Capítulo 2.

1455 Words
– Familia O' Kelly – ¡Si! – dijimos todos al unísono dejando al pobre médico petrificado al ver la cantidad de personas esperando. – díganos ¿cómo están? – La buena noticia es que el niño nació sano y fuerte, la madre ya está en recuperación en su cuarto y bueno con el padre tuvimos unos inconvenientes, pero está bien. – ¿Qué? ¿Qué le pasó a mi hijo? – Amalia se adelanta para quedar cara a cara con el médico – No se preocupe señora, el señor O' Kelly se… desmayó a mitad del parto pegando la cabeza contra una charola quirúrgica afortunadamente nuestros médicos pudieron atenderlo rápidamente y coserle la cabeza. Nadie lo podía asimilar y todos quedamos boquiabiertos al escuchar semejante cosa más absurda. ¿El idiota se desmayó? Bastián y Martín se carcajean e inmediatamente el médico también sonrió. – Podemos pasar a verlos. – Por supuesto, el niño aún estará unas horas en el cunero para monitorearlo, pero si quieren pueden verlo por el ventanal en este mismo piso. Adelante. Todos fuimos entrando de a poco a la habitación para encontrarnos con la imagen más bizarra posible. Nuestros amigos acostados uno a lado del otro en dos camas de hospital y Alejo con una venda en la cabeza y cara de destrucción mientras la que se encontraba radiante era Arami quien había dado a luz tan solo minutos atrás. Esta vez todos reímos a carcajadas mientras íbamos ingresando y les dábamos nuestras respectivas felicitaciones. La realidad fue que duré minutos allí con todos dentro y hablando de cosas de bebés y cómo será la vida ahora y bla bla bla. Decidí ir a los cuneros a ver al pequeño Israel, me pareció más atractivo que seguir escuchando estas conversaciones de mamá gallina. Luego quizás podría ir por otro café y algo para comer y un regalo para el bebé. Si, la idea me agradó. Me disculpé y les avisé donde iría porque sabía que me llamarían hasta volverme loca. Creo que llevo media hora parada frente a los cuneros y no podía despegar mis ojos del rostro del hermoso bebé Israel. Era tan tierno y transmitía una paz tan encantadora me encantaba ver como respiraba levemente mientras dormía. En todo este momento que estuve mirando no abrió los ojos en ningún momento y estaba con ganas de verlo despierto. – ¿Alguno es tuyo? Aquella voz nuevamente sabía de quién se trataba. El doctor petulante y sexy de la cafetería. ¿Qué hacía aquí? Y ¿Por qué lo encontraba por todas partes? – No, solo estoy conociendo a mi sobrino. – ¿Un sobrino? Wow! ¡Felicidades! – me vuelvo para verlo, esa actitud de amabilidad no me la creía ni un poco. Esperaba que en cualquier momento vuelva con esos comentarios mordaces. – Gracias. Pero el mérito se lleva mi amiga al cargarlo por nueve meses. – Lo dices como si fuera la cosa más horrorosa del mundo. – Ciertamente – contesto y esta vez le dedico toda mi atención – Realmente no me veo teniendo un hijo en ningún momento de mi vida. Prefiero a los hijos de mis amigas, mal criarlos y devolverlos a sus padres. El doctor sexy suelta una carcajada y también dedica toda su atención en mí, sus ojos eran tan grises que me mareaba tenían una fuerza inexplicable. ¿Por qué debía de ser tan exasperante pero guapo a la vez? – Entiendo, tengo una idea muy parecida a la tuya en lo relacionado a mi futuro. – ¿Es chiste? ¿No te gustan los niños y eres pediatra? – No soy solo pediatra, soy Cirujano pediátrico. Y créeme he visto muchas situaciones con niños que me hacen desear no ser padre. Silencio. Eso tenía mucho sentido para mí, ha de ser muy difícil estar con esos niños que quizás ingresan con vida a quirófano, pero luego terminan muriendo en la mesa. Luego el tener que dar la noticia a los padres y ver su dolor, el llanto y la amargura de perder a un ser querido. Entiendo a la perfección. – ¿Dime cuál es tu sobrino? – Israel O' Kelly – digo señalando al pequeño – El dormilón de la fila de la izquierda. – Bendito sea entre las mujeres. – comenta y hace que ría sin percatarme hasta que mi risa retumba en el pasillo. No me había dado cuenta