Nuestra Primera Vez

1486 Words
Parte 2 Nos sentamos en el sofá, hablando. Bueno, Daniel hablaba la mayor parte del tiempo. Evitaba cualquier cosa demasiado personal, pero me contaba historias sobre sus aventuras y los lugares a los que quería viajar. Sabía que no podía permitirse las cosas de las que hablaba, pero también sabía que podía escucharle hablar todo el día. Tenía tanto carisma y un sentido del humor increíble. Era imposible no quedarse colgada de cada una de sus palabras. Daniel era irresistible. La canción cambió y unas notas familiares de una balada rock de los 90´s comenzaron a llenar la habitación. Daniel se puso de pie, dejó su copa de vino en la mesa y me tendió la mano. La tomé tímidamente, y me levantó y me acercó a él. Comenzamos a balancearnos por el salón y él lideraba con tanta habilidad y precisión. Nada más existía. Éramos las únicas dos personas en el mundo. Los ojos de Daniel estaban oscuros de deseo. La sonrisa fácil había desaparecido de su rostro, y no pude evitar sentirme como una presa. Estaba indefensa ante él. Imposiblemente, me acercó más, mis pechos presionados contra los duros planos de su pecho. Mis pezones dolían por atención, y sentía el calor de su cuerpo filtrarse a través de las capas de algodón que nos separaban. Sus manos ásperas estaban en mis caderas, sosteniéndome firmemente en su lugar. Su aliento cálido flotaba sobre la piel justo debajo de mis orejas y sentía que se me ponía la piel de gallina. Escalofríos recorrían mi columna y mi piel comenzaba a calentarse. Miró mis labios brevemente antes de que sus ojos se encontraran con los míos. ¿Me estaba pidiendo permiso? ¿Estaba bromeando? ¿Cómo no iba a dejar que me besara? Asentí, apenas notando el movimiento. Y entonces, de repente, sus labios estaban sobre los míos. Me besó suave y delicadamente, mis labios se abrían para saborearlo. Sabía ligeramente a vino tinto que habíamos estado bebiendo. Su lengua se deslizó suavemente en mi boca, hábil y paciente. Mis ojos estaban cerrados, todo lo que sentía era la sensación de su boca contra la mía. Luego, sus manos comenzaron a moverse. Daniel deslizó sus manos bajo el dobladillo de mi camiseta y las apoyó en mi piel. Su toque era ardiente y no hacía nada para enfriar el calor que inundaba mi cuerpo. Mi núcleo palpitaba, anticipando lo que podría pasar. Lo que esperaba que pasara. Sus manos subieron más por mi espalda, dejando un rastro brillante de placer con el contacto. —¿Dónde está tu habitación? —, dijo con una voz aún más ronca de lo habitual, cargada de necesidad y deseo. Sin decir una palabra, tomé su mano y lo llevé escaleras arriba. Solo entonces noté lo ridículamente rosa que eran las paredes de mi habitación. La última vez que se pintó fue cuando tenía unos seis años y estaba realmente en una fase de Barbie. —Bonita habitación—, dijo, y me sonrojé de vergüenza. —Yo… ha sido así por mucho tiempo. Nunca me he molestado en cambiarla. —Me gusta—, dijo y me atrajo de nuevo a sus brazos. Se alejó ligeramente para quitarme la camiseta por la cabeza. Rápidamente lo ayudé a quitarse la suya. Tuve que recordar cómo respirar cuando vi toda esa piel hermosa. Era todo líneas largas y músculos magros construidos por trabajo real. Su piel estaba bronceada y salpicada de vello oscuro. En un instante, Daniel estaba bajando mis jeans por mis caderas y piernas. Sus propios pantalones fueron rápidamente quitados. Apenas noté cuando alcanzó detrás para desabrochar mi sostén. Pero ciertamente estaba consciente cuando reemplazó las copas con su mano, provocándome cada pezón con su pulgar áspero. Gemí fuerte mientras tomaba mi labio inferior entre sus dientes y se sumergía en un beso profundo con lenguas buscadoras y pulsantes. Lentamente, me llevó a la cama, y supe que nunca podría mirar este horrible edredón rosa de la misma manera otra vez. Las manos de Daniel estaban por todas partes, explorando mi cuerpo minuciosamente y arrancándome gemidos y suspiros de los labios. Daniel deslizó una mano bajo la cinturilla de mi ropa interior y rozó su pulgar contra el apretado nudo de nervios entre mis piernas. Mi espalda se arqueó desde el colchón; la sensación era abrumadora. Había hecho amigos con mi vibrador pensando