bc

Hijo de la Mafia

book_age18+
1.1K
FOLLOW
4.9K
READ
forbidden
age gap
opposites attract
badboy
mafia
gangster
drama
enimies to lovers
mxm
turning gay
like
intro-logo
Blurb

Todo cambia en la vida de Vittorio Salvatore, cuando una noche su camino se cruza con el del peligroso jefe de la mafia, que controla todo en su ciudad. Un hombre imponente, cruel, poderoso, que no le tiembla la mano al momento de disparar a lo que se le interponga adelante.

Vitto trata de mantenerse lo más lejos de su camino, porque sabe que él solo puede significar una cosa... peligro. Pero cuando este se vuelve el objetivo del mafioso, no le será tan sencillo escapar de su mundo... ni de su encanto.

chap-preview
Free preview
Capítulo 1
Vittorio Me tiro sobre el asiento, sin ningún cuidado, aún observando el número grande que está en rojo, en un extremo de la hoja. - Puta mierda... - me quejo frustrado, en voz baja, pero no la suficiente para evitar que mi profesor me oiga. - Lenguaje, Salvatore. - me regaña, observándome por encima de sus gafas, enfrentado a mi, tan solo separados por un escritorio. - Lo siento profesor, pero no soy de los que reprimen sus impulsos. - me excuso serio. - Como bien ya sabrá. - agrego en un susurro. Baja la vista. - Lograras que te baje otro punto, a ver si de ese modo empiezas a intentar contenerlos. - continúa corrigiendo la alta pila de exámenes que tiene delante suyo, sin importarle demasiado que yo todavía esté aquí. - ¿Qué diferencia haría que me baje otro punto? De todos modos voy a seguir reprobado. - Los jóvenes de hoy se frustran y desaniman con demasiada facilidad. - dice en voz alta, pero más para si mismo. - No voy a ser tan joven cuando me gradúe. - sigo quejandomé. - Voy a estar más para escribir los obituarios de mis amigos, que alguna noticia. Y eso si llego a alguna vez aprobar. - Corrige eso y vuelve a presentarlo. - ordena con voz firme, sin levantar la vista. Lanzo un suspiro mientras paso mi mano por mi cabello, haciéndolo haciá atrás. No sirve de nada que me siga quejando, eso no cambiara mi nota. Puede que tan solo necesite un pulido y a la próxima ya va estar listo para una gran calificación. - ¿Desde dónde me recomienda iniciar la corrección? - pregunto. - Desde el título. - ¿¡QUÉÉÉ!? - exclamo con sorpresa. Debo haber oído mal, porque no hay forma de que me haya dicho... - Borra todo y vuelve a empezar de cero. - continúa diciendo. - Te será más sencillo iniciar con una idea nueva, en fresco, que ahondar en lo que ya tienes y no te sirve. Y ahí el alma me cayó a los pies. - ¡Me tomó cuatro meses! - anuncio indignado. - ¡No voy a tirar a la basura un trabajo que me tomó tanto.! Levanta la mirada y vuelve a observarme por encima de las gafas. - No importa el tiempo que le dediques, sino... - Mi compañero de piso no piensa lo mismo, luego de que no me bañara por cuatro meses. - lo interrumpo. - ¡Cuatro! ¡Esa es la dedicación que le puse a mi tesis! - Como estaba diciendo, antes de que me interrumpieras con una información que no necesitaba, ni quería saber... - hace una pausa. Su mirada severa se relaja y me observa con más comprensión. - No importa cuanto tiempo le dediques a algo, sino la calidad. - sigue con voz calma. - ¡Usé información de calidad! Tenía buenas fuentes. - sigo replicando furioso. Suspira con hastío. - Estás tan cegado por tú ego, que no ves lo que te estoy marcando. - me regaña con firmeza. - No se trata de ego, sino que no se valora mi esfuerzo. - No es un trabajo digno de una presentación final. Se que puedes hacerlo mejor que esto. - dice. - Además, ¿Qué es lo que quieres? ¿Una estrella dorada en la punta de la hoja? - Tal ves si. - respondo. - Bueno. - hace otra pausa. - Aquí a dos cuadras encontraras un kindergarten. Ve. Dibujarás un rato y tomarás una siesta. Esas ojeras dicen que lo necesitas. Cuando te despiertes y decidas comportarte como un adulto maduro, regresas y seguimos charlando de tu tesis, la cuál voy a usar para encender el fuego de mi parrilla y hacer unas hamburguesas. Me paro tomando mis cosas, aún indignado. - No, porque me la llevo. - replico con el poco orgullo que me queda. - Eso