Capítulo 1

1497 Words
El día estaba siendo tranquilo mientras Aubrey observaba el sol desvanecerse entre las nubes. Sus ojos marrones se mantuvieron observando el cielo y un suspiro salió de sus labios al desear que aquel día durara para siempre. Su vida últimamente era aburrida. Solamente debía de encargarse de escoger entre diferentes universidades. No quería irse lejos de su familia. Poco tiempo antes habían fallecido su madre y su hermana en un accidente y sentía que el dejar a su padrastro con sus otras hermanas generaría un constante estrés en el hogar. Y eso no deseaba que sucediera. Claramente sabía que debía hacerlo, las universidades que estaban cerca no eran igual de buenas e importantes que a la que iría, pero de igual forma si cruzaba de vez en cuando por su mente dejar de lado eso y dedicarse a su familia. Su corazón se apretó y volvió a suspirar. Las vacaciones de final de año habían comenzado y dentro de dos meses debía de volver a la vida estudiantil, pero, en su primer año de universidad. Estudiaría periodismo y le apasionaba la idea de convertirse en periodista deportivo y lograr en el futuro comprar su propio equipo de fútbol. — ¡Aubrey! Aquella voz retumbó en sus oídos y la muchacha volteó a mirar detrás suyo cómo una mata de cabello rizado corría hacia donde se encontraba. Se trataba de uno de sus mejores amigos. Su nombre era Ansel. Habían compartido días enteros de vacaciones y era algo normal verse cada cuatro meses. Ansel había estado con ella junto a otro amigo llamado Oliver, apoyándole cuando su madre y hermana habían fallecido. Al recordar aquello el pecho de Aubrey dolió y respiró pesadamente, levantándose. Si seguía pensando en aquello se pondría a llorar y no quería hacerlo. No más. — Hola amigo. — ¿Cómo has estado? —sonrió Ansel abrazándole de rapidez—. Te busqué en casa, pero Maty dijo que estarías en la playa. — Si —levantó los hombros—, quería estar sola un poco. Pensé que vendrías después. — ¡Quise venir antes porque pronto entraremos a la universidad! Aubrey sonrió—. Lo sé. Creo que estaremos lejos de ahora en adelante. Los dos jóvenes comenzaron a caminar sin rumbo aparente y se alejaron de la playa. Era el lugar favorito de Aubrey, pero ya era algo tarde para estar cerca al mar. Las olas comenzaban a golpear fuertemente la costa y era peligroso. — ¿Cuándo te irás, Ansel? El rizado detuvo el paso y soltó un pequeño "jú". — No lo sé. Apenas estoy llegando. Creo que podría irme a mediados de enero. — Normalmente te vas la primera semana de febrero... —expresó Aubrey triste. No le gustaban las despedidas. Y menos despedirse de él. — Lo sé. Pero debo arreglar todo para ir a la universidad. Aunque estaré en la ciudad, necesito tener todo arreglado. Debo comprar un nuevo computador. — Podríamos comprarlo los dos y te lo llevarías. —Aubrey propuso y su acompañante asintió, ya que le había gustado la idea. El día finalizó más pronto de lo esperado y Aubrey terminó despidiéndose de Ansel en la puerta de su casa. Habían ido a cenar a un restaurante cercano y después visto un partido de fútbol. — ¿Mañana nos veremos? —Ansel cuestionó arreglando su cabello. — Si, puede ser. Aunque estaré con Ross. ¿Algún problema? — Para nada. Solamente seré yo solito. Los dos se rieron y dejaron la conversación ahí. Aubrey salía con un chico llamada Ross. Era de su misma escuela y le llamaba mucho la atención desde hacía tiempo. No eran novios todavía, pero esperaba que al finalizar las vacaciones los dos entraran a la universidad convertidos en una pareja. Por otro lado, Ansel salía con varias chicas, pero nada fuera de lo común. Era joven y atractivo. Él amaba disfrutar su juventud y tener una relación no era algo que estuviera en sus planes. O bueno, tal vez sí. Lo había llegado a pensar, pero lo había desechado con la misma rapidez que llegó a su mente. No era que estuviera mal o equivocado por pensar aquello con esa persona. Pero era raro... inesperado. Se sentía confundido y por eso había decidido dejar ese tema de lado y continuar disfrutando como siempre lo hacía. Además, después de ese primer pensamiento, no hubo más. No estaba preparado ni seguro para aceptarlo. ☆☆☆ Al siguiente día los jóvenes se encontraron como habían acordado la noche anterior y se dirigieron al centro comercial más cercano para ver una película. Aubrey había ido con Ross y Ansel... solo. Prefirió ir sin acompañantes ya que no tenía el dinero suficiente para invitar alguna persona. Aunque sabía que podía decirles que pagaran su parte, pero le hubiera dado vergüenza hacerlo. — Muy bien... —Ross sonrió—... ¿Qué veremos? — No lo sé —Ansel respondió—. Podríamos escoger cualquiera que tú quieras. Aubrey asintió—. Lo apoyo. La sonrisa del chico creció y pronto se encontraron mirando una película de acción de Quentin Tarantino, llamada Once Upon a Time in Hollywood. Al principio Ansel no había entendido muy bien de qué se trataba la película, pero luego de prestar atención pudo darse cuenta de la increíble obra de arte que estaba observando. Definitivamente la compraría para verla en su casa. Una que otra vez sus ojos se dirigieron a sus acompañantes. Pudo verlos besarse algunas veces por varios —muchos— minutos. Pero eso no le afectaba o le generaba algún problema. Él no creía en eso de ser el mal tercio. Pensaba que el ambiente solamente él podía volverlo excelente o malo. — ¿Vieron a Leo DiCaprio? —Ross suspiró—, es de los mejores actores que veré en lo que queda de mi vida. — Mi actor favorito siempre será Harrison Ford —opinó Aubrey tomando de su café. — El mío es Richard Gere. Esa película de Hachiko siempre va a estar dentro de mi corazón —espetó Ansel. En ese momento Ross decidió ir al baño y se quedaron solos los grandes amigos, los cuales tomaron asiento esperando por él. — Aubrey... — ¿Sí? Ansel tragó saliva. — Tu novio me aburre. Unos segundos el silencio reinó entre ellos, hasta que Aubrey habló: — Pues... vamos. Ansel le miró incrédulo y una risa escapó de sus labios mientras se levantaba rápidamente de su lugar. — ¿Estás segura? — Si. Y entonces Aubrey tomó la mano de su acompañante y comenzó a correr fuera del lugar. El corazón de Ansel empezó a moverse con fuerza por cada paso que daban. No podía creer que le estuvieran haciendo eso a ese chico. Él no era mala persona, solamente era un poco aburrido. Pero, algo no entendía. Si su corazón latía tan acelerado porque se encontraban corriendo o porque Aubrey no hubiese soltado su mano mientras lo hacían. Al momento que aquel pensamiento volvió a Ansel, éste alejó su mano con lentitud y exhaló con fuerza. No podía volver ese pensamiento. Debía mantenerlo bloqueado para que no volviera a confundirlo. Ellos simplemente eran amigos. Nada más. Sus piernas se movieron por quince segundos más y los dos jóvenes cuando se detuvieron, estallaron a carcajadas. Aubrey por su parte había decido dejar a Ross por una simple razón. Se había dado cuenta que él no era lo que quería para ella. Si, la noche anterior había estado pensando en ellos como una pareja universitaria. Pero luego de pasar más tiempo fuera de la escuela, se dio cuenta que realmente no era lo que quería. Ella era una persona extrovertida y que necesitaba que le quisieran por lo que era. Cambio él era más centrado, tranquilo... nada parecido a ella. — ¿Qué le... dirás ahora? —Ansel inquirió respirando de forma rápida. Sabía que su resistencia estaba tres metros bajo tierra. — No lo sé. Creo que... solamente le diré que no estoy interesada. Que lo siento mucho. Ansel asintió y nuevamente sintió algo dentro suyo. Pero no eran mariposas. Eran ganas de vomitar. Fue cuestión de tiempo cuando un Aubrey tratando de no devolver las palomitas que había comido en el cine, se encontraba tomando del cabello al rizado para que no ensuciara nada. Tal vez el correr tanto tiempo y solamente haber comido palomitas de maíz no había sido una buena idea. Ahora debía de comprarle algo de beber. — Vamos Ansel. Necesito hidratarte. — No... —se quejó el susodicho tirándose en plena cera—... déjame aquí. Aubrey sonrió y le ayudó a levantarse. No era que oliese muy bien, pero era lo que había y no iba a dejarle allí, cuando al final de cuentas habían corrido de esa forma por idea suya. Así, se encargó de comprar todo lo necesario para que Ansel volviera a ser lo que era y trató de hacerlo sentir bien contando algunos chistes malos que recordaba. — ¿Qué le dice un pollito a otro pollito? — ¿Qué? — Pía que yo pago. Aubrey no pudo aguantar la risa mientras miraba el rostro de su amigo, el cual miraba por la ventana, sintiendo pena ajena. ¿Dónde le habían enseñado aquellos chistes tan malos? — ¿Quieres otro? ¿Qué le dice- — ¡No! —El rizado gritó y le tapó la boca antes de que pudiese seguir hablando—. Ya me siento perfectamente. Por favor, no más chistes. Aubrey nuevamente rió y se alejó, mirando sus ojos directamente. — Tus ojos son muy lindos, Ace. Las mejillas de Ansel se colorearon de un bello tono rosa e inmediatamente el joven negó repetidas veces con su cabeza al momento que volvieron esos pensamientos que ya había buscado bloquear. Aunque de igual forma no pude evitar responder su cumplido. — Gracias... los tuyos también.
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