedo creer que esto en verdad esté pasando. Vuelvo de nuevo mi mirada hacía él y veo como sus ojos se abren de forma desmesurada, peor que encontrármelo es que me recuerde, en mi interior todavía albergaba la posibilidad de que él estuviera tan borracho que no fuera capaz de recordarme, pero viendo su reacción esa opción queda directamente descartada. - Eleanor, cariño siéntate.- casi en automático reacciono a la voz cariñosa de mi madre y me siento, no sé que traman pero ella no es así.- Para los que no la conocen ella es mi hija mayor, Eleanor.- me presenta mamá con una sonrisa de malvada de cuento. - Encantada.- encuentro mi voz. - Nosotros ya nos conocíamos, ¿cierto Eleanor?- me dice el señor que creo recordar se llamaba Cristopher. - Si, usted vino a visitar a mi abuelo hace unas semanas.- contesto con una sonrisa. - ¿Dónde está su hija? La pregunta queda en el aire, trago duro e intento tranquilizarme, él no la va a ver y no te la puede quitar, no puede, es tuya, solo y en exclusiva, Andrómeda es lo único mío que tengo y es por eso mismo que me obligo a responder con una de las sonrisas más falsa que alguna vez he hecho. - Andrómeda está hoy jugando con una amiga de su escuela infantil.- le sonrío. - Es bueno que tenga amigas.- me responde.- Déjenme presentarlos, ella es mi hija Sophia,- la chica castaña y de ojos miel.- y él es mi hijo Jackson,- así que así se llama, poco creativo, muy americano. - Encantada.- necesito que crea que no lo recuerdo. Mis padres me miran con intensidad y mi abuelo sigue evitando mi mirada, estoy poniéndome mucho más nerviosa y la verdad es que no me gusta nada, mi madre está demasiado feliz y eso significa problemas para mi. - Eleanor, debes mantener la calma.- casi me ordena mi padre.- Vas a casarte con Jackson. - Claro.- digo casi al instante.- Espera, ¿qué?- grito demasiado agudo.- Me estás tomando el pelo, ¿verdad? - No.- dice mi madre al instante.- Lo harás. - ¿Por qué debería hacerlo?- la miro desafiante.- Bien se sabe que jamás he querido casarme. - Lo harás o tu abuelo ingresara a una residencia para ancianos. - Manipuladora.- digo entre dientes mientras ella sonríe.- Hijos de puta.- ellos me miran sorprendidos. - Ten más respeto por tu padres Eleanor. - ¿Padres? ¿Cuáles? Los que detestan mi carrera, los que odian a mi hija, los que me amenazan para que cumpla sus deseos, los que jamás se han interesado por mi.- digo de corrida.- enserio no los veo, dónde están esos padres de los que hablas, quiero conocerlos.- aprieto la mandíbula.- Mi padre es mi abuelo, ustedes solo me engendraron para odiarme. - Eleanor.- pierde la compostura mi padre.- Tu hija no puede seguir siendo una bastarda. - Vuelve a llamar así a Andrómeda y las consecuencias no te gustarán.- lo amenazo. - Eleanor, Ernesto.- habla mi abuelo por primera vez.- calmarse, si no quieres me iré a la residencia. - No.- no puedo hacerle eso, ya estuvo una vez y no fue bien, debo sacrificarme como él lo ha hecho por mi.- Lo haré.- muerdo mi lengua.- Pero no me pidas nunca más que los entienda, que comprenda porque se comportan como lo hacen, mi hija llevará mi apellido, no pienso cambiárselo.- casi gruño. - Niña. - Deje de ser una niña en el momento en el que me convertí en madre, te guste o no yo tengo mi vida hecha, un trabajo estable con un sueldo perfecto y sino me ido de la casa es porque tengo miedo de que en mi ausencia mi abuelo sufra.- me dejo caer de nuevo en el sillón.- veo que teníais esto bien planeado, siento decir esto pero en estos momentos señor Cristopher pasa usted a ser igual de subnormal que mis padres, recogeré mis cosas y las de Andrómeda, mandame la dirección de su casa. Salgo del despacho sin mirar a nadie, tengo un nudo enorme en la garganta y unas ganas sobrehumanas de llorar, esto no es justo, no lo es y los odio, odio que hayan utilizado a mi abuelo contra mi, sabían a la perfección que no iba a dejar que se lo llevaran a un asilo, han preparado esto de forma meticulosa tan solo como lo saben hacer las mentes retorcidas, sabía que me odiaban pero no que el odio fuera tan profundo. Mi hija es mía, solo mía pero podría armarme de valor decirle al menos a Jackson quien es el padre biológico de Andrómeda aunque corro el riesgo que en vez de ayudarme me hunda, no puedo hacerle creer que cría a la hija de un hombre sin relevancia cuando no es así, puede odiarme, incluso no querer casarse conmigo, en ese caso mejor para mi, pero lo peor es que puede intentar quitármela, pero lucharé, siempre lo haré porque