no es lo que pienso enmarcar en mi pared. - sentencia, apuntándome con el dedo. Pongo los ojos en blanco, me cuelgo la mochila al hombro, tomo mis libros y cuadernos entre mis brazos, mientras me dirijo hacia la puerta para salir del salón. - Te recuerdo que mañana es miércoles, y que debes cenar en casa. - informa. - Está bien, papá. - respondo con fastidio encaminándome a la salida. - Vittorio. - me llama. Me detengo y me giro hacia él. - Y por favor, báñate hijo. - Solo bromeaba. Niega. - Claro que no. Te conozco bien. Meneo la cabeza. - Me pregunto de quién lo habré heredado. - me doy la vuelta y sigo avanzando. - Supongo que lo que dicen es cierto, la manzana no cae muy lejos del árbol. - y antes de que él llegué a responderme, salgo. Comienzo a caminar por los pasillos de la universidad, los cuales se encuentran repletos de personas, como es normal a está altura del año, en el que todos deben presentar exámenes, trabajos finales y presentaciones. - Vitto. - oigo la voz de mi mejor amiga llamarme a mis espaldas. Me giro y la veo acercarse hacia mí, a paso rápido. Retomo la caminata cuando llega a mi lado. - ¿Qué tal te fue? - me pregunta Lisbeth. - Otro reprobado para agregar a la colección. - respondo enseñándole la hoja en la que se ve ese número tan grande, rojo y bajo para mi gusto. Me mira apenada con esos enormes ojos oscuros, del mismo tono que su largo cabello. - Lo lamento. - Sabes, en situaciones normales cuando uno tiene a su padre como profesor debería traerle cierta ventaja o favoritismo, no al revés. - me quejo. - Soló dices eso porque estás desanimado. Ambos sabemos que no podrías aceptar que te faciliten las cosas. Te gusta luchar hasta el final por lo que crees. - A veces desearía no ser tan moralista. - digo, mientras seguimos caminando por los pasillos abarrotados y bulliciosos. - Eres alguien con ideales, debes representarlo en tu trabajo. - ¿Alguna sugerencia? Ya que debo empezarlo de cero... Hace una mueca. - ¿Tan mal fue? - A mi padre le gusta asegurarse de que al menos una vez al día él pase por mis pensamientos. Lo llevo maldiciendo unas 20 veces al día, desde hace un año. - Tal ves deberías darle otro enfoque. - sugiere. - ¿Qué punto tiene escribir sobre algo que no sea novedoso? No seré uno del montón que escriba sobre el medio ambiente. - ¡Oye! - protesta. - Para ti es distinto Beth, crees en el cambio, los otros lo hacen porque es la salida fácil. Me observa entrecerrando sus ojos, dubitativa, pero al segundo se le forma esa encantadora sonrisa. - ¿Qué harás entonces? - pregunta. Quedo pensativo unos segundos, la miro. - Tú lo has dicho... - ¿Cambiaras el tema al medio ambiente? - pregunta divertida. - ¡No! Voy a luchar por lo que creo. - respondo. - Y yo creo en este trabajo, que me tomó cuatro meses armar. No lo voy a desechar como si fuera una servilleta usada. - Eso no fue lo que te indicó tú pa... tú profesor. - Puede que no, pero no tengo nada que perder, solo ganaría otro reprobado si no le gusta. Además, lo modificaré, le agregare pruebas concretas y no tanto testimonio de terceros. - ¿Y como piensas hacer eso? - pregunta extrañada. Sonrío triunfante, mientras ella me observa con cierto temor. ***** Es de madrugada, mientras estamos escondidos detrás de un auto, que se encuentra enfrente del exclusivo y privado club. Todo es silencio en las calles y no se ve a nadie alrededor, solo a los lejos, en los pocos bares que aún se encuentran abiertos. - Vitto, han pasado horas. - susurra Beth. Yo sigo observando la entrada desde el visor de mi cámara. Desde que estamos aquí nuestro objetivo no ha dado señales de hacer presencia en el lugar que frecuentan todos los hombres de poder de la ciudad. El club solo permite la entrada de hombres, y solo los que tienen invitación o se encuentran en la lista. Todo lo que pasa allí dentro, se queda ahí, no salé. Es un misterio para las demás personas que es lo que se esconde detrás de esas puertas, muchos han tratado de infiltrarse, pero no lo han conseguido. Para un aspirante del periodismo como yo, ese lugar es una mina de oro. Entre sus clientes frecuentes se encuentran los