Capítulo 1.
– Familia ¿Cómo están? Alguna noticia.
– Amalia! Qué bueno que pudo llegar – Sheryl la intercepta a la pobre mujer que se encontraba agitada, habrá corrido para llegar – Aún no tenemos noticias, seguimos esperando.
– Tomaré asiento entonces, apenas llamaste salí corriendo y no conseguía donde estacionar.
El mismo problema habíamos tenido al llegar, por suerte en el estacionamiento del Hospital liberaron un espacio y pude meterme allí. La verdad es que con todos los nervios que tenía era capaz de dejarlo estacionado a mitad de la calle. Nada impediría que conozca a mi nuevo sobrino.
Habíamos esperado ansiosos este momento que incluso se postergó una semana, al parecer el pequeño no tenía ganas de salir al mundo. No lo culpo, yo tampoco lo hubiera querido. Pero por lo menos logró reunirnos a todos y disfrutar de una semana entre amigos como hace tanto no lo hacíamos, incluso nos llevamos un par de sorpresas.
La pequeña Jenna había crecido bastante y hasta tenía un par de dientes que amaba mordisquear todo lo que podía con ellos. Sus padres, Ezequiel y Any nos contaron que estaban ansiosos de otro bebé, no lo podía creer. No logro comprender como aman sufrir esos meses de vómito, fatiga e hinchazón extrema luego sufrir como nunca para lograr escupir un bebé por la v****a. En definitiva, jamás lo comprenderé. Amo a los niños, siempre lo hice, pero mientras que no sean los míos. Prefiero ser la tía genial que regala cosas fabulosas y malcría a los niños con dulces.
Bueno, después teníamos la mayor sorpresa de nuestras vidas, Bastián al parecer sentó cabeza en Italia, nos presentó una novia por primera vez en años de amistad, nadie lo podía creer. Celeste es hermosa, delicada y dejaba ver una personalidad amable y simpática, por supuesto que la hicimos sentirse parte de nosotras inmediatamente. Realmente me sorprendió esta noticia en particular ya que conociendo su historial no lo imaginé nunca embobado y todo enamorado besando el suelo por donde caminaba la hermosa rubia de ojos esmeraldas.
Todo eso me hizo darme cuenta de que me había dejado estar, me había entregado por completo al trabajo y que mi vida amorosa simplemente pasó a ser la última en mi lista de prioridades.
Desde que me mudé aquí en España hace unos tres años atrás antes del casamiento de Eze y Any, me dispuse a trabajar y trabajar para lograr superar todas mis metas y de esa forma demostrar a mis padres que no necesitaba de un marido, de hijos y una casa para ser exitosa. La vida y la gloria de una mujer no solo se mide por la cantidad de hijos que tiene o los años de casada con un mismo hombre. Hui de toda esa locura una vez. Pero eso no quiere decir que no tenga un corazón, como todo ser humano quiero cariño, necesito sentirme amada por alguien y ver que mis amigos van cayendo atrapados por el amor me hace desearlo también.
Los únicos que aún no hemos encontrado una pareja éramos Martín y yo y sabía lo dañado que estaba y sus razones como para no tener una relación. No creía que alguna vez se enamorara nuevamente, en fin, creo que la única en el limbo era yo.
– ¡Wow! Estás completamente pérdida en tus pensamientos – la voz de Martín me despertó de mis pensamientos.
– ¿Qué? – dije por completo confundida.
– ¿Dónde tenías la cabeza?
– En ningún lugar, solo admiraba como todos encontraron sus mitades.
Martín parpadea sorprendido y mira a nuestro alrededor. Any y Ezequiel jugaban con la pequeña Jenna, Celeste y Bastián sonreían cómplices ante algo que este último susurro en el oído de ella, Sheryl y Andrés con el ceño fruncido miraban sus teléfonos mientras hablan de reuniones. Todos a su manera eran felices con sus mitades.
– Si bueno, creo que ellos lo lograron. Nosotros cargamos con mucho encima como para tratar con otras personas.
– Si eso creo – respondo bajito insegura ante sus palabras. No quería aceptar aquello, no quiero estar rota.
>
– Alguien quiere un café o algo. Iré a la cafetería.
– Tráenos a todos unos cafés si puedes – dice Sheryl algo emocionada por la idea – ¿Quieres que vaya contigo?
– No, no es necesario.
