Juliana Muñoz
Después de llegar a México tardamos un día más en llegar a San Miguel de allende que era donde vivía mi madre. Era de día por la mañana, el taxi que abordamos en la central de autobuses de San Miguel, nos dejó sobre una callecita angosta, la mayoría de las casas eran muy coloridas, las fachadas rojas, en varios tonos cobrizos, amarillas pero la casa que teníamos frente a nosotros era blanca, totalmente blanca. Era una barda enorme de concreto con una pequeña puerta. Tocamos el timbre.
La puerta se abrió y vi a mi hermano frente a mí, sin pensarlo di un brinco y me colgué de su cuerpo rodeando con mis pantorrillas su cintura, lo abrazaba como si nunca quisiera volver a soltarlo.
—¡Te extrañé mucho hermanito! —chillaba de la emoción, él me bajo con cuidado, pero no dejo de a
