Sosteniéndolo entre mis brazos y con sus piernas todavía envueltas alrededor de mi cintura, logré mi camino a pasos torpes hasta su cama. Él se separó y se recostó justo en el centro de las sábanas, viéndome con esos hermosos ojos cristalinos saturados de deseo, expresando más que allí de lo que mil palabras podrían concebir. Me quedé paralizado al verlo así. Tan frágil, tan dispuesto y tan necesitado, esperando a que tome el control y me encargue de su placer. Mi mente estaba tratando de procesar todo, sacaba imágenes mentales sobre su cuerpo que estoy seguro jamás olvidaría. Era completamente precioso y el hecho de que estaba dispuesto ante mí con tanta confianza, me llenó de un ridículo, pero justificado orgullo que terminaba por opacar mi breve lucidez. Le tomó unos segundos a

