Duelo

1232 Words
Con la misma intensidad que llegué amar a tu padre, te amé desde tu sola existencia, ahora me duele la pérdida de una vida que parecía imposible, improbable, absurdo e innecesario para mi vida, pero ahora no está y odio saber que mi pequeña princesa sufrió tanto antes de llegar al mundo, ojalá hubiese podido proteger mi cuerpo cuando aún era tu casa, tu hogar, tu lugar seguro. Lamentarlo no me hace sentir mejor, solo puedo pensar. ¿cuánto sufrió siendo tan pequeño? tan frágil, tan pequeña, y tan hermosa. ¿Cómo puedo ver tanta belleza en alguien tan pequeña?, deseo que a pesar de tus sasso centímetros de vida te hubieras aferrado a mi, pero sería una pésima madre de pedirte que sobrevivas a algo tan cruel como las manos de mi madre, debí protegerte. Verte en mis manos, tan pequeña, frágil, hermosa y delicada, no sabes cuánto anhelaba dentro de mi poder escuchar un latido en tu pequeño y frágil pecho, poder sentir tu calor. No bastó cuanto te abrace, no importó que intentara darte mi de calor, no importa cuanto le suplique a Dios, a la vida, al destino o al mismísimo demonio que me devuelva al día en que aún estabas con vida. Haga lo que haga no termino de entender, ¿cómo es que no me di cuenta?, ¿cómo es que no lo supe antes?, ¿cómo es que no pude salvarte mi pequeña. Triste, demacrada, con sus ojos inflamados por el llanto y con semblante pálido, sale de la casa de mano de sus hijos, quienes la cuidan mucho a cada paso que da, mientras Sabrina y su hija la esperan en el auto, en la entrada de la casa. Ella no ha dormido nada, ni siquiera lo ha intentado, ha llorado a mares en el silencio y la oscuridad de su habitación por la pérdida de su hija, el que la luz del amanecer ilumina la habitación era la señal de que debía tomar la decisión de parar de llorar, lavar su rostro, darse una ducha fría y ponerse ropa limpia y salir de habitación para preparar desayuno a sus hijos, porque la vida sigue, sus hijos la necesitan, y pese a que para ella se ha paralizado su mundo, el mundo sigue girando a su alrededor, y no se va a detener, sin importar lo mucho que quisiera. ─¿comiste algo? ─pregunta cuando cuando se pone cómoda en el asiento del copiloto. ─No tengo hambre, ¿nos vamos? ─musitó mirando sus manos, las tenía colocadas de la misma manera en la que sostuvo a su pequeña. ─Hablé al hospital antes de venir. ─emprende la marcha del auto. ─pasaremos por la niña ahora, el sacerdote nos está esperando. ─suspira diciendo cada palabra con tanto tacto como puede. ─dejé el vestido para que se lo pusieran. ─dice con mucho pesar. Angel solo suspira aguantando con todas sus fuerzas las ganas de llorar que siente al escuchar sobre su pequeña. ─Emma. ─murmuró. ─su nombre es Emma... ─sonrió con tristeza y nostalgia. Emma Argento ─pensó ─Bautizaremos a Emma, y regresamos a casa después de su entierro, no debes cansarte tanto. ─dice quedando nuevamente el auto el resto del camino en silencio absoluto. Al llegar al hospital, Sabrina se encarga de retirar el cuerpo de la pequeña Emma, y junto con Ángel la llevan a la misma iglesia en la que fue bautizado Jota, y es allí donde bautizan a la pequeña. La ceremonia es corta, ya que Sabrina, Ángel y los niños son los únicos presentes. En mi vientre, es ahí donde deberías estar, en mi vientre cuidada y protegida hasta que pudiera tener la fuerza para salir al mundo y ser lo hubieses deseado, pero ahora, estás en mis manos, en una pequeña caja, tan pequeña y delicada como tú. No quiero soltarte, no quiero dejarte en la fría y húmeda tierra que hará que tu existencia desaparezca, no quiero despedirme, no quiero que te vayas, ¡Emma, quédate conmigo por favor! ─se quebró al ver el hoyo en la tierra en el que debería ponerla. ─Angel... ─No quiero soltarla, no quiero que se vaya... ─solloza mirando a su pequeña a través de un fino cristal. ─lo lamento mucho. ─musitó abrazando a su amiga, ella recostó la cabeza en su hombro, no había más que pudiera hacer, más que estar allí para ella. A una considerable distancia, Fernando y Karina observan el funeral de la pequeña Emma, pese a que ellos han querido estar cerca y darle consuelo y las debidas condolencias, Sabrina les ha pedido espacio, ya que conoce muy bien a Ángel y sabe que hay cosas que prefiere mantenerlas solo suyas. ─¿Vas a estar bien? ─pregunta Sabrina dejándola en su casa, con los niños bajando del auto. ─Estoy cansada. ─musitó tras un largo suspiro, mientras sus mejillas se volvían a humedecer con lágrimas que salían desbordadas de sus tristes ojos. ─Los niños estarán bien, ellos entiende que tu mamá hizo cosa equivocas, pero que a partir de ahora mantendrán distancia. ─dice viéndolos entrar y a Luisa esperando a su madre aún de pie en la puerta. ─Gracias. ─musitó bajando despacio del auto. Lo estoy intentando, lo juro, en verdad cada mañana que despierto y abro los ojos sintiendo un enorme no solo en mi pecho, en todo mi cuerpo, lo intento, pero siento que todo a mi alrededor se desmorona frente a mi una y otra vez, cada vez que me esfuerzo para levantarme mis fuerzas se desaparecen. Mi mente me grita que me deje ir, que pare de pelear con mi destino, la vida de mierda que me tocó vivir, pero mi cuerpo me recuerda que soy madre, me duele el cuerpo y es el mismo dolor que me grita "eres madre" y me obliga a levantarme cada día desde que te perdí, nada ha vuelto a ser lo mismo, pero es que es imposible que pueda serlo si tu no estás aquí conmigo mi pequeña Emma, mi pequeña princesa guerrera que fue una víctima del odio de su abuela hacia mi, ni con todo mi amor pude protegerte, aún me culpo por ello, y creo que jamás dejaré de hacerlo. Si tan solo la hubiese dejado irse con todo, si la hubiese dejado hacer lo que quisiera, tú estuvieras aquí conmigo, pero no lo sabía, ¡maldita sea!, ¡no lo sabía! Tengo miedo, cada mañana al despertar los pensamiento oscuros invaden mi mente al punto de hacerme temblar, lucho contra eso eso porque sé que mi hija aún es pequeña, intento mantenerme cuerda por ellos incluso cuando sé que es inútil y mi cuerpo responde a su antojo quitándome la respiración, intentó respirar pensando en lo que amo, pero perdí a quien amé también Emma, mi pequeña Emma, duele demasiado su recuerdo y no sé como dejar de sentirlo. No sé cómo sacar todo esto que siento que cada dia me consume desde dentro, y pienso en ellos, en mis hijos y Edward, intentó no perder el control de mi propia vida otra vez, porque me aterra perderlo y no poder hacer nada. Lo intento una y otra vez, pellizco mi muñeca, muerdo mi labio con tanta fuerza hasta hacerlo sangrar, aguanto la respiración bajo el agua helada por la madrugada, pero nada disminuye ni un poco la presión tortuosa de mi pecho, de mi alma.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD