Fernando

1426 Words
Estoy alucinando, eso es seguro es imposible, he pasado más de un año sin saber absolutamente nada de él, y ahora así de la nada resulta que, ¿él aparece en mi vida? Es absurdo, no tiene sentido, no lo tiene para mí. Puedo escuchar el pitido de la máquina junto a mí, pero no quiero abrir los ojos, no, porque una parte que aún es una estúpida soñadora creé que él estará sentado junto a mí, preocupado por mi bienestar, pero esa parte consciente, esa que te mantiene con los pies sobre la tierra sin importar lo difícil que sea, me grita a todo lo que da que es imposible. Que fue parte de una alucinación por el golpe horrible que recibí en mi cabeza, mezclado con lo que yo deseo que me hizo alucinar con su presencia, llegando a mi vida como mi salvador. Abre los ojos convencida de que estará sola en la habitación, y la decepción asesina cruelmente a la ilusión al ver la habitación vacía, con una máquina, y las ventanas abiertas. ─Buenos días. ─entra muy animada una enfermera. ─¿cómo se siente? ─pregunta mientras revisa su temperatura. ─¿tiene dolor de cabeza, o algún malestar? ─pregunta mientras la revisa, pero Ángel no dice nada, lo único que hace es observar. Baja su mirada a su mano, si hay algo que no alucino fue las frías, toscas y algo apretadas esposas en su mano, pero no están. ─Su abogado pidió que se las quitaran. ─dice al ver como observa minuciosamente su mano, su muñeca tiene moretones muy marcados. ─Aunque la policía está fuera, aún esperan su declaración. ─dice esto más como un susurro. ─¿Mi abogado? ─balbuceó, intentando darle forma coherente a algo de su entorno en ese momento. Inicio de flashback ─¿Sabias que es abogado? ─Si es abogado, ¿porque trabaja como asistente? ─El gana un sueldo por cada trabajo que hace para mi. Fin de flashback ─El apuesto y muy amable hombre que ha estado con su esposo. ─dice mientras anota en su tablero. ─¿Mi esposo...? ─intenta sentarse. ─No se mueva. ─dice acercándose a la cama, presiona un botón y esta se levanta para dar la sensación de asiento. ─no debe hacer ningún tipo de fuerza, o podrían volver las jaquecas. ─dice acomodando su almohada. ─Usted dijo, ¿su esposo...? ─insiste al ver que ella no ha respondido. ─El hombre que pidió su traslado, él dijo que era su esposo. ─aclara. ─recién salió para hablar con la policía. Está fuera, seguro ahorita... Ni siquiera a terminado de hablar la enfermera, cuando Edward aparece de pie, en la puerta, con traje y Charles junto a él, usa la misma ropa que solía usar cuando conoció a Ángel, era claro que no había cambiado nada. ─Buen día señora. ¿cómo se siente? ─pregunta Charles al verla, hace un barrido visual por la ─Me duele un poco la cabeza. ─dice sin siquiera pestañear, no puede dejar de verlo, ni él a ella. A su alrededor, se forma una tensión tan densa, que incluso Charles siente que está de más. ─Charles... ─dice y camina a la ventana del hospital, con las manos en los bolsillos, se mantiene con la mirada fuera. ─Señora Argento... ─Soy Torres. ─dice a la defensiva, lo que hace que Edward volteé a verla con el ceño fruncido. ─Señora Torres. ─carraspeó incómodo. ─cuando esté lista, los oficiales de la policía local va a entrar para interrogarla sobre lo sucedido en la mañana del pasado lunes, por lo que, si tiene algo que decir que usted crea que le puede perjudicar, debe decírmelo. ─dice sacando una libreta y su pluma, listo para anotar. ─¿Mañana del pasado lunes? ─pregunta con el ceño fruncido. ─Ha estado aquí por doce días. ─dice incomodo. ─¿doce días? ─pregunta dando un brinco. Lo que la hace sentir más aturdida, volviendo su dolor de cabeza por un corto momento. ─No debe preocuparse. ─aclara enseguida por la manera asesina en la que lo ve Edward, por no hablar rápido. ─Sus hijos asisten al instituto con normalidad, hay escoltas resguardando su casa, dos asistentes domésticas que se encarga de todo lo interno, además de una institutriz para ayudar con las tareas escolares, y.... ─le