En la actualidad...
─Tuve una hija. ─seca sus lágrimas evidentemente afligido.
─Lo siento. ─toca su hombro suavemente en un intento de reconfortarlo.
─Podría vivir el mismo infierno que he vivido por toda la eternidad, si con eso pudiera restar ese dolor de su vida. ─murmuró viéndola dormir. ─Yo no estuve con ella, no estuve para ella y eso es imperdonable. ─suelta furioso entre dientes.
─No lo sabías. ─intenta darle algún tipo de consuelo.
─Debí saberlo. ─suelta frustrado, se limita a sí mismo para estallar furioso. ─¿cómo es que no me dí cuenta?
─Edward...
Él no puede más, la ira, la impotencia, la frustración hace un remolino enorme dentro de sí mientras más lo piensa y apresura su paso a la salida.
─¡¡f**k!! ─grita más como un gruñido al salir. ─¡¡Era mi bebé!! ─grita enfurecido. No le cabe en la cabeza cómo alguien pudo hacerle daño sabiendo que estaba ambarada, y ¿por que ella no hizo nada para contactarlo?
─calma... ─intenta apaciguar su pesar, pero es inútil, Edward está que no cabe de tanto dolor. Y hará lo único que puede hacer y será mucho.
─Haz algo por mi. Averigua todo, según el expediente fue por una disputa familiar, quiero saberlo todo. Quién, dónde, cómo y cuándo. ¡Todo!, quiero destruir su vida como lo hizo con la de mi hija y mi esposa. ─gruño secando sus lágrimas.
─Lo haré. ─asiente. ─ahora vuelve a la habitación, sería bueno que ella te vea al despertar. ─dice marchándose.
Antes de llegar al ascensor, suena su teléfono, al ver la pantalla frunce su ceño, pero ignora el hecho y vuelve a guardar su teléfono.
─Su recuperación será un poco lenta, pero será menos dolorosa si la mantenemos el mayor tiempo dormida, es la única manera de que su cuerpo, sobre todo su cerebro descanse. ─dice el médico mientras Edward yace de pie en la puerta.
─Señor, una mujer ha llegado a casa y lo s niños la identifican como ¿Sabrina?, y la mejor amiga de su madre, y ha solicitado al personal de una manera muy efusiva el acceso a los niños. ─dice mientras Ángel observa todo el elaborado léxico para simplemente decir, que su amiga exige con escándalo ver a los niños.
─Es mi mejor amiga, ella puede ver a mis hijos todo el tiempo que quiera. ─dice Ángel.
El escolta dirige su mirada a Edward en busca de aprobación, y este asiente, está por salir, pero él lo detiene.
─Cada orden que de mi esposa respecto a sus hijos, su hogar y su espacio, no es debatible para mi. ─dice y él asiente.
─¿Sabrina sabe que estoy aquí? ─pregunta mirando a Edward, lo que lo anima un poco, parece no odiarlo tanto ahora.
─La única persona que ha obtenido la información es tu progenitora, nadie más. ─dice disimulando un poco su disgusto.
─Quiero ver a mis hijos, quiero verlos, saber que están bien. Y a Sabrina tambien, la quiero aquí. ─dice y Edward sale enseguida a darle la orden al escolta.
─Doctor, ¿es posible que me vaya a casa hoy mismo? ─musitó aprovechando que se ha quedado sola.
─El alta no es posible aún, no solo por su condición médica, sino porque además tiene una restricción legal. ─añade.
─Pero yo no me siento mal, estoy bien. ─se levanta con una sonrisa, pero el sentir un ligero dolor en las cien y un mareo se ha borrado.
─No lo está, y usted lo ha demostrado. ─señala. ─puede recibir visitas si desea, pero sería recomendable que mantengan una voz moderada. ─dice mientras revisa su expediente.
─Si se traslada todo lo que necesita a su casa, ¿puede dejar el hospital? ─pregunta cruzándose de brazos.
─Seguramente podría estar cómoda, pero realmente estaría más segura en el hospital, hay ciertos protocolos médicos por lo que sería recomendable que se mantenga en el hospital, además tendrá más personal médico a su disposición. Como le he dicho a la señora Argento...
─Torres. ─lo corrige ella, y parece disfrutar verlo disimuladamente como él pone los ojos en blanco.
─Señora Torres... ─dice con cierto recelo, ya que la fama de un Argento lo precede.
