DANTE CORLEON
—Maldita sea mi suerte ¿Cómo que no encuentran a esta maldita mujer? —estrelle el telefono contra el piso y me levante desesperado. Mire a mi madre que bebía una copa de alcohol, mientras me observaba con una sonrisa burlona.
—¿Crees que la pendeja de Norida va a volver? ¡Ja! —ronroneó con sarcasmo —Esa puta no va a volver.
Bufé como un toro, y me fui hacia ella enfrentándola directamente a los ojos, aprete los puños y resoplé.
—Como siempre madre, tú siendo negativa y hablando de más en donde no te han llamado, ¡Sí! Norida tiene que volver, tiene dos hijas que la están esperando, mamá, la encontrare en donde sea, y la llevare a casa y la encerrare para que nunca más pueda volver a irse ¿entendiste, Isadora?
Mi madre arqueó una ceja, y sacudió la cabeza.
—¡Iluso! Ella no va a volver, Dante, y deja de lloriquear como si fueras una niñita malcriada, ¡Pendejo! No te crie para que fueras el hazme reír de todo el mundo, te crie para que fueras el puto rey de toda la ciudad, y mírate ahora, sufriendo por una prostituta.
Mi madre hablaba con tanta rabia, que su boca parecía escupir veneno y no era para menos, ella era mi antecesora, cruel, malévola, y hablaba sin tapujos.
—Mi esposa no es una prostituta, se fue sin ninguna explicación, dime mamá ¿Tienes algo que ver con su desaparición? Ustedes dos no se la llevaban para nada bien, dime ¿Qué tienes que ver con que Norida se haya ido? —le escupí desafiante en su cara y frunció el ceño. Yo ni siquiera podía confiar en ella, nada raro tenía que mi madre la hubiera desaparecido.
—¡¡Ay, a mi no me grites Dante!!, no comprendo porque te niegas a aceptar la realidad, si es una prostituta, pero quiero decirte algo, —Apretó los dientes — En donde esa mujer regrese a la mansión y tú le permitas volver, te voy a desheredar, ¿me entendiste?
—¿Qué? Eso es ridículo madre, no lo harías —replique con burla.
—¡Rétame! Así como lo oyes Dante Corleone, no voy a permitir que esa piruja regrese, en especial por el daño que le causó a mis nietas, principalmente a Sophia, esa maldita mujer no tiene sentimientos. ¡¿Quién en sus cinco sentidos abandona a su hija biológica de 6 años? —Mi madre estrelló su copa vacía con fuerza sobre mi escritorio, haciendo chirriar el vidrio.
—Isadora, ¿de que estás hablando?
—Si te vas a referir por mi nombre, dime Sra. Mafia, igualado, y quiero decir lo que entendiste, Norida pone uno solo de sus malditos cochinos dedos en la mansión, y aunque sea tu casa, te quito todo el puto poder, ¿y adivina? Tu querido primo Paul Corleone tomara tu lugar, ¿entendiste?
—¿Paul? Estas completamente loca, y sabes que mamá, déjame solo, tengo entrevistas con las candidatas para ser la profesora de lenguas de Sophia.
Mi madre asintió, mirándome furiosa.
—Espero que la profesora que le escojas a mi nieta sea la mejor, mi pequeña debe superar el abandono de su madre de cualquier manera, además desde ya, está destinada a ser la heredera.
—¡Claro que no! Será una gran profesional.
—Claro que sí, Dante, ¡claro que sí! Mis nietas tendrán todo el legado y yo me encargare de que así sea.
Mi madre tomó su bolso y salió de mi oficina con pasos firmes, cerrando la puerta de un golpe. Yo era el puto rey de la mafia en Arizona, pero Isadora… Esa mujer había sido la verdadera mente detrás del negocio. Sabía exactamente qué hacer cuando se trataba de generar dinero.
Suspiré al recordar sus palabras. ¿De verdad mi esposa iba a dejarnos, a mí y a mis hijas? Nada en este mundo me causaba dolor, nada… excepto pensar en Sophia y Angela. Ellas eran mi vida, y solo imaginar que podían quedarse sin su madre me partía el corazón. Pero ya había pasado un año, y no había ni la más mínima señal de Norida.
