Capítulo I
Jared Lewis
Me encantaba sentir como mi pincel se deslizaba con suavidad contra el lienzo frente a mí, mezclando diversos colores para al final, terminar construyendo la misma figura que siempre permanecía en mi mente: el rostro de Darline Jones. Había encontrado en la pintura una escapatoria para poder ahogar todo lo que había en mi corazón, lo cual era un amor inmenso hacia aquella mujer que me veía únicamente como su hermano mayor.
Tracé sus rosados y rellenos labios en una sonrisa, la tenía tan gravada en mi cabeza que me salía a la perfección sin siquiera esforzarme, con rapidez, su perfilado rostro comenzó a dar forma en uno más de los lienzos que formarían parte de mi pequeño estudio en las inmediaciones de Londres, el lugar perfecto donde podía pasar desapercibido, sacando todo aquello que no me dejaba respirar con facilidad.
—Debería de ponerme celosa al ver a esa chica en tantas pinturas —susurró la atractiva rubia que me acompañaba en aquel momento.
Sonreí y bajé el pincel. Ella pasó sus manos con suavidad por mi pecho desnudo, dedicándose a explorar mis pectorales una vez más, a la vez que dejaba pequeños besos a través de mi cuello.
Conocí a Amanda en mis clases de arte, nos habíamos hecho muy buenos amigos, al punto de llegar a tener encuentros sexuales sin necesidad de ir más allá del cariño y amistad que sentíamos el uno por el otro. Ella sabía perfectamente lo que sentía por Darline… en realidad, Amanda era la única persona con la que había hablado acerca de mis sentimientos hacia la chica que debía de ver como mi hermana menor.
Moví mi cabeza para poder observarla, uno de sus senos se encontraba fuera de la pequeña bata que traía consigo, dejándome ver un poco más allá de sus bien formadas curvas. Aquella alta rubia era perfecta, por lo que, aún me preguntaba qué era lo que la llevaba a pasar tiempo con una persona que no podía ofrecerle nada más que no fuese una amistad como la que teníamos ahora.
—Apesta que hayas decidido ver a sus padres, como los tuyos, ¿Cierto? —bromeó, sin dejar de besar mis clavículas.
—Ni lo menciones —musité, dedicándome a girar en mi silla para que ella pudiese sentarse a horcajadas sobre mí.
Pasé mis manos por sus muslos, levantando de a poco la bata blanca que traía puesta. Sus manos subieron hasta envolver mi cuello y en sus regordetes labios se formó una pequeña sonrisa.
—¿Qué piensas hacer en la noche? —pregunté, sin dejar de recorrer sus muslos con la yema de mis dedos.
Ella frunció levemente sus labios, desviando su mirada mientras pensaba.
—¿No piensas quedarte encerrado aquí, dibujando sin parar a tu hermana? —llevé mis manos hasta su cintura, donde le di un pequeño apretón, haciendo que se frotara sobre mí.
—Sabes que detesto que bromees con el asunto de mi hermana —musité, acercando mis labios a los suyos.
De sus labios burbujeó una pequeña risilla, sus dedos se enredaron en mi cabello largo a la vez que continuaba moviéndose con suavidad, enviando con aquellos movimientos grandes olas de calor a través de todo mi cuerpo. Sus labios se frotaron contra los míos, su traviesa mirada gris brillaba con picardía, a sabiendas de lo que estaba provocando en mi interior.
Ya habíamos tenido algunas sesiones de sexo en el transcurso de la tarde, por lo que ambos sabíamos que era momento de parar, lo cual era extremadamente difícil al tener a aquella mujer semi desnuda, sentada sobre mí, moviéndose de la forma en que lo hacía en aquel momento.
—Aunque admito que me encanta pasar tiempo contigo, tengo que regresar a la casa, o mi hermano vendrá a buscarme —murmuró, mientras se levantaba para ir a buscar su ropa—, además, tal parece que tienes una nueva pintura que terminar —señaló mi lienzo y me guiñó un ojo—, ¿Dijiste que querías hacer algo en la noche, amigo?
—Hace mucho que no voy al club, y la verdad es que detesto sentarme frente a la barra solo; dile a tu hermano que nos acompañe, ¿Te parece?
La observé colocarse sus pantalones, después se inclinó a recoger su sujetador para cubrir sus enormes y redondos pechos.
—Sí, de seguro que a Brus le encantará la idea —murmuró, levantando sus manos para sujetar su largo cabello en una coleta alta. Al final, terminó por abotonar su blusa, tomó su chaqueta y caminó hacia mí, se inclinó y besó con rapidez mis labios para después retroceder—, pasa por nosotros a las ocho, guapo —concluyó, para después cerrar la puerta tras ella.
Volví a girarme para quedar frente al lienzo, tomé el pincel y continué pintando. Amanda podía estar un poco loca, pero a su vez, tenía razón, tremendo error había sido el comenzar a ver a Chelsea y a Byron como mis propios padres, cuando fui abandonado por los míos. Jamás debí de permitir que Darline me viese tal y como veía a su hermano Emmett, pues gracias a eso, ahora me tocaba resignarme a verla feliz al lado de un imbécil que estaba lejos de merecerla, ahora, me tocaba tragarme todas aquellas palabras que quería sacar de mi cabeza cada vez que la tenía frente a mí, me correspondía mantener mis manos muy quietas cada vez que sus brazos rodeaban mi cuerpo en busca de consuelo ante algo que la haya dañado, entre esas terribles cosas, cada vez que el idiota de Step la hacía llorar.
