Capitulo 1

1968 Words
Erick era valiente y siempre se caracterizó por tomar lo que quería, Erick soñaba con tener una hermosa esposa y tres o cuatro niños revoloteando por la casa. Sin embargo, Erick besó a Deivis un domingo. Recuerda esto porque en el celular de Erick sonaba a todo volumen "estrechez de corazón" de los Prisioneros. Estaba tan concentrado en la música que no le oyó decir "quiero besarte" antes de hacerlo. Ante el brusco contacto, Deivis se sobresaltó, sus narices chocaron torpemente y Erick se rió nerviosamente. Definitivamente Deivis se derritió ante esa encantadora sonrisa. ¿Cómo podía negarle algo a él? Eso era imposible, por que él anhelaba aquello con el alma. Sin dudarlo, correspondió a la sonrisa y relamió sus propios labios. Estaba nervioso y su corazón no quería parar de latir. —¿Qué significa esto, Erick? —Sus manos temblaban ante la ansiedad que estaba sintiendo. —Quería besarte y lo hice... —Cortó la escasa distancia entre ambos y volvió a rozar los labios de Deivis con los propios. —Siento curiosidad y deseo experimentar... —Pensé que eras heterosexual —alzó la mirada y se perdió en aquellos ojos verdes que lo observaban con anhelo. —Lo soy, amo a Lizzy, aunque ahora ella no está, no sé cuándo volverá y honestamente me siento solo... No te estoy obligando a nada, mucho menos deseo que sientas que debes retribuir lo que e hecho por ti. —Con delicadeza apartó un mechón rubio del rostro pálido de Deivis y lo llevó tras su oreja. —Pero esto podría ser una experiencia grata para ambos, somos amigos y nadie sabrá de lo que hacemos a solas. Erick era un hombre atractivo, ojos verdes, cabello oscuro, buen porte y un cuerpo de infarto, Deivis se sentía atraído por su apariencia, pero lo que aceleraba su corazón a niveles insospechados era la dulzura de sus gestos, la manera en que lo trataba, la manera en que buscaba levantar su ánimo con malos chistes. Erick, con su personalidad había logrado meterse bajo la piel de Deivis y se había adueñado de su corazón. —Esta bien, Erick —dejó escapar una risa nerviosa, sintiendo un intenso revoltijo en su vientre. —Si quieres experimentar, entonces adelante. Erick estampó sus labios en los de Deivis con cierta brusquedad y con sus grandes manos lo tomó de la nuca para no dejarlo escapar. Aquél domingo se besaron hasta que los labios les ardieron, pero no intentaron llegar más aya, no hasta que tuviesen su propio lugar. ••• —Te gustará, este lugar es discreto y nadie nos verá aquí. —La emoción en los ojos de Erick era desbordante y rápidamente Deivis se dejó contagiar por su entusiasmo. Esas fueron las primeras palabras de Erick cuando se encontraron frente a la casa de la calle "San Sebastián". Erick había movido uno o dos hilos en la nueva administración gubernamental encargada de proyectos y viviendas para hacerla imposible de trazar. Nadie podría arrebatarles su lugar seguro. Cuando le dijo a Deivis que había encontrado un lugar para reunirse, Deivis se había imaginado cualquier cosa menos esta casa victoriana de ladrillo abandonada y medio quemada en un barrio de mala muerte poco fiable. Entraron por una puerta destrozada en la parte trasera y caminaron de puntillas hasta unas empinadas escaleras. El vidrio y la arena crujían bajo sus zapatos. No había muebles, pero todos los intrincados y extravagantes accesorios estaban en su lugar y relativamente intactos. Subieron las escaleras uno al lado del otro, no porque tuvieran miedo, sino porque estar uno al lado del otro significaba que se rozaban, y cada pequeño contacto, sin importar cuán ligero o fugaz fuera, hacía que sus corazones latieran más rápido. —El colchón es nuevo, —dijo Erick cuando llegaron al loft. —Y también lo es la ropa de