La invitación

1670 Words
¿Recuerdas a Falvok? ¿La organización rusa que organizaba eventos clandestinos para lavar sus activos? Bueno, siguió sus actividades como si nada. Mikael seguía cautivado por la manera en la que los hombres ponían en juego sus extremidades por una suma jugosa de dinero. A oídos de la mafia llegó que en Nueva York existía un hombre al que apodaban el chico de oro. Aunque tuvo sus sospechas, el hombre calvo fanático de las torturas creyó que aquel chiquillo que había enfrentado a su hermana ya se habría retirado después de tanto tiempo. El jefe supremo, quién organizaba todos los eventos e indicaba dónde, cómo y cuánto se abría un garito en la ciudad, se interesó por el chico de oro. Aquel jefe, del que sólo pocos conocían su identidad, gozaba de una suerte impecable en las apuestas. Tan sólo había perdido dos encuentros de póquer, cosa contraria a aquel chico misterioso, quién se encontraba invicto. El ruso, de nombre completo Hal Kwolki, estuvo un buen tiempo enviando a sus hombres casino por casino investigando de quién se trataba aquel hombre que despertaba completamente su curiosidad. Para estos tiempos, la vida de casado había hecho que Lucas pasara más tiempo en reuniones familiares y con su esposa, que recorriendo los más oscuros pasillos de Nueva York. Muchos lo habían conocido pero guardaban un respeto tan alto por él, que no se atreverían a venderlo. Pero cierto día, precisamente en la fecha de lanzamiento de una de las apuestas más grandes de la empresa de videojuegos, Lucas visitó un casino para desestresarse, debido a que el trabajo había sido muy intenso en las últimas semanas. En aquel lugar se encontraban los hombres de Mikael. Cuando ellos pensaban que todo estaba perdido y que no podrían satisfacer los deseos de su jefe, observaron como un tipo muy peculiar apostaba una suma de casi 10.000 dólares jugando blackjack, perdía y doblaba la apuesta. Cuando esa información llegó a oídos de Mikael y la descripción databa de un joven de aproximadamente unos veinte a veinticinco años, con extremidades largas y una peculiar cicatriz en el pulgar. - Vaya, vaya… así que este chico sigue en el ruedo. - ¿De quién se trata jefe? - En su momento era un niño cuando vino jugar aquí, pero me demostró algo que nadie hasta la fecha ha podido. - ¿De qué se trata? - Determinación. - No me diga que… - Sí, al parecer este muchacho fue el que ganó en mi juego hace algunos años… si Hal lo quiere, es porque está sumamente interesado en él… no sé si sentir pesar por mi jefe, pero ese chico se lo comería vivo en cualquier partida que disputen. Puede que sea solo un capricho, pero en ese caso mejor que lo llevemos ante él, sino, tendremos problemas... muchos problemas. - Si usted lo dice… - Ahora que creo saber quién es, simplemente basta con que le indiquen que yo lo estoy solicitando, estoy seguro de que se acuerda perfectamente de nosotros, es algo que nunca va a olvidar, sobretodo cada vez que ve su mano. - Entonces ¿Descartamos la fuerza bruta? - Sí, el muchacho es inofensivo… pero en el juego es otra cosa, estoy seguro que Hal se arrepentirá de lo que quiere. Lucas al otro extremo de la ciudad volvía a su casa después de finalizar un arduo día encerrado jugando tragamonedas. - Buenas noches – indicó el hombre sin obtener respuesta alguna. Buenas… noches ¿Helen? La rubia yacía dormida en el sofá de la sala, esperándolo con un vestido Vinotinto. «¿Por qué está vestida tan elegante? ¿Acaso hoy se celebra algo?» se preguntó mientras se apuraba a revisar el calendario en su celular, notando inmediatamente que la fecha indicaba que estaban a 10 de octubre, la fecha del cumpleaños de Helen. - ¡Puta madre! – gritó con el alma. Aquella frase despertó a la chica inmediatamente. Ella abrió lentamente sus ojos y se dio cuenta que su esposo se encontraba en frente. - ¿Lucas? - Hola… discúlpame, la reunión se extendió – mintió descaradamente. - ¿Ah sí? ¿Por qué me pides disculpas? - ¿Eh? ¿Acaso no quedamos en salir o algo por el estilo? - No… claro que no. - ¡Vaya! ¡Qué idiota soy! – indicó riendo. - ¿Es enserio Lucas? - ¿Qué? - ¿Ni siquiera te acuerdas de los planes que teníamos hoy? - No estoy entendiendo nada. - No sé para que te matas la cabeza teniendo la vida solucionada… puedes viajar a dónde quieras, tienes prácticamente recursos ilimitados y sigues encerrado todo el día en la oficina sin poder disfrutar la vida. Habíamos quedado de celebrar mi cumpleaños hace tres horas, pero veo que ni siquiera tienes memoria para lo que no te importa. - Discúlpame. - Por cierto… no me dijiste que tus