Una amiga

1267 Words
Tan solo bastó poner un pie fuera del avión para sentir que de alguna manera estaba en su lugar seguro, el único lugar en el que podía ser ella misma, sin miedo al qué dirán. Con su bolso en mano, aún secando sus lágrimas mientras camina a la salida, una imagen de la estacion de libros y revistas llama su atención, tanto como se acerca y puede leer el título, su sangre hierve de rabia. REAPARECE HEREDERO DEL IMPERIO ARGENTO ACOMPAÑADO DE UNA HERMOSA MUJER. Después de años de rumores sobre su muerte en el accidente que acabó con la vida de su madre y hermana, el futuro heredero del billonario Argento, reaparece y es fotografiado junto a una hermosa mujer en un restaurante, que según fuentes cercanas, fue cerrado únicamente para ellos. ¿Habrá romance en puerta? En la foto, Edward estaba sentado en un restaurante tomando la mano de una hermosa mujer. ─¿La va a llevar? ─pregunta la chica que atiende el lugar, al verla muy interesada. ─No, gracias. ─dice y continúa su camino. Después de todo, yo tenía razón, la tuve todo el tiempo, él desapareció por dos días cuando nos enojamos, y luego volvió como si nada, ahora entiendo cuando salía a escondidas con excusa de preparar cosas, que en un principio solo bastaba con ordenarlo, Charles me ponía mala cara cuando se fue, seguro el debió pensar lo entrometida que era yo. Y yo estoy aquí, llorando por los malditos rincones como una niña, mientras a él ni siquiera le importó cómo me sentía, ni siquiera dudó un segundo en sacarme de su casa cuando descubrí la lista, la raíz de sus mentiras. Nada fue real, ni su amor, ni nada, él no era cambiante, era un maldito mentiroso que jugaba conmigo todo el tiempo. ¿pero, y la eutanasia?, la manera en que golpeó a Charles... ¿Todo fue mentira?, ¿todo fue una maldita mentira? Ver a través de la ventana del taxi, recorrer las mismas calles que ya conocía, la hicieron sentir caer en un profundo y siniestro hoyo oscuro, pero ahora, incluso en la oscuridad, su oscuridad, él estaba allí. Con enojo y dolor secó sus lágrimas. ─Llegamos. ─dice el chofer al detenerse fuera del terminal de autobuses. No puedo seguir así. ─pensó al ver notar que en solo una horas volverá a ver a sus hijos. ─Ellos no merecen verse así. Caminó a la tienda de regalos del lugar, compró un par de juguetes y un par de pequeños libros. Al bajar del autobús, lo primero que hizo fue llegar por sus hijos mayores, con todo lo que había pasado por su cabeza no pensó en llamar para avisar de su llegada. Al tocar la puerta de la casa de la tía de sus hijos, ella salió, sorprendida de verla. ─¿los niños sabían que llegabas hoy? ─pregunta mirando dentro. ─No, pero vine por ellos, tienen que ir al instituto. ─dice evitando mirarla, aun tiene los ojos algo enrojecidos. ─Pasa si quieres, los niños se los llevó el papá, y todavía no llegan. ─dice invitando a pasar. ─Espero aquí, está bien. ─dice sentándose en un banco improvisado hecho de piedras y madera. ─Bueno. ─dice y entra a la casa, y sale enseguida con un vaso de jugo. ─¿cómo te fue?, ¿vas a sacar el libro?, algo de eso me dijeron los niños... ─No. ─interrumpe con mesura. ─publicar el libro tuvo problemas y decidí no hacerlo, se quedó en nada a la final. ─suspira emulando una sonrisa. ─Que mal... la niña estaba feliz de que por fin iba a tener su cuarto, y el niño... ─¿eso te dijeron? ─Sí, porque mi hermano recién está haciendo su casa, y le ofreció hacerles un cuarto a los dos, pero ella dijo que no, y él le dijo que si se quedaban a vivir con él hacía un cuarto para cada uno... Renunciar a mis hijos sería más fácil para mí, pero sé que dejarlos con él sería aún peor. Antes de que pudiera responder algo, un auto se estacionó cerca de ellas, pero contrario a lo que ella pensó que sería su recibimientos, sus hijos al verla no se veían emocionados, solo bajaron del auto y se acercaron. ─Hola "ma" ─dijeron al unísono, Luisa pasó de largo hasta estar de pie junto a la tía, Sandro se quedó de pie junto a su padre, quien también bajó del auto. ─¿qué hace usted aquí? ─pregunta abrazado a Sandro. ─Vine por los niños, tienen una escuela a la que ir. ─dice sin verlo siquiera. ─Vaya por sus cosas, yo hablaré con su mamá. ─dice, e instintivamente Angel retrocede, su ansiedad se dispara a mil por hora, y su boca se seca. ─mira que no olviden nada. ─dice y su hermana entra con Sandro, dejándolos a los dos solos. ─¿A donde te largaste?, con algún hijo de puta seguramente, como la zorra que eres. ─espeta acercándose a ella. ─¿De verdad?, ¿vas hacer eso delante de ellos? ─pregunta mostrándose fuerte y agresiva frente a él, pero por dentro, apenas puede mantenerse en pie. ─No. ─sonríe al ver hacia la puerta. ─ellos no tienen porqué saber nada, pero que te quede claro, si me entero que sales con quien sea, te voy a quitar a mis hijos, y no los volveras a ver, ¿entiendes? estupida. ─Tienes mujer, una hija ¿y aún te atreves a decirme eso? ─Tu eres la madre de mis hijos, y te vas a comportar, no como la zorra que eres, o vas a saber quien soy yo. ─amenaza entre dientes, al ver que Sandro está saliendo. ─¿No nos podemos quedar? ─pregunta entre lamentos. ─Sabes que no, mamá tiene nuestra custodia. Camina. ─dice Luisa sacando a su hermano casi a empujones de la casa. ─¿Papi, nos puedes llevar a la terminal? ─pregunta Sandro.Angel ve como su ex pareja ve a su actual pareja y esta niega con mala cara. ─Iremos en taxi, vamos. ─dice sin darle tiempo a Khal de negarse. Con dolor ve como sus hijos se aferran a su padre como si él fuese lo más preciado, mientras al ver a su madre, los ceños fruncidos y gestos de desagrado hacen acto de presencia. El regreso a casa no se hace más fácil para ella, al descubrir que su madre sacó las cosas de la casa que ella ha construido, y ahora la habita una de sus hermanada. ─¿qué pasó? ─pregunta al ver sus cosas bajo un plástico transparente, penas cubiertos de la lluvia. ─Como dijiste que ya tenias pata para vos y tus hijos... ─sale su madre mirándola con desprecio. ─yo también quería plata, y ya que no había nadie, y tu hermana no tenía a donde ir, la deje quedarse. ─dice muy tranquila. ─Madre... las cosas no son así... ─Esta es mi casa, y yo sabré que hago. ─dice regresando dentro. ─¡¡pero yo hice esa casa!! ─grita llena de impotencia y rabia. ─Podemos ir de nuevo a la casa con mi papi. ─dice Luisa al ver con vergüenza como todos los ven. ─No, vamos a estar bien. ─dice sin saber que hacer, ya casi anochece, aún no ha ido por Jota y no tiene donde dormir. ─¿y que vamos a hacer?, ¿dormir bajo un puente? ─pregunta molesta Luisa. ─No. ─voltea a verla, se ve tan molesta que no lo soporta. ─vamos por Jota, y ya veremos donde quedarnos esta noche. ─dice tratando con todas sus fuerzas de no llorar.
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