cama, así que no vengas con tus berrinches de niño rico y mimado. —Se quitó los zapatos y se sentó en la cama con total confianza. Deivis arrugó la nariz porque sabía que eso molestaría a Erick, pero incluso si un vagabundo hubiera dormido allí, a Deivis no le habría importado menos. Para él todo era perfecto mientras pudiera estar entre los brazos del hombre del cual se había enamorado. Era feliz con su mera presencia, por que Erick lograba calmar las heridas de su corazón y de igual modo llenaba cada espacio vacío de si alma. Permanecieron de pie, encorvados debido a los aleros inclinados, de espaldas mientras se desnudaban. Sus movimientos eran lentos y torpes a causa de los nervios. Primero un calcetín y luego el otro. Hebillas de cinturón, jerséis , camisas y vaqueros. Cuando se miraron, se dieron cuenta de que ambos todavía llevaban puestos sus boxers y, por alguna razón, esto fue graciosamente divertido. Se arrastraron bajo las sábanas y se tumbaron boca arriba, cerca pero sin tocarse, con la respiración rápida y superficial. Ambos sabían que iban a tener relaciones sexuales, aunque ninguno de los dos lo hubiera dicho. Cuando su cuerpo no pudo soportar más la espera, Deivis finalmente rompió el silencio. —¿Has hecho esto antes? Me refiero a si has estado antes con otro hombre. — Preguntó y sus palabras salieron atropelladas. Deivis se alejó sólo lo suficiente para mirar a Erick a los ojos, a esos hermosos ojos verdes que tanto le gustaban. Erick negó con la cabeza. No parecía la ocasión adecuada para permitirse ninguna tontería de superioridad. —No, nunca. Es la primera vez que tendré está experiencia con un hombre. —Mantuvo la mirada fija en el viejo y deteriorado techo. —En varias ocasiones tuve sexo anal con Lizzy, se lo que debo hacer, aunque estoy nervioso. —Admitió. —Creo que probablemente no necesitaremos instrucciones detalladas. —Deivis le dedicó una sonrisa cómplice. —Tal vez deberíamos tomárnoslo con calma... —Titubeo Erick de pronto. —O tal vez deberías simplemente callar y dejar que te coma la puta boca. —Dijo rápidamente, antes de que Erick se arrepintiera. Los labios de Erick eran ridículamente suaves, y Deivis se estaba enloqueciendo con cada roce, con la humedad de su lengua y con las manos cayosas de su amante mientras le recorría la espalda. Besar de esa manera tan íntima a Erick se había sentido... ¿Cómo definirlo? Solo podía definirlo como perfecto, ninguna otra palabra encajaba con lo bien que se sentía. Los labios de Erick se sentían cálidos, húmedos y jodidamente suaves. Puso todo lo que tenía de sí en besar esos labios que eran su maldita perdición, y ni siquiera se dio cuenta de que estaba presionando y frotando su ingle contra la de Erick hasta que estuvo a punto de correrse. Apartó la boca y enterró la cara en el ángulo entre el cuello y el hombro del castaño, jadeando bajito y sintiéndose bastante avergonzado. —Vas a perder el control, ¿no? —La voz de Erick contenía algo parecido al asombro. Deivis sólo pudo asentir. El sentimiento era demasiado intenso como para expresarlo en palabras. Erick apretó las caderas de Deivis entre sus muslos y comenzó a empujar hacia arriba cada vez que el rubio presionaba hacia abajo. Por un instante se perdió en el rostro de su amante. Deivis era atractivo, con sus rasgos afilados, sus labios finos, su piel extremadamente pálida, su corto y ordenado cabello rubio platinado, las escasas pecas a cada lado de sus mejillas y sobre todos la intensidad de aquellos ojos azules. Definitivamente aquel hombre le atraía, aunque Erick no deseaba analizar sus emociones en aquel momento. Giró la cabeza para poder susurrar en el oído de Deivis. —Quiero que lo hagas, —dijo con voz ronca. Luego, se acostaron