mayores políticos y empresarios corruptos, a los que anhelo llevar a las portadas de los diarios y dejar a la luz toda la mierda que guardan bajo la alfombra. No permitir que se salgan con la suya, no por más tiempo. Empecé por el primero. Él es un ministro, Stephen Glover. Y en todos estos meses que lo llevo investigando me he dado cuenta que es la persona más sucia, depravada y corrupta, que se ha enriquecido a base de estafar a los demás. - Vendrá, lo hace cada maldita noche. - le respondo a Beth. - ¿Y ese es tú plan? ¿Seguirlo a todos lados con tú cámara?. No sabía que estudiaste tantos años fotografía para acabar siendo un paparazzi. - Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. - Me estoy orinando. - me dice al oído. - Pues, allí tienes un árbol. - respondo. - Soy una dama, no puedo hacer como un perro detrás de un árbol. - se queja. La miro escéptico. - Te he visto hacer cosas peores estando ebria. - Si, pero estaba ida y no estaba enterada de que perdí la dignidad. Alguien podría pasar y verme. - Será una bonita historia que les contaras a tus hijos de como conociste a su padre. Pone los ojos en blanco y yo regreso mi mirada adelante, observando a través del lente. Suspira. - Compraré unos caramelos en la tienda de la esquina, a ver si consigo que me dejen pasar al baño. ¿Quíeres algo? - Me he quedado sin cigarrillos. - ¿Qué no compraste está mañana? - pregunta extrañada. - Si, pero me he quedado sin. Lanza otro suspiro. - No te metas en problemas en lo que tardo en volver. - ¿Por que dices eso? Sí soy un santo. - Oh sí, un santo al que le rezo todas las noches. - su voz se va haciendo más lejana. Pasaron unos cuantos minutos, en los que Beth aún no regresó del baño y que no hay movimiento del club de enfrente. No puede ser posible que no venga. Estoy por guardar todas mis cosas e ir por mi amiga, cuando noto movimiento en unos de los balcones del lugar. Levanto la vista y observo a un hombre que sale por una puerta. El desconocido se apoya un cigarrillo en los labios y lo enciende, luego de darle una calada se acerca más, apoyándose en el grueso barandal. Levanto mi cámara y lo observo por esta, acercando más el zoom para mirarlo mejor. No es la persona que estoy buscando, pero no voy a negar que no me resulta interesante y que logra captar mi atención, lo que hace que me cueste bajar la cámara y dejar de mirarlo. Me pregunto quien será para habér conseguido entrar a esa sociedad tan hermética y secreta, que no deja fisuras para la gente normal. En la mano, que tiene el cigarrillo entre sus dedos, se le pueden ver unos cuantos anillos y algún que otro tatuaje. Su rostro se encuentra cubierto por una barba oscura, así como su cabello, el cual lleva hacia atrás, pero no de la forma en la que suelen usarlo los hombres que se lo peinan con alguna clase de gel, sino más bien que pareciera que él tan solo se despierta por las mañanas y desliza sus dedos por su cabello, haciéndolo hacia atrás con ambas manos. Hago todavía más zoom cuando me detengo en su mirada, la cuál me sorprende, porque por más que es de noche y estamos a unos cuantos metros de distancia, logro captar algo extraña en ella, pero no consigo descifrar del todo bien el qué. No controlo mis dedos, ni mis pensamientos, cuando presiono el obturador tomando la fotografía. Y como si ese fuera el sonido más sonoro del mundo, el desconocido enseguida posa su mirada en mi, frunciendo el ceño. Mi corazón se detiene y quédo allí paralizado. Mierda. Me agacho, escondiéndome detrás del auto y empiezo a guardar mi cámara y los focos con rapidez. - No tenían los que tú fumas. - comienza a decir Beth acercándose a mi. - Pero... La tomo del brazo y la tironeo hacia abajo. - Agacháte. - susurro entre dientes. - ¿Qué te pasa? Estás más pálido que lo habitual. - me mira con preocupación. - Deslicémonos, vayámonos de aquí. - sigo diciendo en voz baja. - ¿Qué pasó? ¿Qué viste? ¿Qué hiciste? - me bombardea con preguntas. - Tengo el presentimiento que hice algo que no debería. - digo en voz alta el pensamiento que está rondando en mi cabeza desde un segundo antes incluso de que tomara la foto. Suspira. - Carajo. - Ahora nos pararemos e iremos por dónde viniste. - informo. - Y pase lo que pase no mires hacia el club. ¿Si? Hace una mueca. - Está bien. - me observa por unos segundos. - Vamos. Los dos nos paramos al mismo tiempo y empezamos a caminar en dirección por dónde están los bares aún abiertos. - Oye, tú. - oigo una voz gruesa y neutra a mis espaldas. Se que me lo dice a mi, pero sigo caminando con normalidad y tranquilidad. - Que no cunda el pánico. - le susurro a Beth. - Sigue caminando. - He dicho que te detengas. - continúa hablando la misma persona, está vez en un tono más fuerte y más cerca. - Detente. - dice otra voz, también masculina, pero a diferencia de la primera está es más joven, tranquila, pero aún así firme y con autoridad. No tengo control de mi cuerpo cuando me freno en seco. Beth, que se percata que me detuve, también lo hace. Me mira con algo de temor. Tranquila. - gesticulo con los labios. Luego de unos segundos en los que en mi cabeza no pasa ningún pensamiento, me doy la vuelta, no sin antes lanzar un suspiro. Detrás mío hay un hombre que debe pasar los dos metros, yo que soy bastante alto quedo como una hormiga a su lado. Es bien grande, pelado y lleva un traje, me observa con ojos que podrían convertir mis huesos en cenizas si lo quisiera con tan solo mirarme. Unos pasos más lejos, con un aire despreocupado y con ambas manos en los bolsillos de su pantalón está el hombre del balcón. Sus ojos extraños, que aún no descifro, me miran fijo. - Recupera la cámara, Blas. - ordena el más joven, que parece indicar que es el jefe. El grandulón asiente y en dos zancadas lo tengo enfrente mío, arrancándome la otra cámara que cuelga de mi cuello, que no me percaté de guardar junto con las demás. Antes de darme tiempo siquiera a reaccionar lo que pasa en esos segundos, la destroza contra el piso, haciéndola pedazos. Me toma de la remera con ambas manos, con brusquedad. - ¡Vitto! - lanza Beth un grito ahogado. - ¿¡Para quien trabajas!? - exigé saber. - ¿¡Quién te contrató!? - ¿Qué? - pregunto sin entender, muy confundido y desorientado. - ¿¡PARA QUIEN TRABAJAS!? - repite el pelón, escupiéndome mientras dice esas palabras. - No trabajo para nadie. - respondo tartamudeando. - Te cortaré los dedos con una pinza, uno por uno, hasta que no empieces a decir nombres. - Eh... Ernesto, Pedro, Juan... - empiezo a decir. - ¿Esos están bien? - No te pases de listo. - sentencia. Miro detrás de él. - Dile a tú mascota que me suelte. No he hecho nada. - digo firme. - O al menos nada malo. - Respóndele y lo hará. - dice con esa voz tranquila. - No trabajo para nadie. Solo soy un estudiante al cual le gusta la fotografía, sobre todo si se trata de extraños solitarios. Vi la oportunidad de una buena foto y la tomé. Solo eso. - el jefe me sigue observándome fijo, pero no de una forma severa como lo hace su matón, sino más bien como analizandomé. - Tengo mi identificación de la universidad. - miro al pelón. - Se la puedo enseñar. Meto mi mano en el bolsillo trasero de mi pantalón y saco el plástico todo doblado y maltratado, y se lo extiendo. Me suelta una mano y lo toma, mientras sigue aferrando su otro puño a mi remera, la cual de seguro ya debe ser dos talles más grande de lo tanto que me la toma de esa forma. - Vittorio Salvatore. - lee el mayor en voz alta. - Universidad de artes visuales. - gira la cabeza hacia su jefe, el cuál asiente y enseguida me suelta, tirándome contra el piso. - Largo de aquí y no vuelvas a aparecerte. La próxima que te vea no tendrás tanta suerte. Beth me ayuda a pararme y comenzamos a caminar, alejándonos. Giro mi cabeza hacia atrás y los veo ir hacia el club. Me detengo en seco. - Vitto... - me llama mi amiga, con preocupación y voz temblorosa. Meto mi mano en el bolsillo y le doy dinero. - Tomate un taxi a tu casa, ahora. Yo luego te llamo. - Vitto... - empieza a decir, pero antes de que pueda seguir hablando, me giro y regreso a dónde estaba hace unos pocos minutos atrás. - ¿Quién diablos te crees que eres? - digo en voz alta, caminando hacia él. Se detiene y se gira hacia mi, mirándome con sorpresa. - ¿Qué has dicho? - pregunta incrédulo, ahora si que tiene el ceño fruncido. - Lo que ha oído, y algo me dice que no es sordo. - digo deteniéndome a unos pocos metros de él. - Me ha lanzado a su matón, me ha atacado, rompió mi cámara, el cual es mi elemento de trabajo y me ha lanzado contra el piso, sin ninguna clase de consideración, ni justificativo. Le repito, ¿Quién se cree que es? El pelón hace ademán de acercarse a mi con impotencia, pero se detiene en seco cuando su jefe tan solo levanta la mano. - Dime lo que costó tu cámara y te daré ahora mismo el efectivo. - responde. - No quiero su maldito dinero. - sentencio firme. - ¿Y que quieres? - pregunta con curiosidad. - Una disculpa. - respondo sin titubear. - Como haría cualquier persona civilizada. Me observa en silencio, por unos segundos que me parecen eternos. Porque por más que le hable de frente y sin rodeos, no voy a negar que tengo un nudo en mi estómago que apenas me deja respirar. Me pregunto si olerá mi miedo, o si es capaz de escuchar mi corazón acelerado y mi respiración entrecortada. Juraría que si. Hay algo en él que no es natural, normal, o humano, como prefieran llamarle. - ¿No es capaz de pronunciar esas dos simples palabras? - pregunto con algo de reproche. Me dedica una sonrisa arrogante. - Lo siento. - No fue tan difícil, ¿verdad? - digo. No le doy tiempo de decir, ni hacer nada más, que me doy la vuelta y regreso hacia Beth, quién me sigue aguardando con sus ojos muy abiertos. Los dos nos alejamos de allí. - ¡NO VUELVAS A HACER ALGO COMO ESO! ¡MALDITO DESQUICIADO! - me regaña furiosa cuando estamos lo suficientemente lejos para que nos oiga. - Claro. - es lo unico que respondo con el corazón en la garganta y mis oídos zumbando. **** - Tienes suerte de seguir vivo. - sentencia molesto mi amigo y compañero de piso. Cuando llegué me vio tan pálido y desorientado que tuve que explicarle todo lo que sucedió en la noche, empezando por enseñarle la fotografía que causó todo el revuelo, la cuál luego de extraer la memoria de mi cámara, que se encontraba a salvo, la pasé a mi computadora. - Tampoco es para tanto, no le tengo miedo a un guardia que me muestra los dientes. - digo restándole importancia, aunque la verdad es que estoy casi seguro que se me escapó un chorrito de pis del miedo. - No me refiero al guardaespaldas, sino a él. - apunta a la pantalla donde está la foto, cubriendo la mayor parte de esta. - ¿Eh? - digo sin entender, sentado en la silla giratoria que está frente al escritorio donde trabajo. - ¿Acaso no sabes quien es? - pregunta incrédulo. - ¿Debería? - Es dueño de casi toda la maldita ciudad. - responde, encendiéndose un cigarrillo con nerviosismo. - El club es suyo. - agrega más sereno, luego de dar unas cuantas caladas. - Tampoco le tengo miedo a un niño de papá que heredó todo. - No es ningún niño de papá, sino el jefe de la mafia. De haberlo querido te hubiera hecho desaparecer y nadie te estaría buscando. - Vaya, que esperanzador. Suspira con fastidio. - Eres imposible. ¡Harás que te maten! - se queja. - No empieces tú también, ya Beth me saturó la cabeza de camino a su casa. Me mira negando, aún incrédulo. - Solo mantente alejado, ¿si? Por una vez hazme caso. - pide. - Una vez intenté hacer un reporte de él, pero apenas empecé a indagar por la superficie, recibí unas visitas en la sala del periódico universitario. Así que te hablo desde la experiencia. - ¿Fue él quien dio vuelta la sala de edición? - pregunto extrañado. Bass se encoje de hombros. - No creo que haya sido el personalmente, pero tampoco creo que fuera casualidad. - se encamina hacia la cocina. - ¿Cómo se llama? - pregunto con curiosidad, luego de unos minutos en silencio. - Izan Marshall. - responde a lo lejos. Quedo observando su fotografía en la pantalla. Izan Marshall.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Prisionera Entre tus brazos

read
86.5K
bc

Bajo acuerdo

read
9.4K
bc

La esposa rechazada del ceo

read
167.9K
bc

Navidad con mi ex

read
8.9K
bc

Mi Sexy Vecino [+18]

read
51.5K
bc

Tras Mi Divorcio

read
510.8K
bc

Yo, no soy él

read
88.5K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook