Ajena a todo lo que había acontecido en el salón de su casa, Anna, después de salir del gimnasio platicaba con su amiga y se desahogaba respecto a los problemas con su novio Marco.
—No puedes ceder a sus caprichos —le decía su amiga Claudia — Digo, estoy de acuerdo en que lo tienes a pan y agua desde hace mucho tiempo, pero debería respetar tu decisión.
—Entiéndeme, yo quiero entregarme a él cuándo sea el momento correcto y sienta deseo, no por presión. —Anna apretó los labios en una fina línea.
—Lo sé amiga, si te soy sincera, yo no creo que él te merezca...
—¿Otra vez con lo mismo? Marco es un buen chico.
—Marco es un idiota que se aprovecha de ti, aunque no puedas verlo.— Claudia siempre dejaba clara su postura —No dejes que te presione; además por algo no has querido acostarte con él.
—Siento algo de miedo... No sé cómo explicarlo.— Anna suspiró sintiendo que se liberaba
—¿Miedo? Con lo delicioso que es estar en la cama de un hombre... —Claudia se mordía el labio imaginandose a ella misma en la escena.
Anna reía por el gesto y las palabras de su amiga — ¿Por qué no puedo ser como tú y simplemente divertirme?
—Porque estás atontada —Reía Claudia también.
Parecían dos niñas hablando de algo prohibido y riendo cada vez mas fuerte por cada tontería que salía de sus bocas.
Para Anna era un alivio, no había querido pensar en la discusión de sus padres la noche anterior, referente a la inminente quiebra y por un momento se distraía del drama con Marco.
—Ya en serio, Si Marco te presiona de esa forma es porque no te merece. —puntualizó, sus palabras directas pero sin mala intención.
—Creo que iré a verlo, llegaré de sorpresa y hablaré con él. Podemos resolverlo si yo cedo un poco.
—Anna, siempre eres tú la que tiene que dar su brazo a torcer... —Ella puso los ojos en blanco.
—Es que si no lo hago, entonces el no lo hará y todo estará perdido. —Anna comenzó a recoger sus cosas mientras se levantaba.
—Definitivamente no hay peor ciego que quien no quiere ver. — Claudia suspiró resignada.
—Te llamo luego... —Anna le dió un beso en la mejilla a su amiga y luego salió.
Condujo hasta la empresa donde trabajaba su novio, cuando llegó subió hasta su piso, sonrió al ver que la secretaria no se encontraba en su puesto; tenía la vía despejada para entrar pero inmediatamente abrió la puerta de la oficina, se arrepintió.
Se cubrió la boca con su mano para ahogar el grito contenido que raspaba su garganta al ver a Marco, su novio, follando como salvaje con la secretaria.
La mujer se sostenía inclinada sobre el escritorio mientras él la tomaba desde atrás con fuerza, gemidos ahogados inundaban el ambiente, estaban tan consumidos por el frenesí que permanecían ajenos a la presencia que los observaba en el umbral.
Anna cerró fuerte la puerta, tomandolos por sorpresa y haciendo que se separen con temor de ser descubiertos. Marcos salió de prisa, quería ver de quien se trataba; su cara se contrajo al ver a Anna de espaldas mientras subía el ascensor.
—¿Anna? Preciosa... —Gritaba con la respiración aún agitada.
Ella lo escuchó, sin embargo, siguió adelante hasta que logró salir del edificio. El aire fresco pegando en su rostro lleno de lágrimas, el dolor latiendo en su pecho a causa de la traición. ¿Cómo pudo Marcos engañarla así? ¿Desde cuando?
Permaneció dentro de su auto un buen rato, tratando de calmarse mientras su celular no paraba de sonar, lo apagó; varios minuto después se sintió capaz de emprender la marcha hasta su casa donde se sintió segura para poder desahogarse.
Anna se quedó dormida cuando la noche comenzaba a caer; había estado tratando de entender por qué su novio actuó como un traidor. No iba a justificarlo de ninguna manera, aunque ya se imaginaba la razón de su proceder.
En la madrugada, Anna, se despertó con el frío del cañón de un arma apuntando su cabeza. Estaba muy confundida y asustada ¿qué estaba pasando? ¿Acaso era un sueño? El miedo la invadió de golpe al darse cuenta que todo era real.
—Levántate imbécil — gritó un hombre con voz gruesa y el rostro tapado.
Ella obedeció, temblando, sintiendo cómo su estómago se revolvía y las lágrimas se aglomeraban en sus ojos.
Aquel hombre la empujó con brusquedad para hacerla caminar, la dirigió hasta el salón, allí estaban sus padres y hermano atados junto a varios hombres encapuchados.
—Papá... —la voz de Anna salió en un sollozo, buscaba la protección de su padre.
Él agachó la cabeza al escucharla, Alessandro no sabía qué hacer, todo era su culpa. Junto a él, Kara gemía en silencio, el miedo de cierta forma la hacía permanecer quieta y Dante estaba totalmente paralizado por el miedo.
—Te dimos oportunidad suficiente para reponer el cargamento perdido, sin embargo, estabas pensando huir —el hombre negaba con la cabeza fingiendo pesar — Eso está muy mal...
—Necesito un par de días más — Alessandro suplicó — dejen a mi familia fuera de esto, en 48 horas retornaré el dinero que pagaron.
La tensión podía cortarse con un cuchillo, el hombre cuyo rostro estaba cubierto se quedó en silencio durante unos minutos agonizantes.
—Mmm no... Matenlos a todos. —ordenó.
Kara y Anna gritaron, lágrimas cubrían sus rostros como muestra del terror que estaban sintiendo esa noche. Los hombres apuntaron sus armas hacia la familia que yacia en el suelo esperando lo peor, pero Alessandro gritó en un último intento de rescatarlos.
—¡¡¡24 horas!!! Denme 24 horas y devolveré todo... Por favor.
El hombre cerró los ojos un momento y luego habló —Bien, los dejaré respirar 24 horas más, su muerte no significa nada si no obtengo alguna ganancia —Alessandro soltó la respiración —pero... —continuó el hombre —Debes pagar por tu error, así que me llevaré a tu hijo, ahora me pertenece. —sonrió con evidente maldad.
Como si saliera de un trance, Kara gritó —¡No! ¡A mi hijo no! Es apenas un niño... —Miró hacia Anna, que permanecía en silencio.— llevatela a ella, te servirá como amante o sirvienta, no lo sé... Pero mi hijo no, el no será útil.
Anna no podía creer que su madre la entregara de esa forma tan cruel, una vez más, sintió su corazón romperse. Ella no dijo nada, permaneció en silencio aunque estaba a punto de colapsar.
—No esperaba algo así... Aunque pensandolo bien, ella está muy hermosa —El hombre se acercó a Anna y le acarició la mejilla con el arma.— podría divertirme mucho junto a esta belleza.
Las lágrimas saladas seguían brotando de los ojos de Anna, los minutos se hacían eternos y la pesadilla apenas comenzaba para ella. Su padre se mantuvo en silencio, así que lo tomó como una muestra de cobardía.
Dos hombres la tomaron poniendola de pié —andando — empujaron para que comenzara a caminar.
—Tienes 24 horas... Si en ese tiempo no tengo mi dinero... Volveré y los mataré a todos. —Amenazó el hombre que todo el tiempo mostró ser el líder — No se preocupen por ella, la haré disfrutar tanto, que nos los extrañará. —Se rió de forma burlona para luego salir del lugar llevándose a Anna consigo.