de lado uno frente al otro. Había sido la primera vez que había visto a Erick tan vulnerable y expuesto, y por alguna razón, eso más que cualquier otra cosa, le hizo darse cuenta de cuán seriamente estaba metido en esa bizarra relación. Sabía que en algún momento saldría lastimado, para Erick solo era una experiencia, aún así, no podía detenerse. —¿Qué es esto? —Preguntó tratando de distraer su mente de la incipiente comprensión de que estaba enamorado. Por que lo estaba, estaba metido hasta las patas. Erick miró hacia abajo para ver de qué estaba hablando. Deivis tocó la medallita que colgaba de un cordón de cuero alrededor de su cuello. —Es una calavera enchapada en oro... Honestamente luce algo macabra, pero de igual modo me gusta. —Erick esbozó una pequeña sonrisa. —Es fea. —Responde Deivis con honestidad. —Porque lo es, se que no tiene nada de bonito. —Entonces si crees que es feo y no es para protegerte, ¿por qué lo usas? —Realmente le daba curiosidad saber el origen de aquel objeto, necesitaba distraer su mente con cualquier cosa que no fueran los intensos sentimientos que Erick le provocaba. —Lo uso para recordarme a mí mismo que no debo creer en todo lo que pienso. A veces puedo ser muy cerrado, es algo que con el tiempo deseo cambiar. —Fijó la mirada en su compañero. Deivis se apoyó en su codo y apartó el grueso flequillo de Erick de sus ojos antes de pasar la yema del dedo ligeramente desde el centro de sus cejas, sobre su nariz, bajando por la barbilla, a lo largo de su garganta hasta descansar sobre el colgante. Ante el suave tacto de Deivis, Erick se estremeció de pies a cabeza. —¿Vas a decirme a qué te refieres o vas a fingir ser misterioso? —Alza la mirada encontrándose con la de su amante. Erick sonrió y puso su mano en la cadera de Deivis. —A veces pienso cosas realmente estúpidas, puedo ser bastante irracional en algunas ocasiones y en otras me cuesta bastante ser sincero conmigo mismo — respondió. —Solía pensar que algunas personas eran estúpidas y que no merecían nada, juzgaba un libro por su portada sin tomarme la molestia de revisar su interior. Fuí injusto con varias personas en el pasado. —Una de esas personas era yo... ¿Verdad? —Sí, en su mayor parte, —respondió Erick con sinceridad. Deivis frunció el ceño por su confusión y Erick rodó sobre su espalda, tirando de Deivis con él para que su amante volviera a estar apretado con su cuerpo y entre los muslos de Erick. —Definitivamente eras un imbécil, pero no merecías nada de lo que te pasó. Me equivoqué contigo y me di cuenta de que si podía equivocarme contigo también podía equivocarme con cualquiera. —Lo apretujó más entre sus brazos. Erick rodeó los hombros de Deivis con sus brazos y lo atrajo hacia abajo para darle un beso que comenzó ligero, pero rápidamente se hizo más profundo, más apasionado y necesitado. —Entonces, ¿qué tiene que ver el colgante con todo esto? —Deivis preguntó cuando sus bocas se separaron por más de un segundo, su voz salió entrecortada y sus mejillas estaban algo rojas. —Me lo dió Lizzy antes de irse… Ella quería que cambiara malos hábitos, por lo que este colgante me recordaría que debí mejorar como persona. Ella solo quería ayudarme de alguna manera. Sinceramente me equivoqué con Lizzy... y me equivoqué contigo. Deivis cerró los ojos por un momento, se sentía extraño que Erick nombrara a su novia en la situación en la cual se encontraban, suspiró lentamente y trató de ignorar la sensación. —No importa este feo colgante ni su origen, lo único que importa es el aquí y el ahora... —Susurró sobre los suaves labios de Erick. Ambos se miraron fijamente a los ojos para luego fundirse en un beso desesperado.
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