Victoria
Cuando él sale por la puerta de la recámara, yo solo me quedo observando por la ventana cómo se marcha. Ni siquiera pregunto por sus hijos; no le preocupa nada. Él sube a su coche y ni siquiera voltea hacia atrás para ver qué tan destruida dejó a su familia. Yo suspiro porque va a ser un proceso difícil y doloroso, pero no soy ninguna Magdalena y no me voy a quedar llorando por algo que ya no tiene solución. Para mí, este matrimonio llegó a su fin. Aunque Gabriel pensara mejor las cosas y decidiera regresar, ya no habrá otra oportunidad. Al menos de mi parte, esto se acabó. Sus palabras fueron las más dolorosas que había escuchado en toda mi vida.
Me recuesto en la cama y mis lágrimas comienzan a salir. Tengo tanto coraje y tanta impotencia. Él, con decir "ya no te amo", se acabó. No quiero pensar mal, pero la actitud que Gabriel tiene es muy probable que tenga otra mujer. Escucho la puerta de la casa y sé que mis hijos han llegado. Gabriel empieza a gritar y yo limpio mis mejillas.
Ingresa a mi recámara y viene sonriendo, pero cuando ve mi rostro, su sonrisa se desvanece. Se acerca a mí y me abraza. Ellos son mi mayor consuelo; solo eso es lo que me preocupa: mis hijos. Pero Gabriel tiene que entender que su padre se fue y, por lo que vi, no le importó nada. Pero eso no se los voy a decir a ellos, porque no los voy a envenenar en contra de su padre. Yo no soy de esa manera.
—¿Qué te pasa, mamá? ¿Qué tienes?
—Gabriel, necesito hablar contigo y es algo muy serio. Sinceramente, necesito que me apoyes con tus hermanos porque no sé cómo lo vayan a tomar.
—Claro que sí, mamá. Yo siempre te voy a apoyar. ¿Pero qué sucede?
—Tu padre se fue.
—¿A trabajar? Eso no es extraño, aunque anoche me di cuenta de que no llegó a dormir. Solo que no me gustaría preocuparte.
—No, cielo, se fue. Me pidió el divorcio y nos vamos a separar.
—¡Vaya que mi padre es un maldito bastardo!
—Gabriel, no hables de esa manera de tu padre.
—No lo defiendas, mamá. Tú lo dices porque no sabes realmente lo que está pasando. Yo lo vi, lo vi con esa maldita prostituta con la que sale. Él me dijo que era solo una aventura, que después de tantos años contigo, quería solo un respiro. A mí me lastimó ocultarlo, pero me lo pidió y no debí de haberle hecho caso. Debí de haberte dicho todo desde el principio.
Tengo un nudo en la garganta. ¿Cómo es posible que Gabriel haya dejado que nuestros hijos se enteraran de su aventura? Pero, ¿acaso no tiene un poco de cordura? Sabrá Dios cuánto tiempo tendrá con esa mujer, y yo ciega aquí encerrada. Las cosas que llegan a pasar y uno ni se entera. Abrazo a mi hijo porque camina de un lado hacia otro, despeinando su cabello. Se ve preocupado, pero tomo su rostro y le sonrío.
—Cielo, tú no tienes la culpa de lo que pasó. Él también es tu padre y creíste que estabas haciendo bien al ocultarlo. Solo recuerdo una cosa: todo acto y acción tiene una reacción, y a veces no son buenas. Recuerda eso. Ahora solo necesito que te preocupes por tu escuela. Y te tengo una noticia: hace un tiempo regresé a la universidad y estoy por terminar mi carrera de abogada. Voy a trabajar en el mejor despacho de Los Ángeles. Quiero que te sientas orgulloso de tu madre.
Él me abraza y veo cómo resbala una lágrima por su mejilla.
—Me da mucho gusto, mamá, que por fin hayas hecho lo que más deseas. Yo siempre voy a estar orgulloso de ti, aunque solo seas mi mamá y no una abogada prestigiosa.
Yo suelto una carcajada, pero sinceramente sus palabras me llenan el alma. Tomo sus manos y lo siento en la cama.
—¿Cómo pasó?
—¿Qué cosa?
Veo dudas en su rostro y pena, pero quiero saber cómo mi hijo llegó al grado de saber que su padre me engañó.
—Vamos, cielo, quiero saber cómo descubriste a tu padre.
Él solo suspira y asiente.