─Argento. ─lo corrige él, mirando fijamente y con algo de disgusto a ella.
─Señora...
─Argento. ─dice él, ─Torres. ─dice ella, los dos al unísono. Ganándose un gesto de confusión del médico.
El silencio es incomodo por un par de minutos entre los tres.
─la paciente no puede dejar el hospital, ya que sería un asunto complicado. No solo por el hecho de que su estado es inestable, sino por el hecho de que se encuentra bajo investigación legal. ─espeta. ─Si su esposo puede encargarse de lo legal, y usted se hace enteramente responsable de su alta voluntaria, lo entiendo. Pero si le da algún interés a mi opinión médica, le recomiendo no hacerlo. No solo le afectaría, además podría ponerla en un gran riesgo, ya que al no estar aquí a disposición de una extensa lista de los mejores médicos, podría poner en riesgo no solo su motricidad, sino su vida. ─advierte tajante.
─Bien, por lo menos puedo ver a mis hijos. ─vuelve a meterse a la cama. ─me despiertas cuando ya estén aquí. ─dice volteando su rostro a la pared, mira hacia fuera, mientras se aferra a una almohada.
─Es todo. ─dice y el médico agradecido por poder irse, salió enseguida.
─¿podemos hablar.? ─pregunta acercándose a la cama, pero se detiene un par de pasos antes de tocar la cama.
─No tengo nada de qué hablar. ─dice sin inmutarse.
─Ha pasado más de un año, aún estamos casados... ¿y me dices que no tenemos de qué hablar? ─pregunta indignado y confundido con su actitud.
─Exacto. ─suelta cortante.
─Eres mi esposa. ─se acerca aún más a la cama. ─¿podemos hablar?─insiste.
Angel deja escapar un largo y nostálgico suspiro, suelta la almohada y se sienta sobre la cama. Mira a su alrededor, no hay nada más que el trípode que sostiene el suero en que apoyarse, despacio y con varias pausas, baja de la cama con mucho cuidado.
─¿qué haces?. ─reclama preocupado. ─no puedes levantarte. ─espeta.
─No pienso orinar en un estúpido pañal. ─espeta molesta. ─hazlo tú y me avisas. ─dice intentando dar un par de pasos, pero el mareo llega enseguida.
─Déjame ayudar. ─dice corriendo a su rescate, pero ella lo frenó a raya.
─No. ─levanta su mano y él se detiene. ─no te me acerques, y a menos que esté en el suelo o sangrando, no te quiero cerca de mi. ─masculló furiosa.
─¿por qué estás tan enojada conmigo? ─preguntó confundido. ─¿por qué no corrí tras de tí cuando me abandonaste?, ¿porque decidí dejarte decidir, y tu decidiste abandonarme?, ¿o porque simplemente decidiste que era más fácil odiar que darme la cara? ─pregunta frustrado. Él sabe que ella se enojara con lo que ha dicho, pero también sabe que hacerla enojar es la única manera en la que ella hable con él.
Él cree realmente que con hacer preguntas estúpidas me hará preguntar ¿porque no vino por mi?, es más idiota de lo que pensé, ¿acaso cree realmente que no sé sobre su amiguita Diana?, ¿acaso es tan ciego que no se ha dado cuenta que no lo esperaba, que no lo necesito, y no lo quiero aquí?
─¿Cómo está Diana?. ─se gira a él. ─es bonita, lo acepto, pero creía que tu familia ocultaba todo con dinero, ah. ─sonríe. ─seguramente solo lo hacen con las cosas que ¡No! quieren que salga a la luz. ─espetó con sarcasmo, mientras camina lentamente al baño, no importa cuanto quiera ignorarlo, realmente se ve más inclinado a pelear, preguntar, reclamar.
─¡¿Diana?!. ─soltó con asombro, su enojo desapareció, ahora se ve más como alguien que debe muchas explicaciones. ─¡Dios! ─balbuceó con ligereza. ─ella no...
─Ni el va a salvarte de responder, dime, ¿cómo está tu amiga?, diría novia, pero eso sería adulterio ya que ¡¡tú estás casado! ─reclama furiosa haciéndolo a un lado, para entrar en el baño.
─Me dejarías explicar antes de odiarme. ─pregunta abriendo para ell la puerta.
─¿Y darte más tiempo para mentirme?. No, gracias. ─sonríe falsamente cerrando la puerta del baño en su cara