ella lo es todo para mi. Cierro la puerta de mi cuarto con un sonoro sonido, saco las maletas de debajo de la cama y comienzo a echar ropa. Así lleno cuatro maletas, supongo que mis padres mandaran el resto o yo iré viniendo poco a poco para llevarme lo que quede. Lleno, además, una caja con juguetes de Andrómeda, con los más especiales porque sé que ella los adora, a por el resto ya vendré cuando pueda ver a mis padres a la cara. Me duele saber que mi hermano no ha hecho nada para impedir que esto pasara, pero es que soy estúpida, no puedo confiar en nadie de esta puta familia. Las lágrimas bajan por mis mejillas sin control, suelto un grito ahogado y agarro el cuadro familiar de encima de mi mesita de noche, en él aparecemos Brandon y yo de pequeños junto con mis padres, mi padre sonríe mi madre como siempre tiene cara de culo. Estampo el retrato contra el suelo hasta que se hace añicos. Voy hasta el baño y me limpio la cara, la tengo llena de restos de maquillaje corrido por las lágrimas. Me obligo a ser fuerte y no caer como pretende mi madre que pase, dudo que mi padre quiera verme hundida o siquiera en esta situación pero mi madre es una zorra manipuladora, de seguro la idea fue suya. - Ana. - Largate Brandon, ahora mismo lo menos que quiero es verte. - Voy a bajar tus maletas a tu coche.- parece que pronunciar las palabras le cuesta.- Te echaré de menos, no somos los hermanos más unidos del mundo pero realmente te quiero. - Yo también te quiero Brad. Mi hermano me deja sola y cuando ya estoy más calmada salgo, son casi las siete por lo que Anastasia, la madre de Cloe, tiene que estar por llegar con Andrómeda. El timbre de la casa suena y bajo las escaleras para encontrarme con los que ahora pasaran a ser parte de mi familia, evito la mirada de Jackson. - Mami.- grita mi niña mientras corre. Dejo las dos maletas que llevaba en el suelo y me agacho para darle un abrazo, la tomo entre mis brazos y la aprieto más, es mía y él no me la va a quitar, no se lo voy a decir, Andrómeda es mía y solo mía. - Mami, ¿has llorado?- pregunta con su peculiar timidez. - No, a mami le entró algo en el ojo.- ella mira mis ojos y luego me obliga a cerrarlos y deja un beso en cada uno de mis parpados. - ¿Viajas?- niego. - Nos mudamos, pero el tito Brandon y el abuelo Francis nos visitaran.- le digo con una sonrisa.- ¿Cómo se ha portado?- me dirijo está vez a Anastasia. - Bastante bien, Andrómeda es la niña más buena que jamás he conocido y ya sabes que soy madre de tres niños. - Andrómeda es un trocito de pan.- me pongo de acuerdo con ella.- Una pregunta, ¿querrías ser mi dama de honor? - ¿Vas a casarte?- abre de forma cómica los ojos mientras asiento.- Claro que quiero ser tu dama de honor, luego tenemos que hablar por teléfono.- me dice en una advertencia graciosa, me da un beso en la mejilla y se marcha. - Ella no tiene clase... - ¿Crees que me importa?- interrumpo a mi madre.- No lo hace, Anastasia es la única de las madres de la escuela infantil de Andrómeda que no me insulta o que no le impide a sus hijos juntarse con mi hija, es mi amiga desde hace un año. - Si tan solo...- vuelvo a interrumpirla. - No quiero aquellas amistades falsas que inventan rumores por el simple hecho de que soy madre soltera.- bajo al suelo a Andrómeda.- Princesa, sube con el tito y elige un muñeco para esta noche, mañana vendré a por el resto. Mi hija me mira preocupada y con dudas en su rostro pero no me contradice y le agarra la mano a Brad para ir arriba y buscar una muñeca con la que dormir esta noche, a ella le gusta dormir abrazada a ellas. - Te lo advierto mamá, una sola palabra más en contra de mi hija y me olvido de que eres mi madre. - Tantas palabras y nada de acciones, tu hija merece el mismo desprecio que tu. No me contengo y mi mano se estampa contra su mejilla. - Haré las cosas como a mi me de la gana y me pensaré si te invito a la boda.- ella me mira furiosa.- Pon me una mano encima y recuerda que ya te denuncie una vez, si llamo de nuevo la policía te arrestara y todo el alboroto saldrá en la tele.- le sonrío con malicia. - Ya ta'.- baja las escaleras Andrómeda. - Entonces vamos, os seguiré en mi coche. Ellos no dicen nada y salimos de la que hasta ese momento había sido mi hogar, y por primera vez me di cuenta que no era mi hogar, ese lugar se encontraba donde estuviera Andrómeda, daba igual si me encontraba en la calle, en un apartamento, si mi hija estaba conmigo yo no estaba sola.
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