oficinas quedaban cerca al este – le indicó mientras le alcanzaba el celular para que revisara una imagen satelital que permitía ver en perspectiva toda la zona que había estado visitado su esposo. La cara de sorpresa del hombre lo delató. - Por tu expresión me doy cuenta de que me enteré de algo que no debía. - ¿Cómo demonios diste con esa ubicación? - Primero tienes que explicarme qué demonios hacías ahí – le dijo entre dientes con un tono latente de amenaza. - ¿Cómo diste con ella? – insistió ignorando las palabras de Helen. - Eres un despistado, no te diré esa información hasta que me digas ¿Qué demonios hacías en esa zona? Por lo visto allí solo hay prostíbulos, casinos y garitos de mala muerte. - Puedo explicarlo. - No, no me interesa con qué perra hayas pasado la tarde, eres un desquiciado y lo único que te importa es satisfacer tus malditas perversiones ¿Para eso te casaste conmigo? ¿Para tenerme como un maldito trofeo? ¡Yo no soy el premio de nadie! - ¡Déjame explicarme maldita sea! – elevó la voz igualando el tono de la situación. - ¡Haber! ¡Quiero saber con qué me vas a salir! - Helen… creo que desde el principio no he sido claro contigo. Sé que te dije que había adquirido mi fortuna por una simple inversión en criptomonedas, pero es falso. - ¿Por qué no me sorprende? - ¿Me dejas? – el silencio fue su respuesta. Gracias. Desde pequeño fui un apostador empedernido, llevo jugando muchísimos años y mi fortuna se ha construido a partir del azar. - No te creo una sola palabra. - No me importa si no me crees, esa es la verdad. He construido un imperio gracias a mi suerte. Hace algunos años aposté una suma demasiado alta en la ruleta y me salió bien. Con ese dinero adquirí la compañía… y el resto es historia. Es algo que llevo intentando controlar, pero la adicción es innegable que está ahí. - Me estás diciendo que ¿Todo desde el principio ha sido mentira? - La mayoría de cosas… pero nunca mis sentimientos por ti. Es verdad que la adicción me tiene consumido, pero trataré de mejorar… por ti y por mí. - ¿Por qué no me habías comentado eso si era tan grave? - No lo sé, nunca me sentí con la confianza de hacerlo. Sentía que si descubrías que era un ludópata me rechazarías… y tú eras todo lo que quería en mi vida… en eso no te miento. - ¿Te das cuenta que si sigues por ese camino podrías perder absolutamente todo lo que has construido? - Lo sé, pero hasta ahora no he perdido, así que sigo confiando… tienes razón, es una vida que podría cambiar en cualquier momento. - La plata de las apuestas no existe Lucas. Se juega o se pierde… me llena de temor saber que absolutamente todo se ha cimentado sobre las bases de un juego de azar. - A mí también… pero ¿Qué puedo hacer? - preguntó mientras recordó haber tenido antes la misma conversación con su hermana. - Tienes que buscar algún otro hábito, buscar descargar esa adrenalina en alguna otra actividad. Sé que no es algo tan fácil de cambiar, no podrías hacerlo de un día para otro… pero debemos intentarlo… empezaremos por buscar ayuda profesional. - Entiendo amor. - Eso si es cierto lo que me cuentas… si resulta que no eres un ludópata sino un mitómano compulsivo no dudaré en renunciar a todo. - Te prometo que es verdad. La mirada del chico reflejaba completa sinceridad. El plan era pasar la noche y en la mañana a primera hora presentarse en las oficinas de uno de los psicólogos más reconocidos de Nueva York, Michael Mikel. Despertaron y se estaban alistando, cuando el timbre de la casa sonó de repente. - ¡Iré a ver quién es! – gritó Lucas dirigiéndose a la puerta. Al abrir, no encontró a nadie. Simplemente una carta yacía en sus pies. Se le hizo extraño, sus correos regularmente llegaban a un buzón. La tomó con su mano derecha y abrió el sobre con la otra. La carta tenía una muy mala caligrafía, pero aun así se entendía lo que decía. “Querido Lucas, sé que han pasado muchos años desde la última vez, espero que tu dedo se encuentre bien y te hayan operado con éxito, de no ser así, me duele mucho saber que el costo por una fortuna ha sido algo vital para tu existencia. Últimamente hemos oído rumores sobre un chico de oro que se pasea de casino en casino sacando sumas cuantiosas de dinero con apenas ingresos. ¿Eres tú? De ser así, mi deseo es invitarte a compartir una tertulia agradable con alguien que tiene intriga de conocerte… y jugar. -M” Inmediatamente supo de quién se trataba. Cuando quería renunciar a su vida actual, la oportunidad de volver por la puerta grande se le presentó en bandeja de plata.
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