CAPÍTULO IV Lord Sheldon le parecía increíble que alguien pudiera ser tan esquiva como Azalea. Quería seguir hablando con ella, tratar de resolver el misterio que la rodeaba y adivinar el secreto que ocultaban sus ojos oscuros y, sin embargo, no lograba acercársele. Desde el momento en que había huido de él, después de que hablaron juntos en la cubierta, parecía haberse desvanecido en el aire. Lord Sheldon había viajado en muchos barcos y siempre le costaba trabajo escapar de las mujeres inoportunas que buscaban su compañía, haciéndolo sentirse como una zorra perseguida por un cazador. Pero Azalea, en cambio, lo eludía. Descubrió, por medio del camarero del comedor, que ella tomaba sus comidas a horas tan irregulares, que era muy difícil que coincidieran en la mesa. Por añadidura, a ve