Salí casi corriendo de aquella sala de espera, necesitaba de un momento a solas. Cuando consulté con unas enfermeras sobre donde se encontraba la cafetería hablaron del que se encontraba en el cuarto piso que, aunque pequeña, era menos concurrida. Decidí ir allí, quizás me cruzaría con una mínima cantidad de personas. Y era lo que prefería.
Al llegar la fila solo eran de 3 personas, contenta porque no me retrasaría tanto comencé a repasar el pedido de cada uno, y cuando por fin fue mi turno observé a la mujer del otro lado la sonrisa radiante que exhibía, no lo entendía ¿Se había bebido todo el café? ¿Cómo podía estar tan feliz?
– Buen día ¿Qué puedo ofrecerle?
– Buen día – saludo y comienzo a enumerar nuestra orden que era bastante extensa – Creo que eso es todo, ¡Ah! Falta la mía, un café n***o sin azúcar sin leche ni crema.
– Genial, un momento que ya lo preparamos.
– ¿Podrás con todo eso? – Escucho que me dice alguien detrás de mí.
– ¿Acaso no me ves capaz? – respondo girando para verlo y casi me atraganto con mi propia lengua al ver al sujeto en cuestión - ¿Qué? ¿Qué tienes puesto?
– ¿Qué? ¿No te gusta mi guardapolvo con animalitos? A los niños les encanta.
– Seguro que sí. – digo y vuelvo a girarme. La verdad no tenía ni el tiempo ni las ganas de ponerme a discutir con un idiota y menos siendo este un doctor, porque al parecer era algo así como un pediatra.
– Vamos, porque te giras. Acaso eres tan amarga como tu café.
– ¿Disculpa? – digo volviendo a mirarle la cara, pero esta vez con una rabia que crecía en mí. – Ni siquiera me conoces como para estar ofendiendo.
– No fue esa mi intención, pero tú te diste la vuelta y me dejaste hablando solo.
– Disculpa, pero me temo que no tengo tiempo para esto – me vuelvo a girar a tiempo para ver que mi pedido ya estaba listo, la chica me observaba entretenida mientras tanto – Muchas gracias.
– Adiós frutillita. – me dice nuevamente antes de marcharme.
Un verdadero idiota, eso es lo que era.
Volví un poco más apurada que cuando fui porque temía que tuvieran noticias de Arami y segundo porque temía que el doctor arrogante y sexy me siguiera. Porque ahora que lo analizaba en soledad el doctorcito estaba como un quesito, era sumamente atractivo y me podía imaginar a las madres trayendo a sus niños, aunque a estos no les doliera nada. Pero la verdad que con la arrogancia que manejaba todo ese porte desaparecía, hacía que me diera más ganas de propinarle una paliza en la cara que otra cosa. Odio los hombres así, me recuerda a los pretendientes que mis padres me presentaban hasta que huí de allí.
Caminé serena tratando de tranquilizar mi apuro una vez que volví al segundo piso de Maternidad. En la sala de espera aún todos mantenían ese rostro ansioso y supe que todavía no había noticias. Entregé los cafés que todos muy agradecidos lo bebieron para sofocar un poco los nervios y además porque sabía que nadie había probado bocado antes de llegar aquí.
Toda esta locura comenzó tan temprano que no sabíamos qué ocurría y nos levantamos todos al mismo tiempo sin entender la situación. Por suerte Any al tener experiencia supo que los dolores eran contracciones y que el bebé estaba en camino, todos nos cambiamos con lo que teníamos y salimos disparados al hospital. Y justo fui la conductora designada para la madre que no paraba de gritar y mandar al demonio a todos en el auto y los que se encontraban fuera también.
Finalmente, cuando llegamos a la entrada de Urgencias unas enfermeras nos recibieron con una silla de ruedas y la llevaron a atender, luego llegó lo impensable. Complicaciones. Nos avisaron que la madre no dilata rápidamente y que el niño no duraría más tiempo dentro por lo que deberían de practicar una cesárea. Horrorizados todos comprendimos la situación y llamamos a quienes debían de saberlo como los padres de Arami que se encontraban en la ciudad y también a la madre se Alejo. Aunque ya les habíamos dicho que el bebé venía tuvimos que avisar que entrarían a quirófano.
Andrés y Sheryl quienes se estaban encargando de la empresa por el momento también dejaron pendiente el día completo ya que decidieron no moverse del hospital en ningún momento. Por suerte me había tomado unos días de vacaciones de los que no me tomo en tres años para esto y estaba trabajando desde casa, además al ser Gerente de una multinacional podía darme unos caprichos, aunque jamás lo haya hecho antes.