entrega su teléfono. ─puede ver todo lo que suceda desde aquí. ─señala. ─¿cómo...? Entonces, él llegó con su perro faldero a mi vida, a mi mundo y se encargó de todo eso a su antojo, como si mi vida le perteneciera sin importa lo mierda que llegó a ser. ¿quién le dio el derecho a meterse en mi vida, así como si no importara?, ¿acaso cree que puede venir y meterse así nada más? ─¿No deberías estar aquí... ─dice mirando a Charles. ─Soy su abogado, tenemos que encargarnos de su declaración. ─dice programando la grabadora de su teléfono. ─Charles, no quiero ser grosera contigo, pero no deberías estar aquí. ─dice molesta, mirando a Edward de reojo. ─después de cómo te trató... ─Señora Arg. Torres. ─se corrige enseguida a sí mismo. ─estoy aquí en calidad de su abogado, con lo sucedido en la bodega de su lugar de trabajo... ─Lo que sucedió fue que llegué, noté la puerta de carga abierta, a las siete de la mañana un lunes, algo que no debía pasar, ya que único horario para abrir esa puerta era los martes y viernes a las nueve de la mañana, ya que eran los únicos días que llegaban los camiones. ─dice intentando recordar lo más que pueda. ─tomé mi radio, saqué mi arma, di aviso enseguida en cuanto lo ví, pero recibí un golpe muy fuerte que me tiró al suelo. Estaba aturdida, pero... ─intenta recordar más allá, pero esto solo intensifica su jaqueca. ─Según el parte médico, llegó con una conmoción cerebral en la fosa posterior que requirió sutura. ─¿En español? ─levanta la mirada a él con la ceja enarcada. ─Fue golpeada en la parte trasera de la cabeza con algo que dejó como resultado quince puntos, y ocho días en coma inducido, pero al despertar no reaccionó bien. ─revisa. ─por que se mantuvo en medicación constante hasta ayer, que fue reducida la dosis, y ha despertado. ─dice levantando la mirada a ella. Se ve confundida con todo lo que él ha dicho ─Dos personas fallecieron, uno de ellos era su colega Luis Méndez por impacto de bala, al igual que el desconocido, quien también tiene dos impactos de bala, pero estos son más precisos. Y es ahí donde entra la investigación, ya que ambos impactos fueron fulminantes, y exactos, para alguien que según los indicios debería estar aturdida por un golpe como ese. ─dice asombrado por la precisión. ─De no hacerlo, ahora yo sería la segunda persona que hubiera muerto. ─dice furiosa sosteniendo su cabeza, ella no puede ver como Edward se tensa cada vez que ella habla. ─Si hay algo más que tenga que decir... ─no, eso es todo. ─aclara molesta e incomoda por el dolor de cabeza. ─Bien. ─se levanta. ─Hablaré con los oficiales sobre su estado. ─dice dejándolos solos por un par de minutos para hablar con la policía, dejándolos solos a Edward y Ángel. Hubiese querido no verlo, no si es una persona fria y distante como se ve ahora, se viste igual, se ve igual, pero algo hay en él, que no se siente igual, está ahí parado con la mirada en la ventana, ha ganado músculos y su cabello se ve un poco más corto, pero se ve molesto. Yo debería estar molesta, no él. ─señora Torres, buenos dias. ─entran dos oficiales y tiende su mano. ─Buen dia. ─dice dando la mano un poco incómoda. ─Como, su abogado debió informarle, tomaremos su declaración respeto al robo a la bodega. ─dice y ella asiente.─Dígame, ¿qué fue lo que hizo ese dia?, desde que despertó. ─dice anotando en su libreta, mientras el otro oficial observa a detalle sus gestos, y reacciona a lo que dirá. ─Ese dia hice lo he hecho todos los dias desde hace... ¿siete meses? ─¿qué es, qué? ─Pregunta con tono un poco agresivo. ─Levantarme, salir a correr, preparar a mis hijos y salir al trabajo, Fernando pasó por mí... ─Se refiere al señor Fernando Villanueva, hijo de los dueños de los almacenes Villanueva, mismos a los que pertenece la bodega que fue robada. ─Si, ese Fernando. ─dice un poco incómodo por la manera en la que la ve Edward. ─¿Él fue quien le consiguió el trabajo, no es así?
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