La identidad de Josef

2295 Words
Keidys volvió su mirada al joven que estaba a su lado: era quien había contestado, ¡aquel nerd era Josef! La chica arrugó su rostro y no dejaba de repararlo. El joven, bastante neutral, no le importó que ella lo mirara. —¿Josef? —preguntó Keidys al muchacho. —¿Sí? —inquirió él mientras cerraba sus ojos y se cruzaba de brazos. Recostaba su espalda al espaldar de la silla. —¿No me recuerdas? —Sí, claro que te recuerdo —respondió Josef bastante tranquilo. Keidys sintió que su corazón empezó a latir con fuerza y apretó su mandíbula. Aquel feo nerd seguía siendo arrogante, lo empezaba a odiar cada vez más. —Eres la hermana de Santiago, ¿no? —Sí, es mi hermano mayor —respondió Keidys, trataba de calmar su enojo, ¡¿cómo rayos conocía a su hermano?! —Así que entonces eres aquella niña, no estaba equivocado —soltó de la nada el chico y miró fijamente a Keidys. —¿De qué hablas? —La niña que me entregó la carta —contestó. Keidys sintió que las palabras de Josef fueron un golpe bajo, ¿lo decía así, como si nada? Apretó sus dientes con fuerza y detuvo su respiración por un momento. —Sí, soy ella —afirmó con firmeza, Keidys.  —Conocí a tu hermano cuando te fuiste del país, te estaba buscando para pedirte una disculpa, pero fue muy tarde —explicó Josef con un tono bastante suave, tanto que empalagó a la muchacha. Aquellas palabras retumbaron en la mente de la joven, ¿pedirle disculpas? Cuando la conversación empezaba a volverse cada vez mejor, la clase comenzó y era imposible seguir hablando, a menos que quisieran un regaño de parte del profesor. Después, al terminar la clase, todos se amontonaron en donde estaba Keidys para invitarla a fiestas y un montón de cosas más. Ella por dentro saltaba de alegría, había comenzado su plan y hasta el momento todo iba bien. Los papeles se habían invertido: ella era la popular, y él, el feo nerd. El problema era que todos trataban a Josef como si nada hubiese cambiado: lo elogiaban por ser muy inteligente, el amigo de todos, y el presidente de la clase. Con su actitud amable, cariñosa y muy comprensiva, se ganó a los demás estudiantes, era algo así como la moneda de oro en el instituto. Decían que él al graduarse viajaría al extranjero para convertirse en un gran doctor y por eso estaba tan concentrado en sus estudios, quería ganarse una beca. A Keidys le sorprendía verlo retirado leyendo libros y acomodando sus lentes negros. Por un momento le pareció chistoso que aquel niño popular que siempre se vestía bien y que todas las niñas volteaban a verlo, se convirtiera en el traga libros del salón. —¿Esto es un chiste? —le preguntó Keidys a Josef cuando sonó la campana para el primer descanso. Vio que Josef había abierto un libro que tenía unos garabatos que ella obviamente no entendía. —¿Cuál chiste? —preguntó Josef. Después de unos segundos entendió que Keidys hablaba sobre su libro de medicina. —Cuando yo te conocí eras el joven más popular y guapo. Se notaba que serías un imbécil completo, no un rasga libros —soltó una carcajada. —¿Hay algo de malo en que yo lea? Me parece más absurdo e ignorante que te burles porque quiera dejar a un lado mi ignorancia. Veo que solo eres un rostro bonito —Josef se levantó de su puesto y salió del salón. Keidys cortó su carcajada burlona por completo. Su cuerpo se erizó y sintió como su garganta se había secado. —¿Quién rayos se cree para insultarme? —se preguntó. Bruta, la había llamado bruta. Salió del salón de clases y vio que un grupo de chicos la estaban esperando. Entre ellos estaba Mateo. —Vamos a comprar algunas cosas, si quieres puedes ir con nosotros —convidó Mateo con una gran sonrisa. Alejandra, un tanto fastidiada, se alejó de los jóvenes y en ese momento Keidys se dio cuenta que no le agradaba a aquella chica. —Claro, voy con ustedes —aceptó y salieron del salón. Tomás no dejaba de mirar encantado a la joven, al igual que Mateo, era un tanto incómodo, no se imaginaba el tener que estar todo el año soportando el que las personas la mirasen de esa manera. Al llegar a la cafetería, se formó a su alrededor un gran tumulto de estudiantes que empezaron a gritar como locos. Keidys no sabía qué hacer, solo sonreía mientras muchos jóvenes se tomaban foto a su lado.       —Estar con ella es imposible, todos esos estudiantes la arrebataron de nuestro lado; mi amor nunca será correspondido —decía Mateo sentado en un escalón mientras veía la lluvia caer. Estaba con su grupo de amigos en un pasillo, era llenado por una tenue luz que dejaba ver aquel pequeño parque bastante gris frente a ellos, allí la lluvia se escuchaba suave y con un fluir delicado. —¿Y eso qué? —preguntó Alejandra, sentada a su lado.  —Yo estoy enamorado de ella, pero no soy correspondido —respondió Mateo, mirando la lluvia caer. —Es una famosa, era de esperarse que todos quisieran estar con ella —explicó Tomás, sentándose al lado de Alejandra. Ella volteó a verlo y le frunció el ceño.  —Lárgate. —¿Por qué voy a largarme? —Dijo Tomás en un tono seco—. Vete tú, de hecho, no sé qué haces aquí. —Es mi primo, debo estar con él, quien no debe estar aquí eres tú: vete a buscar a Josef para ser su sirviente, como lo haces siempre —replicó Alejandra —¡¿De dónde sacas toda esa mierda?! Siempre sales con algo nuevo, Alejandra, estás loca. En serio, busca un psicólogo —Tomás soltó una gran carcajada un tanto sarcástica que enfadó a la joven. Alejandra se levantó de su puesto y se posó frente a él con las manos en la cintura. Tomás, junto con Mateo, la observaron confundidos en silencio. —¿Qué haces? —inquirió Mateo, esperando alguna respuesta de la chica, pero esta nunca llegó. De la nada, Alejandra salió corriendo en dirección al parque, aunque, al parecer se le había olvidado que había escalones por allí y para su desgracia terminó con el rostro dentro de un gran charco lleno de lodo que había al inicio del parque. —Qué feo... —soltó Tomás mientras contemplaba aquella escena desde el escalón que había en el pasillo.     Keidys se estaba escondiendo de un grupo de fans que no la dejaban ni siquiera ir al baño: necesitaba uno urgente, aunque se había perdido en el camino. —Este edificio no estaba antes aquí —dijo para sí mientras veía por el balcón del tercer piso. Era bastante tranquilo y muy pocos estudiantes se veían cerca. La lluvia se escuchaba caer en las hojas de los árboles de mango y hacía que la chica se llenara de tranquilidad, “tengo bastante tiempo que no estoy en un espacio tan tranquilo” pensó. Aunque su vejiga pidiendo urgente un baño hacía que su tranquilidad se fuera “¿dónde hay un baño?” pensó. Siguió caminando por el pasillo, vio que la puerta de un salón estaba abierta, entró y su mirada recorrió el lugar que era iluminado por una luz blanca artificial y un gran ventilador giraba lentamente, era un espacio vacío con piso de madera. En una esquina estaba Josef sentado en el piso, leyendo un libro bastante gordo con una cubierta marrón de cuero. —¿Qué haces aquí? —preguntó Keidys, recostándose a una pared blanca en el interior del salón. —Lo mismo te pregunto —Josef cerró su libro y acomodó sus lentes, subiendo la mirada a ella. —Apareces en todos los lugares a los que voy. ¿Acaso me estás siguiendo? —soltó Keidys. Después se arrepintió de haberlo dicho: ya imaginaba cual sería la respuesta del muchacho. —¿Por qué te seguiría? Si quisiera verte solo tendría que esperar a que comiencen las clases, te sientas a mi lado. Además, eres tú quien vino a interrumpirme —se levantó del piso y se acercó a Keidys con su personalidad que lo hacía ver imponente frente a ella—. No te agrado en lo absoluto, ya me di cuenta de eso, ¿pero, por qué aun así me hablas? Keidys lo observó fijamente: él no era un nerd, solo le gustaba estudiar, pudo ver que seguía siendo serio y bastante seguro de lo que quería. No había cambiado en lo absoluto y tampoco lo hizo en la forma de tratarla. En ese momento un gran dolor se clavó en el pecho de la joven, a Josef no le importaba cuan linda Keidys estaba, su forma de tratarla era seca, se notaba que le fastidiaba el tenerla a su lado. —Yo tampoco te agrado, parece que ya es mutuo —dijo Keidys. —No estoy diciendo que me desagrades, no te conozco aun; —explicó Josef— por eso no puedo sacar una conclusión con respecto a tu personalidad. Pero si sigues molestándome, habrás logrado que tenga una imagen bastante terrible de ti. —La imagen que tengas de mí no me importa en lo absoluto, Josef. Solo eres otro estudiante más sin importancia alguna para mí —Keidys desplegó una sonrisa retorcida y salió del salón de clases. Caminó rápidamente por el pasillo, casi corriendo: su vejiga quería explotar. “¡Necesito un baño urgente!” pensó.   —…Y entonces yo caí a ese charco y Tomás se burló de mí, siempre que estoy frente a él, yo, yo, yo... termino así, ¡eso me enoja tanto! —Decía Alejandra mientras daba vueltas por todo el cuarto de Josef. El joven solo lo que hacía era ver a su vieja amiga llorar mientras se desahogaba. Ella limpió su nariz con un pañuelo. —Después mi primo me ayudó y Tomás no hizo nada, no sé cómo puede un tipo así ser mejor amigo tuyo, en serio, es horrible. —Pero así te gusta —soltó Josef de la nada y Alejandra sintió que su espina dorsal se erizó por completo. Después soltó nuevamente el llanto y se tiró de espalda en la cama. —Eso es lo peor —esbozó—, pero yo a él no, su tipo de mujer es una de cuerpo perfecto: así, como Keidys; ella sí que tiene el cuerpo perfecto. La odio. —Pero tú tienes mejor personalidad que ella —dijo Josef con tristeza y recogió sus piernas, abrazándolas con sus brazos mientras los dedos de sus pies sentían el calor de las sábanas azules. —¿Por qué dices eso? —preguntó Alejandra. A la mente de Josef llegó el recuerdo doloroso de la última conversación con Keidys. Nunca creyó que ella llegara a ser tan mala persona. Dejó reposar su barbilla en la manga larga de su abrigo que cubría sus brazos. —¿No lo has notado? Keidys es bastante engreída y un tanto molesta —explicó Josef. —Es cierto, te toca compartir puesto con ella, ¿te ha molestado? —dijo Alejandra gateando hasta donde estaba sentado Josef en la cama. —Digamos que no me ha molestado, solo conversamos un par de veces y no fueron las mejores conversaciones que he tenido —explicó Josef. No quería contarle a su amiga sobre temas tan delicados como el de Keidys. Menos explicarle el por qué ella era así con él. —Vaya, así que entonces a esa tipa sí se le ha subido la fama a la cabeza, es una engreída total —criticó Alejandra. Josef se arrepintió de haberle dicho aquellas cosas a Alejandra, no quería que tuviera una idea equivocada sobre ella. Al final, Keidys era la chica que le gustaba desde que era un niño y solo tenía rabia por la primera impresión que tuvo de la joven ese día.     Keidys estaba en el patio de su casa haciendo cardio en una elíptica que se encontraba en el enorme patio de su casa, a unos metros de la piscina. Su hermano supuestamente leía un libro en una mesa blanca de vidrio circular que se encontraba en un quiosco de madera cerca de las máquinas, aunque, en realidad miraba a su hermana hacer sus ejercicios. —¿Cómo te fue en el colegio? —preguntó Santiago (su hermano). —Bien, aunque un poco molesto el que todos me miraran —dijo ella, terminando sus ejercicios y caminando a donde estaba su hermano. — ¿Viste a Josef? —Sí, el muy desgraciado está en mi clase. ¿Por qué no me dijiste que eran amigos? —se cruzó de brazos. —Porque reaccionarías como lo estás haciendo ahora mismo —respondió sonriente. —Sabes que él me hizo mucho daño, Santiago; por su culpa me he vuelto en lo que soy ahora —Keidys puso sus manos en sus caderas y trataba de calmar su respiración. —Eso fue hace años Keidys, y pues ese cambio te ha ayudado mucho, —alegó Santiago— ahora tienes un cuerpo perfecto, eres famosa, tienes toda una carrera de modelo por delante, además, gracias a eso nuestra familia ha salido adelante, ¿qué tiene de malo?, Josef no es una mala persona. —¡Mentira! —protestó Keidys con el rostro rojísimo de la furia—. Por su culpa yo he sufrido mucho: no quiero que vuelva a poner un pie en esta casa ¿entiendes? No lo voy a permitir.      
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