—Hay numerosos sirvientes chinos en la casa, milady— explicó el oficial que las había acompañado—, y pueden conseguirse más, si lo cree necesario. —Mi sobrina puede supervisarlos— contestó Lady Osmund—, es lo que hace en casa y eso la tendrá ocupada. Por la forma en que lo dijo, Azalea comprendió que su tía estaba decidida a mantenerla agobiada de trabajo, sin importar cuántos sirvientes hubiera en la casa. En cuanto Lady Osmund se instaló, descubrió que necesitaba comprar en las tiendas una docena de cosas y como ella estaba ocupada con su vida de sociedad, ordenó a Azalea que se encargara de ello. Como no le concedía a su sobrina la menor importancia, ordenó que la acompañara Ah Yok, un anciano sirviente chino; a diferencia de sus hijas, que salían escoltadas por un oficial y transpo

