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La Música Del Amor

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intro-logo
Blurb

Sus abuelos, vivieron la historias más romántica conocida.

Sus padres, vivieron una aventura para pasar del amor al odio.

Ella es la primera que no quiere ser cantante.

Él es música.

Todos esperan que ellos estén juntos pero ellos no lo quieren.

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Prólogo
La vida siempre esta hecha para llevarnos al punto que corresponde. Lisi y Jenny siempre supieron que estaban destinadas ha hacer grandes cosas a conquistar el mundo, pero quizás la forma en la que iban ha hacerlo fue la que no esperaron. Con los años, las dos solo tuvieron un hijo, Lisi por su salud y Jenny quizás por no hacer daño a su mejor amiga que sabía que tenía el sueño de tener una gran familia pero eso quizás era algo que jamás se iba saber. Los años hicieron que las cosas les fueran bien, eso no se podía negar, como la primera generación, llegaron al mundo de la música y por mucho que pareciera que lo tenían todo hecho, eso no era nada más lejos de la realidad. Tener un respaldo, no les ponía todo en bandeja de plata, tuvieron que luchar por cada cosa que quisieron, los chicos tuvieron que crear música y no ser la típica banda de chicos que solo seguían por el físico, sino que les amaran por su música. Jenny también lucho, y por mucho que Lisi lo quisiera su enfermedad le dejaba pocas esperanzas en eso, pero eso no le impedía grabar música o componerla, ella era arte, y por mucho que tuviera que cuidar su salud ella, era fuego que no se podía apagar. Las cosas no cambiaron, eran como debían ser, cada uno llego a donde debía, quizás no era lo que esperaba, pero la vida jamás nos da eso, nos da para lo que hemos sido creados. Ryder y Ethan, tenían lo que todos estaban obsesionados con llamar, una hermosa niña, una pelirroja de ojos verdes demasiado salvaje para cualquiera pero que aun siendo adoptada, nadie diría que no es hija de ellos. Jason se caso con Laia, aunque su relación era demasiado complicada, salieron bien parados. Chris, estaba en una relación con la hija de Caleb, a este no le hizo mucha gracia se llevaban casi diez años pero al final, comprendió que ellos les hacían estar siempre juntos, que eran los únicos que entendían las cosas que vivían, porque por muy raro que parezca, pocos hijos de artistas hay, y por mucho que los hijos de los integrantes de One Direction se juntaron para hacer lo que no hicieron sus padres, volver, eso era demasiado diferente. La primera generación, vivía en Australia, todos se habían comprado una villa, juntos, en las afueras de Sydney donde vivían las parejas juntas, al final y al cabo solo tenían sesenta años y tenían aún mucho que vivir, y mucho dinero guardado. Además seguían dando conciertos, y solo la muerte les iba a parar. Pero por mucho que sus historias fueran maravillosas, hoy no estamos aquí para hablar de ellos sino de mi. La hija, la única hija de Elizabeth Henderson y Connor White, la hija de la famosa super estrella y el cantante que volvía locas a todas, cosa que no entendía pero intentaba ignorar con todas mis fuerzas, el hecho de que niñas hormonadas quisieran casarse con mi padre, no se si se daban cuenta de que tenía unos cuantos años más que ellas. Mi madre, era la reina de todo, era hermosa escribiendo libros y canciones, pero no solo eso, sino que cantaba canciones en acústicos que eran siempre éxitos, solo que no podía dar conciertos por su problema con tener que comer cada poco tiempo, aunque supongo que a mas de una no le importaría que comiera en mitad de un concierto pero ella opinaba que estaba muy mal, y se ponía nerviosa por lo que pensó que mejor era la vida que tomo, criándome y mandando a toda mi familia, desde a mis abuelos, hasta a mis tíos. Mire en mi mesita de noche que tenía una foto con mi madre, que era mi mundo entero, que me daba todo lo que necesitaba, y era mi mejor amiga, la persona que me daba la vida entera. El sol, iluminaba mi habitación. Me quede mirando el techo de mi