Sangría

1368 Words
─Señor. ─dice Charles regresando a la habitación. ─el anillo está de regreso. ─¿cuánto pidió por él? ─pregunta sin levantar la mirada. ─cincuenta mil dólares señor. ─dice puede ver con el ceño se frunce del anciano. ─¿Dijo para qué lo quería? ─musitó ─Comentó algo de una casa, y una "emparrillada". ─dice mostrando el vídeo que le envió el gerente de la joyería. Se puede ver cómo le causa gracia el vídeo, ve a su nieto aún tomando su mano asiente. ─Tú ganas Edward he aceptado a tu esposa, ahora solo despierta. Por favor. ─presiona su mano con sutileza cuando una de sus lágrimas toca su mano. ─Señor. ─dice, y su voz delata lo conmovido que está. El anciano levanta la mirada a Charles, pero éste no deja de ver a Edward y el anciano voltea a verlo, para descubrir sus ojos abiertos. ─Ángel... ─balbucea aturdido, aún medio adormecido. ─Ángel... ─Llama al doctor. ─dice si perder de vista a su nieto. ─¿cómo te sientes? ─dice notoriamente preocupado. ─Dónde está ella. ─busca con la mirada, sus ojos se enrojecen enseguida. ─¿dónde está...? ─intenta levantarse. ─No se levante. ─entra de prisa el médico y lo detiene. ─¡¡No me toque!! ─grita furioso apartando al médico. ─Edward, ¡calma! ─lo detiene Charles. ─Esta bien, calma. ─dice ayudan a que él vuelva a la cama. ─Estás en un hospital. ─dice y tras un rápido barrido visual se aferra a la mano de su abuelo, acomodándose en la cama. ─Estaba... ─mira su cuerpo, lo han cambiado de ropa. ─¿como... ─Yo te cambié de ropa, nada a cambiado, calma. ─dice y él asiente. ─¿Dónde está ella? ─dice, mirando por todos lados, y no puede ver a nadie más que él. ─Tienes que hacer el tratamiento. ─dice abordando el tema enseguida, sin darle tanto tiempo de pensar en ello. ─No. ─responde cortante. ─Edward... ─No. ─insiste tajante. La tensión crece enseguida, Charles no sabe si va a tener que intervenir. ─Sé por qué no lo quieres hacer. ─dice con cierto tono de molestia. ─No quiero ser grosero abuelo, pero tú sabes nada. ─Déjame hacer las cosas, por favor. Déjame estar a tu lado esta vez, y pelea. ─dice su abuelo. ─No... No pienso volver a pasar... ─suelta la mano de su abuelo. ─Perdóname. ─dice negando con la cabeza. ─no debí dejarte solo, pero... ─Viste el monstruo que yo era. Tú viste cómo estaba y me dejaste. ─sonríe con sarcasmo. ─No lo haré. ─se aferra y toma su mano. ─Voy a estar contigo, no importa lo que pase. Si lloras, yo lo haré contigo, si te ríes, lo haremos juntos, y... te vas a quedar calvo, ¿y sabes qué? ─Tu ya lo estás. ─sonríe viendo la mano de su abuelo. ─Exacto. ─sonríe. ─Lo haremos juntos. ─Se aferra a su mano. Mientras tanto... Caminando por la casa mientras personas ayudan entrando camas, muebles, y demás enseres, mientras los niños corren de un lado al otro. ─Está muy bonita. ─dice Sabrina feliz por su amiga. ─¿tanto valía ese anillo?. ─suelta con asombro. ─yo no habría regresado, me habría quedado allá, y llevado a mis hijos con él, si puede comprar una casa con un anillo que él te dio, no me quiero imaginar cuánto costará su casa. ─dice con asombro. ─Nunca pregunté cuanto costaba, pero no me importa, solo necesitaba para la casa es todo. ─musita sin darle importancia. ─Y sin embargo no sonríes... ─dice al verla ensimismada. Nada es completo para mí, estamos bien ahora, tenemos una casa, y tengo más dinero del que necesito para vivir, tengo una casa, por fin tengo una casa para ellos, y dinero para nosotros y la comida, pero sigo preguntándome la misma, ¿Dónde estará él?, ¿pensará por mi?, ¿Cómo diablos hago para olvidarte?. ─¿has escuchado esas mujeres que dicen, prefiero llorar en mi yate en Dubái, que reír en una casa de caña?, pues a mi me pasa lo opuesto a ello. ─Y lo peor es que te creo, yo en tu lugar estaría brincando como