─Señor. ─dice Charles regresando a la habitación. ─el anillo está de regreso.
─¿cuánto pidió por él? ─pregunta sin levantar la mirada.
─cincuenta mil dólares señor. ─dice puede ver con el ceño se frunce del anciano.
─¿Dijo para qué lo quería? ─musitó
─Comentó algo de una casa, y una "emparrillada". ─dice mostrando el vídeo que le envió el gerente de la joyería.
Se puede ver cómo le causa gracia el vídeo, ve a su nieto aún tomando su mano asiente.
─Tú ganas Edward he aceptado a tu esposa, ahora solo despierta. Por favor. ─presiona su mano con sutileza cuando una de sus lágrimas toca su mano.
─Señor. ─dice, y su voz delata lo conmovido que está. El anciano levanta la mirada a Charles, pero éste no deja de ver a Edward y el anciano voltea a verlo, para descubrir sus ojos abiertos.
─Ángel... ─balbucea aturdido, aún medio adormecido. ─Ángel...
─Llama al doctor. ─dice si perder de vista a su nieto. ─¿cómo te sientes? ─dice notoriamente preocupado.
─Dónde está ella. ─busca con la mirada, sus ojos se enrojecen enseguida. ─¿dónde está...? ─intenta levantarse.
─No se levante. ─entra de prisa el médico y lo detiene.
─¡¡No me toque!! ─grita furioso apartando al médico.
─Edward, ¡calma! ─lo detiene Charles. ─Esta bien, calma. ─dice ayudan a que él vuelva a la cama. ─Estás en un hospital. ─dice y tras un rápido barrido visual se aferra a la mano de su abuelo, acomodándose en la cama.
─Estaba... ─mira su cuerpo, lo han cambiado de ropa. ─¿como...
─Yo te cambié de ropa, nada a cambiado, calma. ─dice y él asiente.
─¿Dónde está ella? ─dice, mirando por todos lados, y no puede ver a nadie más que él.
─Tienes que hacer el tratamiento. ─dice abordando el tema enseguida, sin darle tanto tiempo de pensar en ello.
─No. ─responde cortante.
─Edward...
─No. ─insiste tajante.
La tensión crece enseguida, Charles no sabe si va a tener que intervenir.
─Sé por qué no lo quieres hacer. ─dice con cierto tono de molestia.
─No quiero ser grosero abuelo, pero tú sabes nada.
─Déjame hacer las cosas, por favor. Déjame estar a tu lado esta vez, y pelea. ─dice su abuelo.
─No... No pienso volver a pasar... ─suelta la mano de su abuelo.
─Perdóname. ─dice negando con la cabeza. ─no debí dejarte solo, pero...
─Viste el monstruo que yo era. Tú viste cómo estaba y me dejaste. ─sonríe con sarcasmo.
─No lo haré. ─se aferra y toma su mano. ─Voy a estar contigo, no importa lo que pase. Si lloras, yo lo haré contigo, si te ríes, lo haremos juntos, y... te vas a quedar calvo, ¿y sabes qué?
─Tu ya lo estás. ─sonríe viendo la mano de su abuelo.
─Exacto. ─sonríe. ─Lo haremos juntos. ─Se aferra a su mano.
Mientras tanto...
Caminando por la casa mientras personas ayudan entrando camas, muebles, y demás enseres, mientras los niños corren de un lado al otro.
─Está muy bonita. ─dice Sabrina feliz por su amiga. ─¿tanto valía ese anillo?. ─suelta con asombro. ─yo no habría regresado, me habría quedado allá, y llevado a mis hijos con él, si puede comprar una casa con un anillo que él te dio, no me quiero imaginar cuánto costará su casa. ─dice con asombro.
─Nunca pregunté cuanto costaba, pero no me importa, solo necesitaba para la casa es todo. ─musita sin darle importancia.
─Y sin embargo no sonríes... ─dice al verla ensimismada.
Nada es completo para mí, estamos bien ahora, tenemos una casa, y tengo más dinero del que necesito para vivir, tengo una casa, por fin tengo una casa para ellos, y dinero para nosotros y la comida, pero sigo preguntándome la misma, ¿Dónde estará él?, ¿pensará por mi?, ¿Cómo diablos hago para olvidarte?.
─¿has escuchado esas mujeres que dicen, prefiero llorar en mi yate en Dubái, que reír en una casa de caña?, pues a mi me pasa lo opuesto a ello.