habitación, había pasado una noche rara, y aunque había dormida unas horas, estaba demasiado cansada, como si un camión me hubiera pasado por encima. Me quite la maquina que me vigilaba a la noche, y coloque todo en su sitio, me puse una camiseta y me volví a meter en la cama, tenía muy pocas ganas, por no decir ninguna, de hacer cosas. —En un rato me voy—me dije y cerré mis ojos para envolverme en las sabanas mientras el sol entraba por el tragaluz. Tenía la mejor habitación de la casa, era la que estaba en el ultimo piso, con tragaluces que dejaban entrar toda la luz del cielo, tenía un estilo rustico, y tenía hasta una pequeña sala de cine aquí, tenía todo lo necesario para que no saliera en días de aquí. La razón no era otra que, me obsesionaba mucho con los estudios y ya había tenido problemas con desmayarme por olvidarme de comer, y mi madre se negaba a que me volviera a pasar, así que me instalo todo eso en mi habitación para que no tuviera que salir de ella. Y ser hija única, también tenían mucho que ver en que tuviera todo lo que quisiera y que mis padres me dieran todo lo que quisiera, y no me avergonzaba de admitir que era una niña mimada. —Edla—me grito mi padre desde abajo. Me levante extrañada, mi padre estaba en Los Ángeles, llevaba ahí varios meses trabajando en diferentes proyectos, no sabía que hacía aquí. Me quede en la cama, seguro era un sueño o una broma y me negaba a despertar. —No me hagas subir, Edla—me aviso mi padre. Por mucho que pareciera una broma o un nombre artístico, no lo era. Edla, ese era mi nombre, era un nombre de origen anglosajón que significaba princesa, aunque mis padres no sabían que iba ser hija única, fue una cosa que a mis padres les gusto, les parecía divertido como ponerme de segundo nombre Olivia. ¿Pegaban? No ¿Era algo lógico? Tampoco pero no me podía quejar, al menos no hasta los dieciocho y poder cambiarme de nombre de forma legal. Me levante de mi cama y suspire. —Bajas ya o pongo música—me amenazo. Suspiré y baje. Mis abuelos se dedicaban a la música, y mis padres también, era parte de ellos, desde niña estuve rodeada de canciones y de melodías, y todo el mundo desde que era pequeña, todos esperaban de mi que fuera artista, que me dedicara como mi madre a escribir o como mi padre a hacer música, todos esperaban eso de mi, pero yo solo quería encontrar mi lugar en este mundo, y buscar que hacer. Y por culpa de la gente que no paraba de pedirme que hiciera lo que mis padres hacían, y me frustre, tanto que ya no puedo oí música. Me hice una coleta, y mire a mi padre que estaba en el final de la escalera. —¿Que?—le pregunte. Él me miro atento. Era verano, por lo que no tenía que madrugar. Mi madre, que era la mejor, me dejaba dormir y no hacer nada todo el tiempo que quisiera, solo me obligaba a comer pero por lo demás, no me ponía problemas a nada. —Tu madre esta embarazada—me dijo. Le mire con los ojos en blanco. Tenía dieciséis años, dudaba mucho que mis padres tuvieran un hijo cuando ya habían criado a la primera, nadie en su sano juicio lo haría, además que mi madre no estaba últimamente en plena salud para tener un hijo. —Ja, ja—le dije. —Connor ni se te ocurra usarme para tu cobardía—grito mi madre. Reí. Mi padre me abrazo y beso mi mejilla. —¿Qué pasa?—le pregunte. Él me miro, y acaricio mi pelo. —¿Puedes dejar de ser un cobarde y decírselo?—le grito mi madre. Mi padre me llevo a la cocina con ella, y no estaba sola, estaba con mi tía Jenny. —Bueno yo me voy—dijo mi padre. Como cobarde que era, salió corriendo. Le mire impresionada, mi padre era una persona que tenía bastante miedo a mi carácter, el cual herede de mi madre, con la cual eligió casarse por lo que solo era culpa de él. —¿Por que te has casado con un cobarde?—le pregunté a mi madre. Ella me miro tranquila. —Antes, él era el único que se enfrentaba a mi—comentó mi tía Jenny. La miré. Jenny, no era mi tía por sangre, era la mejor amiga de mi madre, y era mi madrina, por lo que aunque no compartíamos nada, era prácticamente como mi segunda madre. —¿Es broma?