de que era el único en dos filas que era varón, realmente estaba rodeado de mujeres. – Wow sabes reír y me gusta como lo haces. Otra vez su petulancia. – No comiences, habías logrado simpatizar un poco. – ¿Ah sí? – pregunta nuevamente enfocándose completamente en mí y acercándose mucho más – Antes no te caía bien? – ¿Es chiste? – digo y me río – Luego de que me dijeras amarga querías simpatizarme? ¿Quién te enseñó a ridiculizarte tanto? – ¿Y a ti quién te enseñó a ser tan respondona? No hay cosa que no me lo reviertas. Sonrió ante lo que dice mientras lo observo detenidamente, realmente hacía bastante que no encontraba a alguien que me exasperaba tanto, pero a la vez provocara en mis muchas cosas, sentía una presión en el estómago y en las piernas. El tipo estaba más bueno que la Nutella y estaba más que consciente de aquello, pero mierda me provocaba más su necesidad de hacerme enfadar, eso hacía mecha en mí. – Dime frutillita, como puedo hacer que cambies de parecer con la forma en la que me ves. – nuevamente dio un paso más cerrando por completo la distancia entre nosotros, su metro ochenta y algo hacía que inclinara la cabeza un poco para verlo a los ojos. – Quizás… puedas darme una oportunidad y primero pueda conocer tu nombre. – ¿Para qué lo quieres saber? – contesto ya con las piernas hecha una gelatina por su cercanía y sentir esa maravillosa fragancia que provenía de él. – Me presento, soy el doctor Joaquín Paz jefe de cirugía pediátrica. Fue un placer conocerte y quisiera tener la oportunidad de conocerte. Eso me dejó un poco sorprendida, primero porque dijo que era jefe del departamento de cirugía pediátrica y segundo porque ¿Quería conocerme? ¿Qué significa eso exactamente? ¿Acaso me estaba pidiendo una cita? – Constanza Meyer – dije sin agregar nada más, no sabía qué más decir. – Constanza, podrás perdonarme por esto. – ¿Qué? Pero ya no dio tiempo a preguntar nada más, en un movimiento rápido sus dedos bajo mi mentón levantaron un poco más mi rostro y sentí sus labios en los míos, requerían de un beso salvaje como ansioso de saborear los míos incluso podía sentir su necesidad ya que era la misma que la mía. Desde que se había acercado tanto sentí las ganas de besarlo, pero me resistí, al parecer no era la única y parece que él no pudo resistirlo más. – Me estabas volviendo loco mirando de soslayo mis labios, me estabas malditamente quemando con tu mirada – me dice casi susurrando cuando otra vez toma mis labios, pero esta vez de una manera más íntima pero no menos provocadora. – Estamos muy expuestos – digo, sabiendo que una vez comenzados en este juego de besos apasionados no pararíamos y era peligroso aquí cualquiera nos vería – Llevemos esto a otro lugar, creo que ambos lo necesitamos. – Ven acompáñame. Casi trotando me tomo de una mano donde enlazo sus dedos con los míos provocando que una electricidad recorriera todo mi cuerpo en cuestión de segundos. Llegamos hasta un cuarto que al principio creí que sería una habitación de enfermos, pero resultó en otra cosa, la estancia era más grande, mesa y unas sillas abarcaban una parte luego un sofá, una heladera, una cocina pequeña con sus muebles y al final de la habitación unas camas dispuestas en hileras todas camas marineras. Debía de ser el cuarto de descanso de los médicos. Cuando terminé de recorrer todo con mi mirada sentí el clic en mi espalda. La cerradura de la puerta, la había bloqueado significaba que íbamos en serio. Estaba dispuesta a esto, estaba de vacaciones y me sentía con un ánimo decaído por la gran visión que tuve hoy al encontrarme sola y necesitaba de esto ahora mismo, necesitaba sentirme querida, aunque sea unas horas y además necesitaba diversión. Cuando vi los ojos del doctor sexy llenos de un fuego que antes no estaba allí supe que no teníamos vuelta atrás. Estaba igual de encendida que él, hacia tanto que no pasaba un buen rato con alguien, disfrutar de un encuentro casual me haría bien ¿A quién no?
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