─Y lo peor es que te creo, yo en tu lugar estaría brincando como canguro por toda la casa, feliz de la vida. ─mira con asombro todo lo enorme que es su casa, bonita y ya ni hablar del patio.
─Pienso en ese estúpido niño rico, que solo me utilizo para diversion, no lo sé. Me dejaron marcada de por vida y odio eso. Sabes... no tenía expectativas de una relación.
─Pero es que también con dos infelices que lo único que demostraron fue que los días buenos era no tratarte mal, no era para menos... ─dice cerrando la puerta de la casa, mientras los niños corren a las habitaciones para arreglar las cosas a su gusto, y ellas dos preparan la cocina.
─Es que... ni siquiera sé cómo explicarlo, él sabía más de mi de lo que había sabido cualquier persona y uno se puede dar cuenta de eso, ni siquiera era solo el sexo, era más que eso... ─sonríe, pero una lágrimas yace en el suelo dejando su rastro en su mejilla.
─Pero no ha venido, tú estás aquí, llorando por él, y no sé cómo sea él o como fue lo que tuvieron, pero tu eres mi amiga, y a el no lo veo por ningun lado. Tu estas aqui sufriendo por él, y él no. Entonces... talvez me equivoque, pero si realmente le importas, él estaría aquí contigo, intentando solucionar lo que sea que lo haya hecho mal, y no es así. Y ni siquiera tiene excusa, si el costo de ese anillo te dio para todo eso, el dinero no es problema. ─espeta. ─así que... respira hondo, llora en tu cama, y luego, seca tus lágrimas y levantate mas fuerte que nunca, porque tu puedes, tu siempre puedes. ─la abrazo muy fuerte, hasta llegar a ser doloroso.
─Mami. ─entra la hija de Sabrina. Ni siquiera hizo falta que dijera algo más, con solo mirar a su pequeña, ella lo sabía.
─Ya vamos a hacer de comer, tranquila. ─dice a su pequeña con una sonrisa, y ella regresa a las habitaciones.
─Tengo una mejor idea. ─dice tras un largo suspiro.
─¿Qué...? ─pregunta mirando como saca su teléfono.
─podemos hacer la inauguración, aquí y ahora. ─dice enviando un texto.
─¿Que tienes en mente?
─Ya lo verás... ─dice con una sonrisa traviesa.
Continúan acomodando las pocas cosas que tenía en la casa de su amiga, y sacaban las cosas que había comprado, cuando tocaron su puerta.
─¿Esperas a alguien? ─pregunta Sabrina un poco escéptica.
─Abre.─dice y ella va enseguida, aun con sus reservas.
─¡¡Felicidades!! ─grita Karina con dos botellas de vino, con sus brazos abiertos.
─Felicidades. ─dice un poco avergonzado Fernando tras ella con una gran casa en sus brazos.
─Mientras más mejor. ─sonríe guiñando un ojo.
La mirada de asombro, alegría y desconcierto de Sabrina es un poco graciosa, pero está muy emocionada.
─Pasen... ─dice abriendo paso entre las cajas del suelo.
─¿Qué es eso? ─pregunta Sabrina viendo la caja que trae Fernando.
─Mi Hermana...
─Es la inauguración de una casa, ¡¡su hogar!! ─mira a Ángel con una gran sonrisa. ─no podía venir con las mano vacías, así que pasamos por algo de vino y algo para la casa. ─señala a Fernando con la mirada.
─¿Dónde lo dejó? ─dice de lo más tranquilo.
─Déjame te ayudo. ─Ángel, pero al tratar de tomar la caja, esta está muy pesada, le es imposible tomarla.
─Solo dime dónde la dejo. ─dice con una sonrisa discreta, ella ha sido muy evidente respecto al peso.
─Déjala sobre el mesón. ─dice simulando ayudarlo.
─¿qué tiene esa caja? ─pregunta graciosamente curiosa Sabrina.
─De hecho... son cuatro cajas en una. ─dice con una sonrisa traviesa. ─pensé que si ya tienes, sería bueno tener dos. Además de vino, claro. ─dice dejando una de las botellas, mientras abre otro. ─Y aún falta algo más. ─dice saliendo de la casa.
─Dime que no es otra caja. ─Le dice a Fernando a modo de broma, casi como una súplica, por lo que todos se hechan a reir, pero su sonrisa se borra enseguida al verla entrar con una jarra de Sangría.