—le pregunte a mi madre sorprendida. Ella negó. Estaba impresionada, no es que mi padre fuera un sumiso, pero es verdad que por su trabajo se pasaba mucho tiempo fuera de casa, y al llegar no cambiaba las normas de mi madre por muy en desacuerdo que estuviera, le dejaba que ella llevara las normas de la casa como mejor viera, y él solo se callaba. —¿Te acuerdas cuando se enfrento a ti teñido de azul? —le pregunto mi tía Jenny a mi madre. Mi madre río, seguramente recordando ese momento. —No me vais a despistar—les avise. Las dos me miraron impresionadas. —¿De que hablas?—me pregunto mi madre sorprendida. Las miré. —¿Qué hace papá aquí?—les pregunté. Las dos me miraron. Mi madre se giró tranquila, y me puso un plato de cereales en la isla. La miré. —Desayuna—me ordenó mi madre. —Mamá—me queje. Ella me miro. Mi madre tenía un problema médico por el cual debía comer cada dos horas, ya que quemaba demasiadas proteínas y yo, había heredado el mismo problema. La medicina había avanzado mucho, aun había muchos problemas médicos que no se habían solucionado, habían conseguido currar el cancer, en parte, y otras enfermedades pero seguían saliendo nuevas y eso no facilitaba, nada en solucionar enfermedades que afectaban a todos. —Edla—me avisó mi madre. Me senté delante del plato y mientras ella revisaba mis constantes, yo comía. —¿Me lo vas a contar?—le pregunté. Ella me miro. —¿Me prometes no dejar de comer?—me pregunto. La miré. —No—dije. Ella me miro impresionada. No iba mentirle, si la noticia era horrible pensaba ir a donde mi padre y pegarle. —Nos vamos a mudar—me dijo mi madre. La miré. —No—dije sin dudarlo. No me creía que mi madre fuera a dejar esta casa, por favor, era la casa de sus sueños. La casa con mirador a las estrellas y cerca del mar, su lugar. —No será para siempre, solo dos años—me aclaro. La miré aún más seria. —No—dije. Me negaba rotundamente a mudarme, mi casa, mi habitación era el lugar que más amaba en el mundo. —Edla—me intento calmar mi tía. La miré. —¿Es cosa tuya?—le pregunté. Mi tía me miro impresionada. Sabía perfectamente, que mi madre no iba a dejar esta casa, si no fuera por una razón grande, y cual era la razón más grande para mi madre, mi tía Jenny, ella era su mejor amiga y su otra mitad, de la que no podía estar separada mucho tiempo. —Evan tiene una gran oportunidad—comentó mi tía Jenny. La miré. Evan, era el idiota e inútil hijo de mi tía Jenny. Era el chico más insoportable del mundo, y por mucho que fuéramos hijos de amigos, le odiaba. Él quería ser músico, desde niño tocaba la guitarra y el piano, y desde hace poco empezó a cantar. Según mis padres lo hacía bien, me negaba a escucharle. Era lo que mi abuela denominaba un Justin Bieber actual, con sus ojos grises y pelo castaño, alto y con cuerpo de atleta, ese chico que iba de intenso y misterioso que ocultaba un lado profundo, todo tonterías. —¿Todo esto es por ese idiota?—me queje. Ellas me miraron. —No te pases—me aviso mi madre. La miré. —Me quedo con Jasón—me queje. Ellas me miraron, Jasón era el hermano pequeño de mi madre, mi tío que era un encanto. Trabajaba como gerente de la empresa discográfica de mis padres pero no tenía nada que ver con música, sino más el tema del papeleo. —No—me dijo mi madre. La miré. —¿Que?—le pregunté molesta. Ella me miro tranquila. —Tienes dieciséis años, no voy a dejarte aquí, sola—me aclaro. La miré. No me estaba dejando sola, sino que me estaba dejando con un adulto responsable que encima era de mi misma sangre, no era un desconocido, trabajaba mucho pero eso no le quitaba lo responsable. —Mamá—me queje. No quería dejar mis amistades, mi vida aquí solo por un idiota. —Vas a venir a Los Ángeles con nosotros—me aviso. Me levante sin terminar los cereales y sin dudarlo, fui a la sala de música, el lugar donde sabía que estaría mi padre, y si mi madre no me daba la razón, él lo haría. La sala de música, estaba lado de la biblioteca, era un lugar al que no entraba pero en esta ocasión, tenía que hacerlo. Respire hondo y entre. No solo estaba mi padre, sino que mi tío Ethan, mi tío Ryder, mi tío Dylan, pero también estaban Madison y Evan, la hija de mis tíos Ethan y Ryder y el idiota. Estaban tocando música pero pararon cuando entre. —Edla—me saludo mi padre inocentemente. Le miré molesta. Me molestaba que actuara como si nada, como si no estuviera apunto de arruinar toda mi vida. —Vamos a ir por partes—dije. Todos me miraron sin entender nada. Sabía que si empezaba con cosas buenas confiarían en mi peor lo que más ganas tenía era de ser mala y pegarle a Evan. Respire hondo. Me acerque a mi tío Ryder y bese su mejilla. —Hola princesa—me saludo tranquilo. Mire a mi tío Ethan, quien se limito a chocar los puños conmigo. —¿Tu madre te ha dicho algo?—me pregunto mi padre. Le mire. Sin dudarlo me acerque a Evan que me miro sorprendido. —Liv—me saludo. Le mire. Él era la única persona que usaba mi segundo nombre, Olivia para referirse a mi. Sin dudarlo, le di un golpe en la cara. El primero, lo recibió sin quejarse pero cuando fui a darle el segundo, me agarro de la mano y pego mi cuerpo, al suyo, agarrando con una mano mis manos y con la otra mi cintura. —Suéltame—le ordene. —No—me dijo tranquilo. Le mire molesta e intente mover mis piernas para pegarle, pero no podía moverlas, ya que su cuerpo era como un murro. —Besaros y dejar de molestar—grito Madison, mi prima. Me separe como pude de Evan y le mire molesta. —Cállate idiota—le grité. Mi padre me miro serio. —No—le avise y me miro sorprendido—No vas a venir ahora, a darme clases de educación cuando vas a arruinar mi vida entera por un idiota y su tonto sueño de ser cantante—le avisé. Todos me miraron. —¿No os recuerda a Lisi?—pregunto mi tío Ethan. Le miré molesta. Sabia que mi madre, al principio, odiaba a mi padre y mas cuando mi abuelo le ofreció ayuda con su carrera musical. Mi madre y toda mi familia siempre cuentan esa historia de como pasaron del amor al odio, con bromas incluidas. —No voy a ir a Los Ángeles—le avise. Todos me miraron. —Veo que lo sabes—comentó mi padre. Le miré. —No hay que ser muy inteligente para verlo—le dije. Estaba comportándome muy mal, lo sabía, estaba siendo irracional pero estaba tan enfadada que no podía dejar de escupir veneno, quería matar a Evan, quería quedarme en mi casa, quería estar aquí. —Edla—me llamo mi madre. La miré. Estaba apoyada en la puerta. —Vuestra hija soy yo—me queje, todos me miraron sorprendidos—Deberíais mirar por mi, y no por un idiota que no es nada vuestro más que el hijo de vuestros amigos, y un idiota—me queje. Todos me miraron. —A tu habitación—me dijo mi padre. Le miré. —¿Que?—pregunte sorprendida. Su cara era de enfado, de decepción y de muchas otras cosas que no solía ver en su cara. —Vas a ir a tu habitación y harás una maleta para irnos a Los Ángeles—dijo mi padre y le miré, pero eso no era todo lo que tenía que decir—Te damos todo lo que quieres, y para una cosa que no te gusta, armas un espectáculo—me dijo y le miré, estaba enfadado, lo noté, miré a mi madre para pedir socorro pero por su cara estaba de acuerdo con él—No vas a salirte con la tuya, esta vez no, así que vete a tu maldita habitación y haz la puñetera maleta—ordeno. Le miré, sin querer moverme. —Ya—me grito. Le miré sorprendida. Mi padre si levantaba la voz para llamarme pero no en tono serio o enfadado pero esta vez me estaba gritando desde la rabia y el enfado. Respire hondo. No era una persona que se dejara pisar por nadie, era orgullosa, si pero no era algo que me avergonzara. Les miré a todos, y aunque deseara tener yo la última palabra, me calle y me fui a mi habitación. —¡Ah!—grite una vez que estuve ahí. Quería tirarlo todo pero sabía que podía armar un escándalo y eso sería peor. Si armaba otra escena, sabia que mis padres me iban a castigar, ya me había ganado alguno por los insulto y golpes que le di a Evan, quizás no me dejarían salir o me pondrían un rastreador, o me harían estar con el idiota, pero si armaba una escena mayor, sabia que me iban a castigar de forma más horrible, porque imaginación para castigos no les faltaba a mis padres. Respire hondo. —Tranquila—me dije a mi misma. Pase mi mano por mi pecho para hacerme consciente de mis respiraciones y para no ponerme a llorar, para contener mi rabia. —Todo saldrá bien—me dije. Me note algo mareada, por lo que me acerque a mi nevera y me saque un zumo y una barrita energética. Me senté y las empecé a comer. Era demasiado pronto para llamar a alguna amiga y demasiado complicado lo tenía para huir, me tendría que fastidiar y aceptar mi horrible destino. Saque dos maletas, rosas de mi vestidor y las miré. —Ahora es invierno—me dijo Evan detrás mío. No me giré, las ganas de pegarle y romper su preciosa cara eran tales que me tenía que contener. —No me importa—le dije y miré las maletas vacías pensando en lanzárselas. —Han esperado a que termines el curso—me comentó. Respire hondo. No se si se daba cuenta de que no me importaba, lo que me estaba diciendo. —Liv—me llamo. No me giré ni a mirarle. Estaba demasiado molesta como para poder mirarle. Oí sus pasos acercándose a mi y luego noté que pasó sus brazos por mis hombros. —Déjame—le pedí molesta. Él no dejó de pasar sus brazos, de forma tranquila por mis hombros, como si intentara calmarme y por más que tuviera ganas de pegarle un golpe, me estaba controlando, aun sin saber la razón. —Escúchame—me pidió y beso mi hombro. Me giré bruscamente y molesta. —¿Que?—le pregunté molesta. Él me miro tranquilo. —Es una gran oportunidad para mi—me dijo y le miré. —¿Y?—le pregunté. Me miro tranquilo, casi como si no le afectara lo que decía pero le conocía desde siempre, sabía todo de él por lo que sabía bien que le afectaba y que no era el hombre de hierro que intentaba vender. —Quiero que estes ahí—me dijo. Le miré, entre molesta y sin entender que mierdas le pasaba. —Te recuerdo...—empecé pero me interrumpió haciéndome un gesto con su mano. Le miré molesta. —Recuerdo perfectamente, que odias la música—me dijo y le miré molesta, en ocasiones este chico era lo más irritante del mundo—Pero eso no quita que puedas apoyarme—me dijo. Le miré con los ojos abiertos completamente. Tenía que estar rimándome el pelo como se creía que podría estar en primera fila oyéndole tocar música cuando era quizás lo que más odiaba en este mundo. —Esto es ridiculo—dije y me giré para ver mis maletas y pensaba en que podía meter. Él me giro para que le mirara. —¿Sabes lo que es ridiculo?—me pregunto y le miré sorprendida, su tono ya no era dulce y tranquilo, era enfadado y con algo de rabia. No era un tono que Evan soliera usar, él como su madre, tenía la gran virtud de mantener la calma a pesar de todo, podría estar el mayor problema del mundo pasando en sus vidas que ellos seguirían estando tranquilos, porque su madre siempre le enseñó que perder la calma, no servía de nada, era un error enfadarse y actuar por impulsos cuando podrías pensar las cosas y hacerlo bien. Mi madre nunca me enseñó eso. —Lo que es ridiculo es que te creas que todos tenemos que bailar a tu antojo—me dijo y le miré sorprendida—Todo el mundo a dejado de hablar de música porque la odias, sin tener razón, todo el mundo tiene cuidado con lo que dice delante tuyo porque eres la persona más sensible del mundo—me dijo y le miré sorprendida. —Retira eso—le dije. Él me miro tranquilo. No era verdad, no era sensible y la gente no tenía que tener cuidado conmigo, eso solo eran cosas de él, era mentira. —No lo haré—me dijo, y le miré—Tus abuelos ya no te llevan a su casa porque te enfadas si oyes música, cosa que es su vida y tus padres deben esperar a que te vayas de casa para trabajar —me dijo. Le miré. —Todos te permiten hacer eso y aun no entiendo la razón—me dijo y le miré sin saber que decir—Por una vez, que tus padres piensan en su trabajo, les armas el espectáculo del siglo, demostrando lo niña mimada que eres—añadió. Abri los ojos como platos. No me esperaba ese comentario de Evan, había venido como un amigo y ahora, estaba diciéndome cosas crueles. —No me conoces—fue lo único que me salió. Él me miro, levantando una ceja, sorprendido y divertido. Pocas veces me dejaban en blanco o sin saber que responder. —Nos hemos criado juntos, te conozco mejor que nadie—remarcó y le miré. Era verdad, nos criamos juntos, que nuestros padres fueran amigos tenía mucho que ver para que pasáramos todo juntos, desde vacaciones hasta navidades. Éramos con una gran familia. —Vete—dije. Él me miro tranquilo. No quería seguir enfrentándome a ello, y era mi habitación por lo que no me podía ir. —¿Ahora vas a huir de los problemas?