—Fue hace un año, cuando terminó el fin del curso. Mis amigos y yo fuimos a comer a un restaurante. Uno de los chicos me hacía señas, pero yo no entendía. Entonces volteo y a mis espaldas estaba mi padre con una mujer rubia. Sinceramente, por su vestimenta, era de lo más vulgar.
Dios, un maldito año y yo jamás me di cuenta. Definitivamente soy la más cornuda de todos los Ángeles, y se paseaba con ella como si nada. No puedo creer el descaro de Gabriel.
—Fui y me paré enfrente de él, y él solo le dijo a la mujer que ahorita volvía, que tenía un asunto que arreglar. Me llevó hacia los sanitarios de hombres. Ahí me dijo que solo era un pequeño desliz, un respiro de la relación entre ustedes, porque estaba un poco deteriorada, pero que de eso no iba a pasar y que no quería que tú te enteraras, ya que te ibas a poner mal. Y sinceramente, yo no quiero que te pase nada.
Yo lo abrazo y beso sus mejillas. Él sigue derramando lágrimas. Me parte el corazón verlo de esa manera y me da más coraje que mi esposo lo chantajee con mi estado de salud. Yo le sonrío y suspiro. Me levanto de la cama y lo levanto a él también.
—Tú no tienes que culparte de nada y a mí no me va a pasar nada. Estoy mejor que nunca, estoy feliz. Voy a hacer mi sueño realidad. No te voy a mentir, me da tristeza todo lo que está pasando porque es un matrimonio de veinte años, pero tu papá no me va a hacer que me derrumbe. Vamos a salir adelante todos juntos.
—Sé que lo haremos, mamá, y yo te voy a apoyar en todos tus logros. Siempre voy a estar a tu lado.
Yo solo le sonrío y bajamos hacia la cocina. Los chicos se fueron directo a su habitación. Gabo siempre es el que más se preocupa. Él es un niño muy tierno y muy comprensible. Solo eso agradezco a Dios, que no se parezca a su padre. Cenamos en total tranquilidad. Los chicos ni siquiera preguntaron por su padre. Todos van a la cama. Me recuesto en mi cama y me siento extraña.
A la mañana siguiente, empiezo a preparar mi día normal: los chicos en el colegio y yo en la universidad. Así pasan los días demasiado rápido para mi gusto. Llega el lunes en la mañana y me tengo que presentar en el despacho del amigo de mi profesor. Definitivamente estoy nerviosa. Tuve que comprar ropa ya que no tenía nada adecuado para una oficina. Me pongo una falda lápiz con una blusa blanca y un saco n***o a juego con la falda.
Llego al bufete y en recepción me recibe una chica muy amable y muy guapa. Casi creo que parece una muñeca. Mis nervios están a flor de piel.
—Buenos días, bienvenida a Cázares y Asociados. ¿En qué le puedo servir?
—Buenos días, mi nombre es Victoria. Tengo una cita con el señor Aarón Cázares.
Veo que busca en su computadora y niega. Levanta el teléfono y le empieza a informar a la persona que estoy aquí. Cuando cuelga, me da un gafete de visitante.
—Bienvenida, Victoria. Puedes subir al quinto piso. Ahí se encuentra la oficina del señor Cázares. Él mismo la va a atender.
Hago lo que me dice, subo en el elevador y marco el quinto piso. Cuando se abren las puertas, me encuentro con otro escritorio y una chica igual de linda.
—Buenos días, mi nombre es Victoria. Vengo a...
Esta mujer sí es muy grosera porque ni siquiera me deja terminar de hablar cuando me dice:
—Sí, ya sé quién es y la están esperando. Pase.
Vaya que esta mujer sí que es grosera. Me paro en la puerta y toco. Escucho una voz gruesa que dice "pase" y abro lentamente la puerta. El hombre está parado viendo hacia la calle por un ventanal enorme que está en su oficina. Es un hombre alto, muy alto. Cuando se voltea, puedo ver unos ojos grises preciosos. Jamás había visto unos ojos igual. Carraspeo un poco y me presento.
—Buenos días, mi nombre es Victoria y vengo porque...
—Buenos días, Victoria. Tome asiento. Sé perfectamente a qué ha venido.
Bueno, pero aquí nadie te deja terminar de hablar.
Chic@s les dejo otro capítulo, espero que les guste, si es así comenten y regáleme un boleto lunar por favor.