Las entrevistas comenzaron, y con ellas el desfile de candidatas. Llevaba meses buscando a alguien que ayudara a Sophia con sus tareas, pero ninguna duraba más de tres semanas en casa. A ninguna le gustaba nuestro ritmo de vida. Pero mi hija necesitaba ayuda; desde que su madre nos dejó, todo se le estaba haciendo cuesta arriba.
Casi daban las cinco y ninguna de las aspirantes había logrado convencerme. Todas tenían títulos, credenciales impecables… pero ninguna carisma. Sí, un mafioso hablando de carisma. Qué ironía.
—Y dígame, señorita, ¿Ha trabajado con niños? De 7 años más exactamente.
—No señor Corleone, pero puedo aprender. —levanté la ceja, mientras la candidata pasaba la mano por su pecho, abriendo un poco el escote. Desde que Norida se fue de casa, estaba en completo celibato, y la polla me ardía de tanto guardarme.
Y parecía que la oportunidad de desahogar esos deseos estaba más cerca de lo que imaginaba.
—¿Y que más sabe hacer señorita? —cruce mis piernas aguantando la erección y ella abrió un poco las suyas, parecía que era una experta porque captó mi mensaje de inmediato.
—Humm, lo que me pidan lo puedo hacer señor, Corleone.
Abrí mi cajón y saqué un fajo de billetes, uno muy grueso y lo puse sobre la mesa. Ella abrió los ojos, hambrienta y deseosa, y no precisamente por mí, sino por la cantidad que divisaba.
—Bien ponte de rodillas debajo del escritorio, quiero que me lo chupes.
Solté sin más y la mujer sin ningún tipo de escrúpulos, se desabotonó su camisa dejando al aire esas tetas gigantes y obediente se arrastró por debajo del escritorio. Corrí mi silla hacia atrás, y liberé mi dura polla.
Estire las piernas a los lados de su cuerpo mientras me acomodaba. Estaba demasiado excitado, creería que más de lo que consideraba apropiado para el momento. Es más, me costaba creer que una mujer en menos de dos minutos hubiese tomado una decisión tan drástica solamente por un fajo de billetes.
—¡¡Hazlo!! —gruñí.
La mujer comenzó mojando la punta de mi polla y de inmediato me hizo jadear, mi pene estaba tan duro y grueso, que sentía su boca pequeña en comparación a mi tamaño. Puse mi mano presionando su cabeza, para hundirla sobre mi eje, y ella comenzó a succionarlo como toda una profesional.
Tomó mi polla en su mano, acariciándola suavemente de arriba abajo, y mis caderas comenzaron a moverse por instinto.
—Abre bien la boca—exigí mientras me hundía más en ella, y eché mi cabeza hacía atrás, sentía placer, pero no algo común, era más bien el deseo de desfogarme mientras sentí el calor humano, un calor que se me había negado desde hace casi dos años.
Moví mis caderas y mis embestidas llenaron su boca, y pude escuchar como la muy callejera gemía al sentir mi abultada polla.
—Chupa perra, ¡chupa! —rugí entre dientes, mientras que la mujer acercó sus tetas para envolverlas sobre mi eje, y maldición, no pude evitar tensarme para explotarme finalmente en su boca.
—¡Trágatelo! —le ordené cortante, y ella hizo lo que le pedí, luego limpió muy bien mi glande, y se apartó gateando así en cuatro patas, nuevamente hacía su silla.
Sus tetas aun estaban libres, y yo la mire de arriba abajo, por lo visto era todo una experta. Con mi dedo ordene que se abrochara la blusa.
—Entonces señor Corleone ¿Estoy contratada? —sus ojos brillaron expectantes, y yo apenas arquee las cejas sorprendido. Como puta trabaja a la perfección, pero como profesora, ni de fundas la acercaría a mi hija.
—Lárgate de aquí
—¿Qué? —preguntó confundida.
—¡Que te largues he dicho! —la grite fuerte y ella tomó el fajo de billetes y salió despavorida. La frsutración volvió a mí, había liberado mi polla, pero no mi cabeza, necesitaba alguien que me ayudara con Sophia de inmediato.
De repente, cuando ya faltaban tres minutos para las 5: 30, la puerta sonó, fueron dos toques, ¿acaso faltaba alguna otra candidata?