—me pregunto tranquilo. Le miré. —Cállate—le dije con un nudo en la garganta. Él me miro. —No te puedes enfadar por la verdad—me dijo y le miré. El nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande y le estaba empezando a acompañar un dolor intenso en el pecho. —Puedo hacer lo que quiera—le remarque. Él me miro tranquilo. Tenía ganas de pegarle y romper su cara de tranquilidad, porque me ponía realmente nerviosa. —Puedes, pero eso te da varios problemas—me dijo. Le miré sorprendidas. —¿Que? ¿Cuáles?—pregunte sin entender nada. Él siguió mirándome con su tonta y horrible cara de tranquilidad. —Asumir la verdad—me dijo y me enseñó un dedo—Desenfadarte—añadió, subiendo otro dedo y me miro—Y admitir que me adoras—dijo, poniendo un tercer dedo. Le miré. El nudo en mi garganta y el dolor en mi pecho se habían ido cuando dijo eso, y unas ganas de reírme me llenaron el cuerpo enterró. Reí, no lo pude evitar y tampoco es que lo quisiera evitar. —Sigue soñando—le dije y me miro. Estaba tranquilo, cosa que me alteraba más a cada momento. —Pronto serás tú quien lo sueñe—me dijo. Le miré sin entender nada. —¿De que hablas?—le pregunte sin entender nada. Él se acercó a mi pegando su frente con la mía y me miro. A pesar de que su madre y sus abuelos eran bastante bajos, él había heredado la altura de su padre que era incluso más alto que yo y eso que media metro ochenta, gracias a que toda mi familia era muy alta. —No solo voy ha hacer que admitas que me adoras, sino que voy ha hacer que ames la música—me dijo. Me dejo blanca. No sabía cómo reaccionar a eso, no sabía si reírme, llorar, retarle o no se, hacer un salto mortal. Me había dejado totalmente descolocada. Quizás era lo que quería, callarme de tal forma que pudiera por primera vez, en todos los años que nos conocemos o quizás solo me estaba intentando volver loca, cosa que no me extrañaría. —Mira—empecé pero él besó mi mejilla haciendo que me callara. —Está vez, princesa—me dijo dejándome aun más helada—Tengo yo la última palabra—me dijo. Para después irse dejándome con cara de estúpida en mi habitación. Me senté en mi cama sin saber que había pasado o que iba ha hacer, no solo con Evan sino con tener que vivir en Los Angeles, y dejar todo atrás. —¿Estas bien?—me pregunto mi madre desde la puerta de mi habitación. La miré. —Evan me ha dicho que quizás necesitarías ayuda—añadió. Evan, siempre tenía que parecer el principe encantador y hacer que todos le amaran. Sin decir nada, mi madre fue a mi vestidor y saco varias presas de ropa para meterlas en mis maletas. —Nos iremos en dos días por si quieres despedirte de tus amigas—me dijo mi madre. Parpadeé y la miré. —¿Me va gustar?—le pregunté. Ella me miro sorprendida y se sentó a mi lado. Agarro mis manos con fuerza y la miré. —Estudie ahí un año—me contó y la miré—Te aseguró que es una gran experiencia que te va servir para el futuro—me dijo y beso mi mejilla. Suspire hondo. —Y no estarás sola—me dijo y la miré—Nos tendrás a papá y a mi a tiempo completo—aclaro y la miré—Tus tíos estarán, y tendrás a Madison y Evan para todo—me comentó y suspire. Eso último no me hacía mucha gracia. —Al menos dime que tendremos una casa bonita—le pedí y ella me miro. —Hemos comprado entre todo una preciosa casa enfrente de la playa—me dijo. La miré. —¿Que?—le pregunte sorprendida. Ella me miro. —Para facilitar el trabajo, vamos a vivir todos juntos pero tranquila, será como una fiesta diaria—me dijo y la miré sorprendida. Creo que mi madre y yo teníamos muy diferentes conceptos de lo que era una fiesta. —Y ahora, ha hacer la maleta—me dijo y se levantó para empezar a doblar ropa y meterla en la maleta. La miré, lo hacía tranquila como si para ella lo que estuviéramos apunto de vivir, no era una locura sino una aventura, pero para mi, era el final de mi vida como la conocía.

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