Capítulo 2: Tu sugar Daddy
¿Mi sugar Daddy?
Me quedé por medio segundo perpleja, creo que Mágnum había mal interpretado todo lo que solté sin pensar en medio de la cena.
Joder, me sentía completamente avergonzada de que él creyera que lo usaba por dinero.
—Perdón —dije aclarando mi garganta—, yo todo lo que dije fue impulso, a veces no retengo mi lengua, pero, no estoy dispuesta a prostituirme por dinero.
Realmente esto de acostarme con alguien con único propósito de conseguir dinero, patrocinantes y llegar a la cima lo veía como algo muy sucio bajo, es decir, estaba desesperada, pero tenía algo de dignidad.
—No es necesario que hagas esas cosas —dijo Mágnum muy sereno, su mirada tranquila.
—¿No? —dije algo confundida.
Creí que la definición de un sugar Daddy era salir con alguien muchísimo mayor que tu que te diera mucho dinero.
No iba a mentir, me aterraba de la misma forma que me atraía la idea.
—No —respondió simplemente—. Solo deseo que me ayudes.
¿Uh?
—Pero la ayuda...
—Ya te mostraré de qué trata —me interrumpió—, no es... nada físico, claro que si exigiré que seas amable y de vez en cuando cariñosa.
Alcé una ceja.
—¿Y ya? —pregunté.
—Y ya —respondió.
Eso me parecía demasiado fácil y por lo que sabía, lo fácil no existía ni era opción.
Siempre había algo más que buscaban los hombres.
—Uhm, esto me parece extraño —admití.
—Quiero que cuando te necesite siempre estés siendo amable —dijo—, con una sonrisa y cumpliendo mis peticiones.
¿Sus peticiones?
Sentía que me hablaba a medias de realmente su propósito.
Algo no encajaba.
—Quieres ser mi sugar daddy, es decir, quieres tener una relación casual conmigo, darme dinero, apoyarme en mi carrera, a cambio de... ¿peticiones?
No sabía a lo que se refería con las peticiones.
Noté como sonrió, parecía entretenido de mi incredulidad.
—No pienses que son peticiones sexuales —dijo pero entonces pareció pensarlo mejor y agregó:— no del todo.
¿No del todo?
—¿A que se refiere? —me atreví a preguntar.
—No follaremos, no me atraes para eso... —admitió— mucho menos te forzaré a hacer algo que no quieras, pero tengo un gusto muy particular que muy pocas chicas pueden complacer.
¿Un gusto muy particular? ¿acaso era sadismo? Pero si él había dicho que no follaríamos ¿entonces a qué se refería?
Mi corazón latía acelerado, mi mente confundida ante la propuesta de esta persona que acababa de llegar a mi vida como una bendición pero a la vez se sentía como una maldición.
¿Qué se traía entre manos ese hombre?
Estaba muy intrigada.
—Quiero entenderte —dije.
—Quiero ayudarte —dijo—, mirarlo como una ayuda.
—Oh, vale, ¿pero como voy a intentar complacerte exactamente?
Él me mantuvo la mirada, sus ojos grises resplandeciendo bajo las distintas luces, cuando sonrió, los hoyuelos marcándose en sus mejillas y dijo:
—No quiero espantarte en la primera cita, ¿qué te parece si hablamos mañana?
—Estás pidiéndome algo muy extraño, ¿qué te hace pensar que aceptaré?
—Piénsalo, tú necesitas ayuda y yo puedo dártela porque... —sus ojos vieron mi plato completamente vacío— estás pasándola muy mal.
Tragué pesadamente saliva.
Él tenía razón, estaba casi muriendo de hambre.
—De todas formas, tú tienes la última palabra, no yo, gatita —completó diciendo.
Gatita.
Seguía teniendo mucha razón, esto me llamaba a la vez que me hacía sentir tímida por aceptar un acuerdo con un desconocido que parecía maravilloso, mi sugar Daddy, madre santa.
Esto era una locura; en realidad lo fue desde el momento en que me subí a ese auto con él.
Mágnum pagó la cuenta y fuimos nuevamente a la camioneta, yo me sentía con la mente completamente revuelta, pensando en todo esto.
Un momento.
Fue cuando reaccioné.
Joder, la lotería literalmente me había caído del cielo con este hombre y yo estaba dudando, ¿acaso estaba demente? Esto era justo lo que necesitaba.
—Oye —dije irrumpiendo nuestro silencio con la leve musica de The Weeknd que sonaba en el auto de fondo, él mantenía la mirada en la carretera cuando arrancó.
—¿Sí? —preguntó.
—Sí quiero —acepté.
Él sonrió.
—Pero no te he dicho de qué trata mi petición —dijo.
Sentí mi rostro sonrojarse, debía de parecer toda una desesperada.
—No debe de ser tan malo, de todas formas esperaré a que me digas mañana —dije—, pero sí estoy dispuesta a meterme en esto.
Esperaba no sanar tan desesperada como me sentía, pero sin duda creía que perdía en el intento.