Tan solo una hora después, los perfectos ojos azules de Darline, casi me enfocaban desde el lienzo, lo que me hizo sonreír una vez más, al sentirme satisfecho por un nuevo y gran trabajo.
Me levanté en busca de mi camiseta, la cual se encontraba a un lado del sofá cama que tenía en aquel pequeño lugar. Tomé las llaves de mi auto y después me dirigí hacia el ascensor. Debía de ir a casa para poder reunirme con Byron, quien se encontraba ayudándome a buscar un nuevo lugar para exhibir una vez más mis cuadros, los cuales, últimamente eran unos de los más deseados por los habitantes de Londres, lo que ahora me beneficiaba al haber aumentado mis ganancias.
(…)
—¡Ya estoy en casa! —exclamé, después de haber cerrado la puerta tras de mí.
—Estoy en la cocina —la voz de la tía Chelsea provino desde aquel lugar—, ¿Quieres una taza de café, tesoro?
—Iré a darme un baño, bajaré enseguida; ¡Gracias, tía! —respondí, para dirigirme hacia las escaleras.
Look for the Good de Jason Mraz, salía del estéreo que Darline mantenía en su habitación, melodía que se mezclaba con su bonita voz. En cuanto pasé frente a ella, noté que su puerta estaba entreabierta, así que la empujé levemente con mi pie y me apoyé al marco de esta, dedicándome a observar lo que hacía. Ella se movía al compás de la música, de pie frente a su ropero, sacando diversas prendas de ropa que rechazaba al tirarlas sobre su cama.
Torcí una sonrisa mientras negaba con la cabeza al ver lo que hacía, me daba la impresión de que ella se preparaba para una noche de fiesta; crucé los brazos a la altura de mi pecho, dejando salir lentamente la respiración, dolía amar a alguien desde la sombras, dolía fingir que la veía como a una hermana, cuando en realidad la deseaba como a una mujer; lo había hecho desde que ambos éramos tan solo un par de niños, siempre estuve enamorado de ella, siempre había sido ella, cuando para aquella mujer, yo era solo un hermano más.
—¡Jared! —ella se sobresaltó en cuanto se volteó y me miró en su puerta—, ¿Hace cuánto estás ahí?
—Desde que juegas a ser Jason Mraz —respondí, alejándome de la puerta para caminar hacia ella.
Sus rosados labios se curvearon en una sonrisa, levantó una ceja y estiró una mano para tomar el control del estéreo y luego apagarlo.
—Si Jason Mraz jamás podrá compararse conmigo.
—En eso estoy de acuerdo —chasqueé la lengua, alejándome de la puerta para ir en su dirección—, si hasta creo que te equivocaste de carrera, tienes más cara de cantante que de abogada.
Cruzó los brazos a la altura de su pecho, negó con la cabeza a la vez que se echaba a reír.
Darline se encontraba en su último año de carrera, y amaba tanto su profesión, que difícilmente podría verla siendo otra cosa que no fuese abogada. Estaba a poco de cumplir veintitrés años, pero aún era tan inocente como cualquier niña de dieciséis años, al punto de que el tal Step le ponía los cuernos casi frente a ella, y, aun así, continuaba viéndolo como el hombre perfecto.
—¿Por qué estás tan despeinado? —preguntó, ladeando levemente la cabeza para comenzar a ordenar los mechones de mi cabello tras mis orejas—, no me digas que estabas teniendo uno de esos encuentros sexuales que sueles tener en tu estudio.
Hice una mueca al escucharla hablar con tanta naturalidad ante lo que pasaba en mi estudio, era como si en realidad no le importara en lo absoluto mi vida liberal, lo cual hacía que me doliera aún más.
—Solo estaba pintando —respondí, aclarándome la garganta para después alejarme de ella—, ¿Vas a salir?
—Ajá —musitó, moviendo su cabeza en afirmación—, quedé en verme con Step en unas horas.
Fruncí los labios, a la vez que inhalaba lentamente para poder disimular la molestia que me ocasionaba su sola mención. Darline se echó a reír, abriendo sus brazos para dejarlos caer a sus costados.
—¿Qué pasa, Jared? ¿Jamás vas a soportar a Step?
—No me molesta —mentí, dirigiéndome a la puerta—, cuídate mucho, Dar, supongo que te veré mañana —terminé diciendo para cerrar tras de mí y así poder ir a tragarme la rabia con un nuevo baño de agua fría.
Odiaba tanto la suerte que tenía el maldito de Step al tener un amor que no merecía; si tan solo él fuese capaz de devolver aunque fuese un poco de todo lo que ella le daba, sería capaz de tolerarlo, si tan solo él fuese capaz de amarla aunque fuese la mitad de lo que ella lo hacía con él, yo sería feliz.