en Daniel. Pero, ¿Daniel realmente aquí en mi cama? Eso era demasiado para mi pobre sistema nervioso sobrecargado de procesar. Comenzó a frotar el punto de manera más constante, buscando torpemente el ritmo que encendía fuegos artificiales detrás de mis ojos. Cuando lo encontró, un gemido fuerte escapó, y él sofocó el grito con un beso. —¿Se siente bien? —, preguntó, continuando con la tortura implacable. Sonreí y jadeé. —Sí, Daniel, mierda, eso se siente bien. Mejor de lo que podría haber imaginado—, susurré, mis ojos cerrándose con un aleteo. Podía sentir lo húmeda que estaba por Daniel mientras seguía tocándome. Se alejó, y gemí por la pérdida de contacto. Él se ríe, pero regresó con un condón que tomó de su billetera. Se puso el condón y luego volvió su atención a mis pechos, cubriendo un pezón con su deliciosa boca. Al mismo tiempo, bajó mi ropa interior y la arrojó al suelo. Lo sentí encajarse contra mi entrada y empujar lentamente. Luego me pide que me voltee y que ponga en cuatros puntos de apoyo. Siento su cuerpo y su m*****o erecto rosar mis glúteos mientras el hace ese movimiento hacia arriba y hacia abajo rozando toda mi parte glútea. Siento su m*****o duro entrando nuevamente en mí. Luego siento su mano enredarse en mi cabello haciendo como una especie de espiral y sujetando todo mi cabello y es justo ahí cuando siento un gran tirón de cabello que el me hace y la sensación fue un poco de dolor, pero más de placer así que dejo ir un ligero gemido y encorvo aún más mi espalda para demostrarle que me ha encantado y que necesito que lo siga haciendo. Él continua con sus embestidas hacia a mi aumentando la fuerza cada vez mas y el tirón de su mano sobre mi cabello también aumentaba a la par de mis gemidos y de los él, que con su voz ronca y gruesa sentía cada suspiro muy cerca de mi oído y eso me estremecía. Me cambia boca arriba y mi cuerpo no se resistió a la invasión, y Daniel llevó su mano entre mis piernas y comenzó a frotar de nuevo. Con una mano frotaba mi clítoris y con la otra me sostenía por el cuello, su lengua hiperactiva lamia mis pezones. Nuevamente está dentro de mi, embistiéndome cada vez más fuerte y yo con mis brazos y piernas rodeándolo aferrada a su cuerpo que esta encima de mí, lo aprieto con fuerzas demostrándole que no quería que parara hasta que sentí como su hundió profundamente en mí. Destellos de luz brillante llenaron mi visión, y sentí mi cuerpo relajarse y empezar a dejarlo hundirse suavemente y escuchando sus gemidos de placer muy cerca de mis oídos y el escuchando los míos. Daniel se quedó quieto por un largo momento, ambos intentando recuperar el aliento. Lentamente, comenzó a moverse. Placer y calor me inundaron mientras Daniel se movía, susurrando cosas hermosas y subidas de tono en mi oído y tocándome por todas partes. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera la tensión creciendo, subiendo, apretándose hasta algo imposible en mi cuerpo antes de romperse en pedazos brillantes. Daniel se quitó de encima y se recostó justo a mi lado dejando caer un suspiro como de cansancio, pero también de satisfacción notaba su cuerpo agitado y el mío también temblaba. Luego se acercó y dejo caer su frente, resbaladiza por el sudor, sobre la mía. Escuché las palabras deslizarse por mis labios antes de que pudiera detenerlas. —Creo que te amo, Daniel—. Besó mi frente. —Solecito, eres la chica más dulce que he conocido—, dijo y rodó a un lado, quedándose dormido. Deseé no haber dicho eso. Sentí que había arruinado un momento perfecto. Pero también, Deseé que él fuese dicho que también me amaba. Y eso me paralizo de momento olvide todo el placer que recién había sentido. Me pregunté si realmente fui muy intensa al decir eso o definitivamente el solo quería pasar este momento de placer conmigo y nada mas que eso, solo un momento de sexo y no sentimientos. Quizás fue mi error pensar que un hombre experimentado como él, a lo mejor no tendría algo serio con una chica poco experimentada como yo. También puede ser que la palabra amor, es algo más fuerte para él y yo le dije sin mucho temor porque admito, que me dejé llevar por la felicidad del momento.
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