—Es bueno que tengas disposición —sonrió y me dio su telefono—, anota tu numero por favor, te escribiré cuando pase a buscarte.
Lo anoté y se lo regresé, sentía que no podía dejar a un lado esta oportunidad, realmente no iba a llegar a la quincena a este ritmo y solo encontrarían mis huesos.
Lo que fuera a pedirme no sería tan malo, además... había dicho que no follaríamos, así que me sentía más confiada.
Sentía que los pies me dolían demasiado, apenas podía caminar, e iba en el auto sin poder apoyarlos en los tacones, de seguro que me habían salido callos.
Intenté aflojar mi pie en la sandalia pero creo que estaban hinchados, dolía.
—Ay joder —susurré haciendo una mueca inclinándome hacia mis pies—, ¿me permites quitarme los zapatos? Es que me duelen demasiado los pies.
Sentía que estaba siendo un desastre poco elegante en este primer encuentro, pero de verdad que no aguantaba mis pies.
Mágnum apenas me miró algo entretenido, de seguro le parecería patética.
—Claro. —dijo.
Me quité las sandalias sintiendo que liberaba mis pies hinchados, y alcé uno a la altura de mi pierna para empezar a masajearlo con mis manos para ver si bajaba la inflamación, sentí la mirada de Mágnum sobre mí cuando se detuvo en un semáforo, lo miré quedándome sin aliento cuando tropecé con su mirada de ojos grises levemente oscurecida, su rostro algo tenso, su expresión era muy sexi.
—¿Qué? —pregunté encontrando mi voz algo quebrada.
—Tus pies son muy bonitos —su voz profunda ligeramente ronca.
Sentí mis mejillas enrojecer y sonreí un poco.
—Gracias —dije y dejé de tocármelos sintiendo que el ambiente se había vuelto nuevamente pesado.
Él arrancó cuando cambió la luz del semáforo, pero sentía que algo había cambiado entre nosotros, él ya no hablaba y aceleraba la camioneta, estaba algo confundida, hasta que se detuvo frente a mi edificio.
—Entonces, te llamo para buscarte por la mañana —dijo por fin cuando me disponía a bajar.
Tomé mis sandalias y le sonreí.
—Sí —dije alegre de que nuestros planes siguieran en pie— espera, por mañana tengo trabajo.
Él alzó una ceja.
—Ya no tendrás que trabajar, si estás conmigo —dijo—. Así que te paso buscando en la mañana.
Oh.
Bueno, eso no sonaba nada mal para mí que había sido un completo día de mierda.
—Vale, muchas gracias. —dije y empecé a bajarme con las sandalias en las manos.
—Espera —dijo deteniéndome por el brazo—, ¿vas a ir descalza?
Ponerme las sandalias otra vez, no era opción.
—Sí —dije.
—No, espera —dijo Mágnum.
Empezó a moverse en su asiento para seguidamente ofrecerme sus dos zapatos lustrosos y elegantes, me quedé perpleja.
—Estos son más cómodos —continuó diciendo—, no quiero que te maltrates, ni ensucies tus pies con la suciedad de la calle.
Los tomé algo confundida, eran sin duda muy grandes.
—¿Y tú? —pregunté sin comprender que él prefiriera ir descalzo por darme sus zapatos.
—Ya me las arreglo —se limitó a responder.
Eso era muy dulce de su parte.
—Vale, muchas gracias —dije y me los calcé, en efecto, me quedaban grandes, pero muy cómodos.
Él me sonrió.
—Adiós, gatita.
—Adiós —sonreí cuando agregué:— Sugar.
Él mantuvo su sonrisa y yo me bajé del auto entrando a mi casa, solo cuando cerré la puerta principal del edificio él se fue y me mantuve con una boba sonrisa en el rostro, sin saber que me había metido con el hombre con placeres y fetiches completamente diábolicos.
MÁGNUM RIVERS
Llegué a mi casa abriendo la puerta, las medias que llevaba al pisar el suelo me hacían sentir los pies frios, como había llovido todos estos días, el ambiente estaba también muy frio, pero al menos mi casa estaba cálida.
—Feliz noche señor —dijo mi ama de llaves—, ¿desea cenar?
—No, ya cené —me limité a contestar dejando el maletín a un lado.
Ella miró mis pies solo con las medias pero evitó preguntar por qué no llevaba zapatos.
—¿Como está Ente? —pregunté.
—Tranquilo —respondió—, hoy estuvo muy sedado.
Era una lastima que siempre estuviera así, pero era la única forma de que no fuera letal para el personal.
—Vale, descansa. —dije y caminé hacia las escaleras para ir a bañarme, solo estando dentro de la ducha pensé en lo que había hecho hoy por Dulce Fernada.
Salí de la ducha y mi teléfono sonó en un mensaje, lo abrí y leí que decía:
F.F: ¿Te encontraste con Dulce Fernanda?
Respondí:
Mágnum: Todo bajo control.