canguro por toda la casa, feliz de la vida. ─mira con asombro todo lo enorme que es su casa, bonita y ya ni hablar del patio. ─Pienso en ese estúpido niño rico, que solo me utilizo para diversion, no lo sé. Me dejaron marcada de por vida y odio eso. Sabes... no tenía expectativas de una relación. ─Pero es que también con dos infelices que lo único que demostraron fue que los días buenos era no tratarte mal, no era para menos... ─dice cerrando la puerta de la casa, mientras los niños corren a las habitaciones para arreglar las cosas a su gusto, y ellas dos preparan la cocina. ─Es que... ni siquiera sé cómo explicarlo, él sabía más de mi de lo que había sabido cualquier persona y uno se puede dar cuenta de eso, ni siquiera era solo el sexo, era más que eso... ─sonríe, pero una lágrimas yace en el suelo dejando su rastro en su mejilla. ─Pero no ha venido, tú estás aquí, llorando por él, y no sé cómo sea él o como fue lo que tuvieron, pero tu eres mi amiga, y a el no lo veo por ningun lado. Tu estas aqui sufriendo por él, y él no. Entonces... talvez me equivoque, pero si realmente le importas, él estaría aquí contigo, intentando solucionar lo que sea que lo haya hecho mal, y no es así. Y ni siquiera tiene excusa, si el costo de ese anillo te dio para todo eso, el dinero no es problema. ─espeta. ─así que... respira hondo, llora en tu cama, y luego, seca tus lágrimas y levantate mas fuerte que nunca, porque tu puedes, tu siempre puedes. ─la abrazo muy fuerte, hasta llegar a ser doloroso. ─Mami. ─entra la hija de Sabrina. Ni siquiera hizo falta que dijera algo más, con solo mirar a su pequeña, ella lo sabía. ─Ya vamos a hacer de comer, tranquila. ─dice a su pequeña con una sonrisa, y ella regresa a las habitaciones. ─Tengo una mejor idea. ─dice tras un largo suspiro. ─¿Qué...? ─pregunta mirando como saca su teléfono. ─podemos hacer la inauguración, aquí y ahora. ─dice enviando un texto. ─¿Que tienes en mente? ─Ya lo verás... ─dice con una sonrisa traviesa. Continúan acomodando las pocas cosas que tenía en la casa de su amiga, y sacaban las cosas que había comprado, cuando tocaron su puerta. ─¿Esperas a alguien? ─pregunta Sabrina un poco escéptica. ─Abre.─dice y ella va enseguida, aun con sus reservas. ─¡¡Felicidades!! ─grita Karina con dos botellas de vino, con sus brazos abiertos. ─Felicidades. ─dice un poco avergonzado Fernando tras ella con una gran casa en sus brazos. ─Mientras más mejor. ─sonríe guiñando un ojo. La mirada de asombro, alegría y desconcierto de Sabrina es un poco graciosa, pero está muy emocionada. ─Pasen... ─dice abriendo paso entre las cajas del suelo. ─¿Qué es eso? ─pregunta Sabrina viendo la caja que trae Fernando. ─Mi Hermana... ─Es la inauguración de una casa, ¡¡su hogar!! ─mira a Ángel con una gran sonrisa. ─no podía venir con las mano vacías, así que pasamos por algo de vino y algo para la casa. ─señala a Fernando con la mirada. ─¿Dónde lo dejó? ─dice de lo más tranquilo. ─Déjame te ayudo. ─Ángel, pero al tratar de tomar la caja, esta está muy pesada, le es imposible tomarla. ─Solo dime dónde la dejo. ─dice con una sonrisa discreta, ella ha sido muy evidente respecto al peso. ─Déjala sobre el mesón. ─dice simulando ayudarlo. ─¿qué tiene esa caja? ─pregunta graciosamente curiosa Sabrina. ─De hecho... son cuatro cajas en una. ─dice con una sonrisa traviesa. ─pensé que si ya tienes, sería bueno tener dos. Además de vino, claro. ─dice dejando una de las botellas, mientras abre otro. ─Y aún falta algo más. ─dice saliendo de la casa. ─Dime que no es otra caja. ─Le dice a Fernando a modo de broma, casi como una súplica, por lo que todos se hechan a reir, pero su sonrisa se borra enseguida al verla entrar con una jarra de Sangría.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD